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Cómo educar a nuestros hijos

Por Pedro José Torres Monzón

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  • 25/03/2014 - 00:14

Falta de Control Parental y Parentaje-Maternaje Patológicos

(Artículo del 25 de junio de 2014)

Los padres se enfrentan a muchos retos relacionados no sólo con la subsistencia inmediata de un hijo sino con los "modelos educativos familiares" desarrollados instintivamente la mayoría de las veces.

La madre y el padre mamíferos cuidan de su cachorro pero a diferencia de los animales, la familia ha de progresar y generar competencias cada vez más sofisticadas y engarzadas en la sociedad actual. Tanto la sobreexposición como el aislamiento sociales no son considerados por los expertos factores protectores de la personalidad del niño, adolescente, joven y adulto.

El padre león o la madre leona difícilmente sirven para algo más que para enseñar a sus cachorros a que subsistan, se defiendan y mantengan comportamientos etológicos genéticamente transferidos.

Asuntos como la agresividad, el apareamiento, el desarrollo del comportamiento, la vida social, la impronta (cualquier tipo de aprendizaje ocurrido en cierta fase crítica) y muchos otros temas nos pueden hacer sonreír desde el civismo y la competencia ciudadana y resultarnos incluso interesantes.
Trasvasemos estos aspectos a una familia "tipo" el nivel económico puede darnos lo mismo e incluso el nivel de estudios; hablaremos de niveles éticos y de comportamientos ciudadanos.

Pensemos en el alcohol, otras drogas, la violencia doméstica, el maltrato, abuso, el descontrol, la falta de normas, los escasos límites, la protección paterna/materno filial a ultranza, desoír el asesoramiento de expertos: profesorado, técnicos asesores en orientación, psicólogos, pedagogos, ... parece grandilocuente pero pensemos en el día a día de una familia "tipo": horarios respetados, obligación de cumplir con el deber de trabajar, ir al centro educativo, deber de estar en casa a una hora, realizar tareas, deporte, cumplir con responsabilidades domésticas según su edad y posibilidades.

En mi ámbito laboral insisto a las familias que asesoro en que las órdenes hay que darlas mirando a los ojos, sin gritar y de manera firme; en que los pequeñines, los niños, deben tener responsabilidades sencillas: colocar juguetes en su lugar, recoger su material de estudio, ayudar a poner la mesa, llevar a la lavadora la ropa sucia, acompañar al papá a comprar, regar una planta que puede ser "su planta" y desde luego ... exigir responsabilidades por su incumplimiento o felicitar efusivamente (abrazo, beso, ¡qué grande eres!) cuando cumpla. Adaptemos todo ello a otras edades: debemos contar con un colaborador o colaboradora en casa con sus responsabilidades no con un inquilino torpe y tirano que exija lo que no debe o en casa no se puede lograr.

Papá león o mamá leona se mostrarán indecisos, no generarán criterios comunes de actuación; mamá podrá ser normativa y papá más laxo, mamá manejará la información del centro educativo y papá probablemente no conozca qué curso se encuentra cursando su cachorro.
¡Exageraciones! , pensará usted querido lector pero no, no,...

El control se genera día a día

Podemos intoxicar a nuestro hijo desde pequeñito y no fisiológicamente sino con escasez de comportamientos cívicos en casa y en la calle. Los padres, tutores legales, la familia monoparental han de ser modelos de comportamientos y conducta diaria: la colaboración de ambos padres en casa, el empleo del diálogo, la utilización del consenso, de la mediación para la resolución de conflictos, toma meditada de decisiones entre ambos progenitores. Reglas pocas pero claras y precisas. Reglas pocas pero acordes a la edad y entendimiento de los hijos.

No debemos preocuparnos si nos equivocamos, si erramos: la familia perfecta no existe. Se hace y rehace diariamente pero siempre con unos principios básicos que han de consolidarse día a día: el empleo de la palabra y no del grito, el empleo de la escucha y no de la sordera selectiva, el empleo de la austeridad frente a la ostentación, el empleo de la verdad frente al engaño institucionalizado en la familia: Mamá no cuenta a papá lo sucedido para evitar que éste tome medidas disciplinarias o viceversa.

El control parental se genera día a día. Como hemos relatado, resulta ridículo llamar a gritos a un niño que se encuentra jugando a la play-station o viendo la televisión en otro lugar. Las órdenes no tienen nada que ver con un estilo educativo impositivo o escasamente democrático en el seno del hogar. Nuestros hijos, nuestros escolares o bachilleres no son nuestros amigos; flaco favor a su formación. Somos sus padres, sus profesores o sus tutores pero nunca sus colegas.

