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Opinión

  • El roce hace el cariño. Que la UD Las Palmas y el FC Barcelona estuvieran tan distantes en el tiempo no significa que los aficionados de los equipos, especialmente los modestos, no tengan memoria. Y su corazoncito.

    Reflejábamos este domingo en Tinta Amarilla que algunos colegas de la prensa de Cataluña, al evaluar la lesión de Leo Messi el sábado, la comparaban con la de Diego Maradona en 1983: aquella entrada de Goicoechea a ras de suelo y por la espalda. Ya nos parecía que no estaba afortunado el símil salvo para indicar que dos estrellas del FC Barcelona tenían que perderse una etapa del campeonato en unas fechas idénticas (la festividad de la Mercé). Pero intentar, y digamos solo intentar, comparar la lesión reciente del rosarino con aquella del Pelusa, como quizá insinúa un columnista de El Mundo Deportivo, es un abuso de poder, una falta a la historia y un episodio desleal a la memoria.

    Para este tipo de mensajes es preciso el dardo en la palabra (Lázarro Carreter dixit). Porque se deja en el aire algo que no ocurrió. Se habla de que se vivió en el estadio azulgrana una situación parecida aunque menos grave, se recuerda primero que Maradona fue cazado y que Messi es producto de un choque. Y ahí queda eso.

    No se dice que la acción de Bigas fue absolutamente limpia, que coloca la pierna para bloquear el disparo de Messi en la boca de gol y que ni siquiera hubo un reproche de los jugadores azulgrana porque supieron interpretar lo que todo el mundo vio: una acción del juego. Sin más. No como aquella del 83 que acabó en tangana ... tangana que luego seguiría en nuevos episodios entre el FC Barcelona y el Athletic de Bilbao.

    Relacionar con aquello esta lesión aciaga de Messi, al que seguramente toda la afición de la UD Las Palmas querrá ver pronto en los campos de juego, es injusto. Si tanta memoria tienen para ello, ¿por qué no revisan la hemeroteca del día después al 26 de marzo de 1997 tras un Las Palmas-Barça de Copa?. Le invitamos y allí encontrarán cómo Miguel Ángel Valerón -a cuyo hermano han admirado en todos los lugares del planeta- fue objeto de la lesión más grave conocida en la historia del club grancanario, con múltiples fracturas óseas y ligamentosas. Y en esa noche negra del Estadio Insular hay un azulgrana.

    Porque los clubes humildes también tienen memoria y voces.

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