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Opinión

  • Las pretemporadas suelen convertirse en época de halagos engañosos o críticas desproporcionadas. Porque no es el teatro de la realidad, aunque sí de aproximaciones para analizar. También, como decía Pacuco Rosales, es la etapa para calentar las orejas a los entrenadores. La del verano de 2017 se acaba con abundantes interrogantes y, por supuesto, con tallos de ilusiones que brotan ágilmente entre una hinchada que se rehace cada año deportivo.

    Hablar de la nueva UD Las Palmas para endulzar oídos es acto sencillo, poco arriesgado quizá hasta este 18 de agosto. No suele ser costumbre por estas columnas de opinión. Ni lo será salvo que, con los pelos en la mano, seamos capaces de así valorarlo. En Mestalla es donde empieza a asomarse la realidad, aunque no del todo porque el periodo de adaptación al campeonato no acaba hasta que se cubra al menos un mes del inicio de las hostilidades.

    Lo que sí sabemos es que en torno a Manuel Márquez se ha reunido una gran plantilla; nombre a nombre, pieza a pieza, puesto a puesto; de las mejores en los últimos 30 años. Lo que todavía desconocemos es que este entramado de notables futbolistas, aún perdiendo contra pronóstico a un jugador de valía extraordinaria como KP Boateng, será capaz de convertirse en ese gran equipo que debería emerger de las individualidades. Las Palmas lo tiene todo sobre el papel, con un gran trabajo de sastrería de la comisión deportiva, pero sólo el tiempo dirá si se logran las cimas previstas en la Liga más exigente del Planeta.

    El sabor final del pasado torneo es el primer contrincante de la nueva UD Las Palmas. La fractura colectiva, la oleada de defectos, una apatía futbolística impropia de ese escudo y la capacidad rival para desmoronar aquella ilusión están todavía por diluirse en el campo de batalla oficial. Eso, al menos, se ha logrado parcialmente con los marcadores de la pretemporada aunque algunos males en el juego (exceso de conducción, individualismo, fases de horizontalidad, pérdidas en zonas peligrosas, ...) se reprodujeron parcialmente para recordar que el virus que castigó el final de la era Setién está por erradicar al completo en los partidos oficiales.

    Mestalla es la estación de salida. Las Palmas fue capaz en los años setenta de ganar tres partidos consecutivos al Valencia como visitante. Eran otros tiempos, grandes jugadores también que no desmerecen nada a los actuales. Logró Miguel Muñoz hacer un gran equipo entonces partiendo de futbolistas notables, muchos de ellos canarios y una buena selección de refuerzos sudamericanos.

    Esa conexión entre el individuo y el grupo es la que se demanda ahora con total claridad. El sacrificio, la capacidad resiliente, el talento, el orden, la eficacia en la estrategia, la contundencia defensiva, ... Si Manuel Márquez lo consigue, como logró hacerlo un año antes con el filial, habrá motivos suficientes para que cada mañana suene el 'ra, ra, ra' en los hogares canarios, que se escuche de corazón. Lo demás, como el verano, es hablar por hablar.

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