Escucho con frecuencia a las mamás que saludan a sus hijos llamándoles "tíos": ¿qué pasó tía? A papás que recogen a sus hijos en el colegio y apenas los felicitan por el esfuerzo hecho a lo largo del día. A mamás que escuchen lo que escuchen de sus hijos permanecen impasibles asidas a un falso vínculo de maternaje sin reconocer que su educación deseduca.

Si no frenas un coche puedes estrellarte... entonces por qué no frenar (limitar) a nuestros hijos cuando sabemos que no están haciendo bien las cosas. Muy de moda se encuentran programas tipo "Súper Nanny", "Hermano mayor", intuyo que usted, estimado lector, debe imaginar por qué. Las familias emplean modelos poco educativos, escasamente sostenibles y nada consolidados. ¿Modelos viciados? ¿Modelos economicistas?

Continuando con el ejemplo automovilístico pretendemos que nuestros hijos circulen sin límites cuando nuestras carreteras de vida llevan un límite de velocidad de cuarenta: el niño exige y como hay que darle lo que pide, no somos capaces de darle un cariñoso NO.

El NO educa, el límite educa, la norma educa, la toma de decisiones reflexiva que puede resultarle a un niño, chico o joven frustrante también educa.

No educa lograr objetivos sin esfuerzo

Lo que NO educa es un SÍ permanente y cansino, un lograr las cosas (play-station, móvil de última generación, una moto, un coche, dinero para salir con los colegas,...) sin el más mínimo esfuerzo demostrado. Eso no educa. Reguemos diariamente una planta sin darle las condiciones óptimas y evidenciaremos en poco tiempo lo que sucede. Puede pasar lo mismo con tu hijo.

Así que piensa antes de actuar, antes de querer ganarte el cariño, el aprecio o el amor de tu hijo con regalos materiales: eso se llama chantaje y tus propias emociones pueden abonar el terreno para el descontrol parental engañándote tú mismo.

A estas alturas y en la tercera entrega imagino que intuyes a lo que me refiero con Control parental o maternal y su versión/visión patológica.
Una madre me relataba en una ocasión que para preservar la libertad de su hijo (4 años), reunía todos los muebles del salón en el centro del mismo para que el niño pintara y rayara las paredes.

Otra con más poder adquisitivo y psicóloga de profesión me narraba que no había comprado muebles para la sala de su casa con el fin de que sus hijos - eran dos y adolescentes - jugaran al frontón en las paredes del mismo porque, para ella, lo fundamental era que los niños crecieran libres.

En otra ocasión, me entrevisté con una pobre señora que afirmaba/se preguntaba para qué iba a terminar Secundaria su hija siendo ésta modelo como era y la verdad que la niña era muy mona.

Debo informar que ninguna de estas cuatro personas, hijos de estas tres madres, han tenido un pasado afortunado ni un presente halagüeño.

Omito dar otras referencias por si aquí se vieran reflejados.

Conocemos las claves del control parental por tanto; no sólo es la disciplina, son las normas implícitas y explícitas, los límites claros y concretos como si de un código de circulación se tratara: no puedes circular a 100 en la red urbana; no puedes ir a 120 por el barrio. Y esto hay que ejemplificarlo a los niños y preguntarles por qué: Ellos son inteligentes y seguro que lo explicarán a sus padres. Cuando les pregunto individualmente o en grupo el porqué, son ellos mismos los que concluyen en que te multan, el coche se te va de las manos, puedes atropellar a alguien, matar a alguien,... trasvasemos esos datos a la vida de nuestros hijos.

¿Estás dispuesto a que tu hijo o hija conduzca a 120 km/h en una vida en la que debe conducirse a 60?

El vínculo afectivo no se compra, el vínculo no se garantiza atendiendo a las necesidades básicas del niño o joven; si no sería muy simple el ser madre, padre.

El vínculo implica cariño y cuidado. En un primer momento resultará muy fisiológico: amamantar, atender, cuidar, alejar a nuestros hijos del peligro (lo mismo que las leonas).

Este vínculo propio de los mamíferos más desarrollados grupalmente se va especializando a medida que la cría (el niño) va creciendo y haciéndose más autónomo; efectivamente el vínculo va progresando y especializándose, no desapareciendo o diluyéndose.

