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Opinión

  • No deja de ser cierto. La UD Las Palmas descendió a Segunda B en 1992 como residente aún en el Estadio Insular, un campo de juego ideal, la bombonera isleña donde había firmado sus grandes hazañas en Primera División. Ese razonamiento no puede encubrir el otro: en la totalidad de las ciudades donde hubo un estadio con pistas de atletismo se abrió un debate y, en altísimo porcentaje, posteriormente la zona perimetral fue eliminada por gradas o nuevas construcciones. Tanta gente, en tantos lugares distintos, no puede estar equivocada.

    El primer cartel visible de la nueva obra en el Gran Canaria es como un mensaje ambiguo de la metamorfosis habida en aquel antiguo páramo de la periferia capitalina. ¡Peligro, zanjas profundas!. En unos meses desaparecerá porque allí habrán 1.800 asientos en amarillo y azul, proyectados por los nuevos responsables del Instituto Insular de Deportes y del histórico club de fútbol.

    Realizar una remodelación completa, como se propone en San Sebastián con el estadio de Anoeta (50 millones presupuestados el pasado mes de julio), en los tiempos que corren es inviable, salvo que la empresa privada releve a la pública con el visto bueno administrativo. Ese caso no es del Gran Canaria, en donde se adopta una solución que, sin ser la mejor, sí podría subsanar una laguna histórica que corre durante once años y medio. Y además, arregla incoherencias estructurales para que el asistente a los partidos esté lo más cómodo posible y tenga próximo los servicios que requiere.

    En ese tiempo vivido desde mayo de 2003 a noviembre de 2014 se han escuchado muchas teorías sobre el recinto de Siete Palmas, la instalación donde la UD Las Palmas y el fútbol grancanario quiere vivir sus próximos días de gloria. En once años, sólo una alegría y varios instantes de perplejidad.

    Este 11 de noviembre ha comenzado a cambiar la historia, precisamente ahora que el equipo amarillo de Paco Herrera se ha convertido en el más fiable conjunto local de la Segunda División.

    Así es la UD Las Palmas, un club rebelde e impredecible, que volverá a estar de nuevo más cerca de los suyos en el escenario de sus padeceres. ¡Tantas cosas cambian desde el 22J!. Y para bien.

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