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Opinión

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    José Manuel León tenía una virtud personal al alcance de pocos. Era capaz de tertuliar sobre cualquier asunto, sea o no futbolístico. Y de alguna manera se las ingeniaba para sacar la sonrisa a cuantos le escuchaban. Porque siempre acababa la conversación con una anécdota de la que era protagonista o conocía a quien ha había generado. Pero también León era un hombre bañado en sinceridad: nunca daba marcha atrás para opinar de lo creía que estaba mal o lo que consideraba bien. Eso siempre era de agradecer.

     

    Su vida, la que nosotros conocimos a partir de 1982, estaba llena de optimismo. Lo contagiaba entre todos los que tuvieron con él algún roce personal. Futbolísticamente tuvo la suerte de nacer en el seno de la generación más laureada del fútbol canario. Es impensable hablar de los diablillos amarillos sin tener presente a aquel jugador astuto, rápido e intuitivo que buscó la sociedad con todos los grandes jugadores de su época. Especialmente con Germán Dévora. Y no dejó de reconocer que cuando llegó a estar entre los profesionales aprendió del no menos audaz Erasto León, aquel atacante palmero que le diera la bienvenida en la UD Las Palmas y cuya picardía era digna de emular. León seleccionó lo mejor para ser también cada vez mejor en su profesión.

     

    León fue un admirador personal de Luis Molowny, al que escuchaba atentamente. Y aprendió en otras parcelas de los consejos que le proporcionaban sus amigos personales Jesús García Panasco o Antonio Lemos. Tenía los ojos muy grandes, siempre abiertos, y gozaba del don de saber elegir entre los que ayudan o ponen zancadillas. Aunque con todos fue capaz de lidiar.

     

    Su muerte nos genera un vacío enorme. Porque, además, tenía una memoria prodigiosa capaz de localizar en el tiempo hechos o acontecimientos del club de sus amores. Sus compañeros siempre tenían esa referencia a la pregunta: "Es mejor que te lo diga León, que él perfectamente se acuerda". Por eso, una parte de la verdadera historia de la UD Las Palmas se marcha con él, sin haber dejado el legado de ese libro biográfico del que siempre nos hablaba.

     

    Cuando surja en el futuro el nombre de José Manuel León lo vamos a recordar también con una sonrisa. Pensaremos en él como un hombre del deporte, al ciento por ciento. No sólo fútbol: Tenía cualidades para cualquier actividad, con "pelotas grandes, medianas y chiquitas", como él solía recordar.

     

    Deja el legado de una gran futbolista y mejor golfista, con es su hija María. Y una familia hermosa que, como él, se ha ganado el cariño de una tierra que reconoció su lealtad y dedicación.

     

    "Hasta la vista, amigo Mamé. Allá arriba te esperan para amenizar las tertulias de la eternidad". QEPD.

     

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