Un vínculo dinámico y adaptado a la edad y condición de nuestro hijo contribuye a generar control parental y equilibrio familiar y cuando nos referimos aquí al término familia lo hacemos en el sentido de la diversidad de estructuras familiares y parentales garantizada en nuestros derechos civiles.

Pensemos en la madre/padre con un vínculo estancado, sin progreso, presuntamente patológico. ¿Cómo se puede tratar a un chico de 18 años con los mismos moldes empleados cuando contaba 12 años? Me dirán que esto no sucede.

En el modelo educativo de padres presuntamente patológicos la única variable que cambia es la "exigencia" del hijo. Permanece inalterada la falta de progresión en las responsabilidades personales, educativas, familiares y morales; permanecen inalterados los difusos y laxos límites y una autoridad en permanente cuestionamiento.

Esta tipología de padres intuye una mayor autonomía de su hijo por el hecho de ser mayor: pensamiento absurdo y una variable independiente de la autonomía y la competencia cívica; o lo que es más simple: por el hecho de cumplir años no se es más autónomo y más cívico.

Señal de alerta que debemos de atender si en estos momentos estamos pasando por situación parecida. Atender a tu hijo (como en los inicios de su vida) no es entenderlo ni comprenderlo y tampoco reconvertirlo.


La importancia de poner normas en casa

Poner límites claros y razonables es una de las tareas para que los niños/as no se conviertan en pequeños/as "tiranos/as" y aprendan a convivir con los demás.

Algunos consejos prácticos a la hora de poner límites a los/las hijos/as son los siguientes:

1. Mostrar objetividad. Es frecuente oír: "pórtate bien" o "sé bueno". Dichas expresiones pueden resultar imprecisas. Los/las niños/as lo entenderán mejor si se ponen las normas de una forma más concreta ("habla bajito en la sala " o "dame la mano para cruzar la calle").

2. Ofrecer opciones. Dar a los/las niños/as la oportunidad limitada de decidir cómo cumplir las "órdenes". Así sienten una sensación de poder y control, reduciendo las resistencias ("es la hora de vestirse, ¿quieres elegir un traje, o lo hago yo?").

3. Ser firmes. Ejecutar con voz segura, sin gritos, y con mirada seria en la cara lo que se quiere hacer cumplir ("vete a tu habitación ahora" o "¡para!, los juguetes no son para tirar").

4. Acentuar lo positivo. Expresiones como el "no" o "para!" dicen lo que es inaceptable pero no explican qué comportamiento se debería tener.
Es más oportuno decir a un/una niño/a lo que debe hacer ("habla bajo") antes de lo que no debe hacer ("no grites").

5. Mantenerse al margen. Cuándo se dice "quiero que te vayas a la cama ahora mismo", se está creando una lucha de poder personal con los/las niños/as.
Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma impersonal ("son las 8, hora de acostarse" y se le enseña el reloj).

6. Explicar el porqué. Evitar dar una larga explicación que les distraiga, es decir, manifestar la razón en pocas palabras ("no muerdas a las personas. Eso les hará daño" o "si tiras los juguetes de otros niños, ellos se sentirán tristes porque les gustaría jugar con ellos").

7. Sugerir una alternativa. Así aprenden que sus sentimientos y deseos son aceptables
("no sé si te gustaría mi pintura de labios, pero eso es para los labios y no para jugar. Aquí tienes un lápiz y papel a cambio" o "no te puedo dar un caramelo antes de la cena, pero te puedo dar un helado de chocolate después".

8. Ser consistente. Las rutinas y reglas de la familia deben ser consistentes días tras día (hora de comer, acostarse, etc.), aunque se esté cansado o indispuesto.

9. Desaprobar la conducta, no al niño/a. Dejar claro a los/las niños/as que la desaprobación está relacionada con su comportamiento y no directamente con ellos/as.

En vez de decir "eres malo" (desaprobación del niño/a), se puede decir "no muerdas" (desaprobación de la conducta).

10. Controlar las emociones. Cuando se está muy enfadado, se castiga más seriamente y se puede sin quererlo ser más abusivos verbalmente y/o físicamente.

SÍNTESIS: Las familias deben poner las normas que consideren justas, exigir que se cumplan, actuar con seguridad y firmeza, desde el conocimiento de los niños/as y el cariño que tienen a sus hijos e hijas, sabiendo que son el modelo a imitar y sabiendo que la valoración y respeto son una meta y una guía para ellos/as.

