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Opinión

  • Jonathan Viera salió del Estadio de El Molinón comentando en voz alta que el equipo necesitaba, además del toque, profundidad. Diagnóstico correcto. La manera de resolver el problema era una incógnita. Es el mismo Viera que dinamitó el partido por la banda izquierda una semana después, frente al Betis. Jonathan optó por utilizar el manual de Quique Setién y también por salirse de él. Combinó las dos maneras de interpretar el ataque, midiendo con corrección el momento del partido y aliándose con un Dani Castellano que le siguió la estela, relevándole cuando tenía que hacerlo con la conducción y la habilidad.

    Jonathan fue generoso en el pase, profundo como ningún otro -firmó su primera asistencia de la temporada con el gol de Willian José-. Pero también optó por el descaro, por afrontar el uno contra uno amargándole la noche a Piccini y ofreciendo un sentido profundo al equipo como no se había conocido esta temporada, especialmente en la primera media hora.

    La lectura de Viera, desde dentro, es diferente a la que cualquier analista del fútbol que examina esta nueva etapa la UD Las Palmas. Posiblemente sea el centrocampista grancanario el jugador que más le guste a Setién de entre aquellos que no siguen al pie de la letra su propuesta. Viera lo lleva escrito en la cara y no lo oculta en sus manifestaciones. Pero tampoco en el campo.

    Empezó con él este sábado un cambio a mejor, a dotar de nuevas prestaciones el ataque del equipo. El jugador de la calle tiene una inteligencia fuera de lo común, capaz de leer el momento que vive el equipo. Si además le entiende el resto, empezando por Araujo, mejor que mejor. Como decíamos, la idea de juego es innegociable y el talento de los futbolistas, irreductible.

     

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