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Opinión

  • Detrás de las palabras que hemos escuchado de Guillermo Araujo hay un padre y un agente de un futbolista profesional. En este caso son inseparables porque ya ha ejercido como tal. El primero, debe velar por la felicidad de su hijo. El segundo, lógicamente no puede desvincularse de tener un interés económico como empresario. En las palabras de la polémica no hemos localizado una reflexión sobre el concepto ‘tristeza de Araujo'; en cambio hemos advertido el subrayado de que el precio de mercado del jugador se devalúa con la suplencia actual.

    En el mensaje emitido por Radio Las Palmas se habla más de dinero, de un teórico beneficio económico de la UD Las Palmas -y/o comisión adlátere- que de la situación deportiva general de un club y de un proyecto. Se habla, en suma, del interés de un individuo en un nivel superior a todo lo demás; pasa a un segundo plano la ilusión de toda la afición que elevó a altura de ídolo al jugador procedente de Boca.

    Y, por último, no hay referencia alguna en el argumentario del padre-agente sobre la realidad de un proceso futbolístico de un jugador que estaba ausente en Europa hace apenas dos años y que él, en Gran Canaria, encontró lo mejor de sí mismo, arropado por el cariño de una marea amarilla que le ha hecho remontar el vuelo. Araujo y UD Las Palmas están unidos. Y la segunda parte contratante no tiene interés alguno en la separación.

    Ha respondido, y de qué manera, Quique Setién. No se le ha escapado un detalle y ha tomado nota de todos los perfiles de la noticia. Si aceptara el chantaje al que dice pretender someterle, su autoridad en el grupo se debilitaría hasta la rendición. Estaría abocado a un final como entrenador, al menos en la Unión Deportiva. Pero no va a ser así.

    Guillermo eligió mal su doble escenario: como padre, hizo comentarios propios de las categorías inferiores cuando los chicos comienzan y siempre el progenitor es crítico con el entrenador. Eso ya no procede en un escaparate profesional. Como agente ha colocado a su representado en una situación incómoda, porque él demanda que su futbolista suelte el remo cuando la nave del equipo está en situación complicada y en aguas agitadas por un calendario temible. No es una buena elección para la imagen profesional de Araujo hacer las maletas en estas circunstancias; las propias y las colectivas.

    A Sergio, que no ha dicho ni pío, no le queda otro camino que los goles y el silencio.

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