22 de diciembre de 2012


1 a 5 años: Rasgos evolutivos generales de la etapa

El niño pasa, en estos años, por dos etapas, la de la expansión de su subjetividad y la de la exploración de la realidad externa, que coinciden, en general, con la edad del jardín de infancia y los años preescolares. Del egocentrismo propio del primer año el niño evoluciona para ir integrándose poco a poco en el mundo que le rodea.

En este desarrollo, la maduración psicomotriz es decisiva. Cuando el niño cumple el año, empieza a andar: el "gateador" de la última parte del primer año se convierte en "correteador"; desde esa nueva posición, el niño observa el mundo con una nueva perspectiva, amplía su horizonte y puede acercarse y manipular lo que le rodea a su antojo.

La inteligencia del niño se transforma, pudiendo representarse las cosas sin estar éstas presentes y utilizar el lenguaje para ordenar tanto su mundo interno (primeras expresiones de sus emociones) como el externo (comienza a nombrar las cosas).

Afectivamente el desarrollo en esta época es muy grande pues el niño aprende a controlar impulsos y deseos en una especie de "negociación" en la que él se adapta a las normas familiares a cambio de amor y valoración.

Una vez que han quedado definidos y más o menos aceptados los límites que desde la familia (y la sociedad) se le imponen, el niño entra en la edad de la latencia, alrededor de los cinco años, a partir de la cual se produce un fuerte desarrollo intelectual y un acercamiento progresivo alos demás niños, avances que se ven favorecidos si el aprendizaje del control de los impulsos ha sido resuelto sin demasiado conflicto emocional.

PSICOMOTRICIDAD

La motricidad y el psiquismo van unidos sobre todo en estos primeros años aunque en los próximos, incluso las mismas tareas escolares se pueden considerar ejercicios de psicomotricidad.

Alrededor del año de edad el niño comienza a andar, de un modo vacilante, balanceándose, separando los pies e inclinando el cuerpo hacia delante para mantener el equilibrio, y poco a poco va reorganizando y consiguiendo el control de la musculatura desde la gruesa a la más fina.

Importancia especial tiene la constitución de la imagen corporal que es la representación mental que el niño se hace de sí mismo. Esta imagen corporal no coincide con el esquema corporal en la medida en que en la imagen interviene otros factores, fundamentalmente afectivos, que la hacen subjetiva: es una imagen que no coincide con la corporalidad objetiva sino que está determinada por la valoración e importancia que él y los que le rodean dan a cada parte de su cuerpo: esta imagen influirá, en el futuro, en el concepto de sí mismo, y en la autoestima.

Según Gesell el niño ...

A los dos años:

Puede bajar y subir escaleras sin ayuda pero usando los dos pies en cada escalón

Es capazde acercarse a una pelota y darle un puntapié

Le gustan los juegos bruscos y los revolcones

Puede dar la vuelta a las hojas de un libro de una en una

Construye torres de seis cubos y ensarta cuentas con una aguja
si es necesario puede permanecer sentado algunos ratos

A los tres años:

Construye torres de nueve o diez cubos

Puede modular su forma de correr y hacer variaciones de velocidad

Sube las escaleras sin ayuda alternando los pies

Puede pedalear en un triciclo

A los cuatro años:

Sabe brincar a la "pata coja"

Mantiene el equilibrio en un solo pie durante varios segundos

Al lanzar una pelota, echa el brazo hacia atrás y la tira con fuerza

Puede abotonarse la ropa y hacerse la lazada en los zapatos

A los cinco años:

Brinca con soltura y salta

Llega a conservar el equilibrio sobre las puntas de los pies varios segundos

Está capacitado para realizar ejercicios físicos y danza


Usa el cepillo de dientes y el peine

Puede dibujar la figura de una persona

Inteligencia, imitación y juego: la evolución de la conducta adaptativa

En el primer año de vida la adaptación al medio se realizaba por medio de la inteligencia senso-motriz: a los estímulos del entorno se correspondía una respuesta motora lo más adecuada posible. A partir del segundo año la inteligencia se convierte en representativa al interiorizarse los aprendizajes en forma de imágenes mentales de una complejidad simbólica creciente.

La inteligencia representativa es de tipo intuitivo desde los cuatro a los siete años. De este carácter intuitivo da idea el siguiente experimento: se le presentan al niño dos vasos iguales que él llena con la misma cantidad de bolitas; si después se echa el contenido de uno de ellos en un vaso más alto y delgado dirá que hay más bolitas dado que la altura de las mismas en dicho vaso es mayor.

Otro ejemplo que muestra la representación subjetiva del mundo es el siguiente: el niño ante un reloj de arena cree que ésta cae más rápido cuanto más rápido realiza él la actividad que le encomendamos.

Este tipo de inteligencia, en la que ya aparecen las imágenes mentales pero de estilo aún intuitivo o subjetivo nos muestra al niño con una idea animista o mágica del universo, con su acción o pensamiento el niño cree influir en la realidad externa, confunde la causalidad física con la motivación psicológica: por ejemplo, el sol sale porque el se despierta y necesita que sea de día

La inteligencia es un proceso de adaptación al medio, de complejidad creciente, en el que interaccionan asimilación y acomodación: la imitación es un ejemplo del proceso de acomodación, siendo el juego representante de la asimilación .

La imitación y el juego son dos actividades del niño en las que confluyen aspectos intelectuales y emocionales y que muestran ese carácter subjetivo que tiene la inteligencia del niño en esta etapa así como la utilización de imágenes mentales.

El niño comienza a representar una acción o un objeto sin tenerlo físicamente presente y se produce una interiorización de los gestos y acciones que ha aprendido en la etapa anterior. El juego y la imitación se unen en este aprendizaje: así el niño que ha visto un coche en movimiento puede imitar con su mano dicho movimiento en su juego sin que el vehículo esté presente.

La imitación en esta etapa de la inteligencia representativa es simbólica: el niño interioriza un objeto real en forma de imagen, que no es fotográfica sino que está cargada de significación y de subjetividad; toma del objeto que imita aquello que le impresiona y tiene para él un valor simbólico; por ejemplo, el lobo feroz de los cuentos es, sobre todo, una gran boca.

También la imitación es una forma de identificación con el comportamiento de personas significativas para él, es una forma de querer ser como esa persona. Es una edad en la que se suele imitar el comportamiento del padre o de la madre según el sexo del niño.

Por otra parte, el juego es, en esta etapa, esencialmente asimilación simbólica, aunque también es imitación pues todavía no es capaz de la suficiente imaginación o inventiva: así el niño juega a ser un perro imitando alguna característica del mismo que le impresiona.

Además del aspecto puramente intelectual del juego hay que considerar el componente de elaboración de situaciones emocionales que hay en los juegos de los niños a esta edad, juegos no reglados en donde, además de aprender pautas y conductas socializadoras, el niño "digiere" una realidad que le afecta y a veces le angustia.

Lenguaje y socialización. El lenguaje es indisociable del medio familiar del niño. En los primeros meses de vida, la entonación de las palabras de la madre les daba significado; ahora una palabra es toda una acción: "guau" tal vez significa "ese perro que me asusta con sus ladridos", es decir, el niño emplea la palabra-frase con la que se expresa no un objeto concreto sino una situación determinada.

Más tarde, alrededor de los tres años, el niño comienza una época de interrogaciones continuas, haciendo preguntas de las que conoce la respuesta; más adelante, a los cuatro años insistirá en los "por qué" y los "cómo", y más que la explicación le interesa ver si la respuesta se ajusta a sus propios sentimientos; no hay que olvidar que es una edad egocéntrica en la que el niño se acerca a los objetos en función de la adecuación de éstos a sus deseos y necesidades.

Pero el lenguaje es tanto expresión de las tendencias individuales como de las influencias exteriores. La conversación que se inicia de modo rudimentario entre madre e hijo tiene también una dimensión social. El niño que oye el "no, no", aprende a posponer la satisfacción inmediata de un impulso a cambio del beneficio del cariño y la aprobación de su madre. Por medio del lenguaje se le transmiten las pautas propias de la cultura en que ese núcleo familiar está inmerso.

El niño desarrolla su personalidad primero en la familia y luego en la sociedad. Los primeros años son de primacía familiar en su vida, pero luego, con su incorporación a la escuela, aparece la necesidad de aprender a convivir con los otros niños.

Su primera experiencia escolar es casi una continuación de su mundo familiar: la maestra es una madre y los compañeros ocupan el lugar de los hermanos; los conflictos que surgen en la escuela son semejantes a los que vive en su casa; por eso, la adaptación a ese nuevo medio estará influida, en gran medida, por el tipo de vivencias que tenga con sus padres y hermanos.

Una forma de elaborar y resolver los conflictos que aparecen tanto en la escuela como en su propio hogar son, además del juego, los cuentos a los que los niños, en estas edades, son tan aficionados: el niño se embelesa oyendo hablar de la gran boca del lobo feroz y abre su boca a la vez que lo hace el lobo; los cuentos le ayudan a elaborar los miedos tan comunes de estos años.

Algunas de las adquisiciones que hace el niño tanto de su personalidad social como del lenguaje, según lo explica Gesell, son,

A los dos años:

utiliza los nombres de cosas, personas, y la palabra-acción
se llama a sí mismo por su nombre en vez de usar el "yo"
la jerga ha desaparecido pero sigue canturreando al decir su o sus palabras
le gusta escuchar y le gusta revivir sus acciones en cuentos en los que él es el protagonista
usa la palabra mío "manifestando un interés inconfundible por la propiedad de cosas y personas"
cuando juega con otros niños no se relaciona con ellos más que físicamente
desconfía de los extraños y no es fácil de persuadir
se ríe con ganas y muestra signos de simpatía o de vergüenza

A los tres años:

comienza a decir frases
disfruta con el preguntar por preguntar
le gusta el soliloquio y el juego dramático en el que practica palabras, frases y sintaxis.
"con el niño de tres años se puede tratar"; es capaz de negociaciones en las que cede para conseguir algo
tiene gran deseo de agradar y pregunta si ha hecho bien lo encomendado
la llegada de un hermano le puede provocar celos, angustia e inseguridad
-habla consigo mismo o como si se dirigiera a un otro imaginado.
empieza a compartir sus juguetes
se puede quitar los botones de delante y de los lados
no sólo se baja los pantalones sino que puede quitárselos
duerme ya toda la noche sin mojarse e incluso suele hacer sus necesidades sin ayuda

A los cuatro años:

Hace preguntas casi sin parar

Le gusta hacer juegos de palabras, "se divierte con los más absurdos desatinos, para atraer la atención del auditorio"

"Su lenguaje es meridiano, no le gusta repetir las cosas"
llega a sostener largas conversaciones, mezcla de ficción y realidad, "tiene mucho de charlatán y algo de irritante"

Es hablador y utiliza con entusiasmo el pronombre personal

Puede vestirse y desvestirse casi sin ayuda

Se hace el lazo de los zapatos, se peina sólo y se cepilla los dientes

Va al baño sólo, preferentemente si hay otros, movido por "una nueva curiosidad que empieza a surgir"

Empieza a formar grupos para jugar de dos o tres niños.

Comparte sus cosas pero a veces tiene arrebatos caprichosos con la intención de provocar

Reacciones en los demás: "puede ser un verdadero sargento para dar órdenes a los demás"
tiene cierta conciencia de las actitudes y opiniones de los demás: es excelente para encontrar pretextos y justificar su comportamiento

A los cinco años:

Parece un adulto en su forma de hablar, sus respuestas son ajustadas a las preguntas que se le hacen

Sus preguntas buscan una respuesta y tiene verdadero deseo de saber

En su deseo de entender el mundo es muy práctico y le gustan los detalles concretos "sin irse por las ramas ni la fantasía"

Distingue sus mano derecha e izquierda pero no las de los demás

Es obediente y puede confiarse en él le gusta colaborar en algunas tareas de la casa

Se muestra protector, a veces, con los más pequeños sabe decir su nombre y dirección

Juega en pequeños grupos de dos a cinco niños prefiere el juego con otros y muestra cierta comprensión de situaciones sociales "la seguridad en sí mismo, la confianza en los demás y la conformidad social son los rasgos personal-sociales cardinales a los cinco años"

MUNDO EMOCIONAL

Durante el primer año de vida el bebé realizó un importante proceso con repercusiones tanto para su vida interna como para sus posibilidades de relación con los demás: primero aprendió a ver a su madre como alguien separado de él; además tuvo que admitir que era la misma madre la que satisfacía sus necesidades como la que las frustraba; y, por tanto, que sus sentimientos de amor y rabia iban dirigidos a la misma persona.

Con todo esto, en el bebé se va organizando un incipiente sentido de sí mismo, un "yo" primitivo y una básica concepción de un mundo material separado de él, lo "no-yo".La integración de ese primitivo yo y la separación de la madre como una sola persona, le hacen reconocer que siente enojo hacia la misma madre a la que ama y necesita, pero también le permite sentir agradecimiento por el amor que recibe a pesar de sus momentos de rabia.

La dificultad para recordar nosotros mismos estas etapas nos hace ver a los niños ajenos a toda esa problemática que, efectivamente, se olvida si se ha resuelto suficientemente bien, pero no siempre transcurre todo felizmente y los problemas se presentan con síntomas de gravedad variable.

El primer año es el de la etapa oral porque la problemática afectiva gira en torno a la alimentación: el destete, el cambio a los alimentos sólidos..., son experiencias del niño con la madre que dan lugar a las vivencias que hemos comentado.

En el segundo año los intereses emocionales del niño giran en torno a la adquisición del control de esfínteres: desprenderse de algo de su cuerpo que el valora, por agradar a su madre, va a poner en juego todo el amor que le tiene. El niño quiere ser "bueno" aprendiendo a controlarse según las pautas que le impone su madre: es la etapa anal.

Al final del segundo año, el niño suele haber controlado sus esfínteres: en general se controla primero la defecación y luego el orinar de modo que al final del segundo año se ha adaptado a la limpieza.

En el curso del tercer año aumenta la curiosidad por los genitales, se interesa por ellos, por las diferencias entre hombre y mujer, por el nacimiento de los niños, por las relaciones sexuales... Es la época del complejo de Edipo, que de un modo muy resumido es el deseo de exclusividad en el afecto de la madre en el caso del niño, y del padre, en el caso de la niña.

Todas las fases que el niño va viviendo no se superan totalmente y, en la pubertad reaparecen problemas relacionados con los conflictos vividos en las etapas oral, anal y genital.

Las mayores dificultades en este período suelen estar marcadas por la inevitable aceptación del tercero, del otro, aceptación que cuesta mucho porque choca con la omnipotencia propia de los primeros años: en el proceso de socialización, que comienza en la familia, se va instaurando el "principio de realidad", es decir, admitir la existencia de los demás con sus propios deseos y necesidades que no siempre coinciden con los del niño, frustrándolo en su intento de imponerse.

La autoestima del niño ha de salir bien librada de esta lucha entre el deseo de autoafirmarse a toda costa y el de admitir también la afirmación de los demás: es un equilibrio difícil y no siempre bien logrado lo que conlleva toda una serie de dificultades en las relaciones, desde timidez a agresividad, y que se manifiestan en el hogar y más tarde en la escuela.

El niño vive todas estas situaciones primeramente en la relación con los padres y después con los hermanos. Los hermanos son niños igual que él, que le disputan el cariño y la predilección de los padres. El deseo que aparece es el de "eliminarlos", deseo cargado de una agresividad más o menos inconsciente y de otros sentimientos como son el miedo y la culpabilidad.

El nacimiento de un nuevo hermanito suele provocar el rechazo del niño que se manifiesta de diversas maneras: en forma de agresión directa o en comportamientos que el niño ya había superado, como es volver a mojar la cama..., y en ocasiones mostrando un exagerado interés por el bienestar del hermanito, interés que llega a confundir a los padres.

Todos estos conflictos, que surgen en la edad en la que el niño aprende las primeras conductas que lo convertirán en un ser sociable, quedan amortiguados y, aparentemente olvidados, en la etapa de latencia, que comienza alrededor de los cinco años y que se alarga hasta la pubertad.

En la pubertad tienen lugar intensos cambios hormonales que harán aflorar nuevamente los problemas que quedaron silenciados en la niñez, que no podrán seguir ya reprimidos, sino que van a ser potenciados por dicha revolución hormonal.

La norma moral y el ideal del yo se empiezan a formar en los primeros años de la vida, modelando el comportamiento del niño según las pautas y normas socialmente admitidas y valoradas y siguen funcionando en la siguiente etapa, de latencia, época de grandes adquisiciones, fundamentalmente intelectuales.

Bibliografía

"El niño de uno a cinco años" Gesell,A (Paidos)
"Psicología del niño" Piaget, J e Inhelder, B (Morata)
"El lenguaje y el pensamiento del niño pequeño" Piaget, J y otros (Paidos)
"La evolución psicológica del niño" Wallon, H (Psique)

27 de octubre de 2012


La teoría de las ventanas rotas

En 1969, en la Universidad de Stanford (EEUU), el Prof. Philip Zimbardo realizó un experimento de psicología social. Dejó dos autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, la misma marca, modelo y hasta color. Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California. Dos autos idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio.

Resultó que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas. Perdió las llantas, el motor, los espejos, el radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y lo que no, lo destruyeron. En cambio el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto.

Es común atribuir a la pobreza las causas del delito. Atribución en la que coinciden las posiciones ideológicas más conservadoras, (de derecha y de izquierda). Sin embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí, cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores decidieron romper un vidrio del automóvil de Palo Alto, California. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx de Nueva York y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre.

¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un vecindario supuestamente seguro es capaz de disparar todo un proceso delictivo?

No se trata de pobreza. Evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología, el comportamiento humano y con las relaciones sociales.

Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que todo vale nada. Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos, cada vez peores, se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional.

En experimentos posteriores (James Q. Wilson y George Kelling) desarrollaron la 'teoría de las ventanas rotas', misma que desde un punto de vista criminológico concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores.

Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro, y esto es algo que parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito. Si se cometen 'esas pequeñas faltas' como estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja y estas pequeñas faltas no son sancionadas, entonces comenzarán a desarrollarse faltas mayores y luego delitos cada vez más graves.

Si los parques y otros espacios públicos son deteriorados progresivamente y nadie toma acciones al respecto, estos lugares serán abandonados por la mayoría de la gente (que deja de salir de sus casas por temor a las pandillas), yesos mismos espacios abandonados por la gente, serán progresivamente ocupados por los delincuentes.

La respuesta de los estudiosos fue más contundente aun, indicando que; ante el descuido y el desorden crecen muchos males sociales y se degenera el entorno.

Tan solo vea un ejemplo en casa, si un padre de familia deja que su casa tenga algunos desperfectos, como falta de pintura de las paredes en mal estado, malos hábitos de limpieza, malos hábitos alimenticios, malas palabras, falta de respeto entre los miembros del núcleo familiar, etc., etc., etc., entonces poco a poco se caerá en un descuido de las relaciones interpersonales de los familiares y comenzarán a crear malas relaciones con la sociedad en general y quizá algún día llegarán a caer en prisión.

Esa puede ser una hipótesis de la descomposición de la sociedad, la falta de apego a los valores universales, la falta de respeto de la sociedad entre sí, y hacia las autoridades (extorsión y soborno) y viceversa, la corrupción en todos los niveles, la falta de educación y formación de cultura urbana, la falta de oportunidades ha generado un país con ventanas rotas, con muchas ventanas rotas y nadie parece estar dispuesto a repararlas.

La teoría de las ventanas rotas fue aplicada por primera vez a mediados de la década de los 80 en el metro de Nueva York, el cual se había convertido en el punto más peligroso de la ciudad. Se comenzó por combatir las pequeñas transgresiones: graffitis deteriorando el lugar, suciedad de las estaciones, ebriedad entre el público, evasiones del pago del pasaje, pequeños robos y desórdenes. Los resultados fueron evidentes..
Comenzando por lo pequeño se logró hacer del metro un lugar seguro.

Posteriormente, en 1994, Rudolph Giuliani, alcalde de Nueva York, basado en la teoría de las ventanas rotas y en la experiencia del metro, impulsó una política de 'tolerancia cero'.
La estrategia consistía en crear comunidades limpias y ordenadas, no permitiendo transgresiones a la ley y a las normas de convivencia urbana.

El resultado práctico fue un enorme abatimiento de todos los índices criminales de la ciudad de Nueva York.

La expresión 'tolerancia cero' suena a una especie de solución autoritaria y represiva, pero su concepto principal es más bien la prevención y promoción de condiciones sociales de seguridad.

No se trata de linchar al delincuente, ni de la prepotencia de la policía; de hecho, respecto de los abusos de autoridad, debe también aplicarse la tolerancia cero.

No es tolerancia cero frente a la persona que comete el delito, sino tolerancia cero frente al delito mismo.
Se trata de crear comunidades limpias, ordenadas, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la convivencia social humana.

VOLVER A LEER Y DIFUNDIR ESTA TEORÍA

La solución a este problema yo no la tengo, estimado lector, pero he comenzado a reparar las ventanas de mi casa, estoy tratando de mejorar los hábitos alimenticios de mi familia, le he pedido a todos los miembros de la familia que evitemos decir malas palabras delante de nuestros hijos, también hemos acordado no mentir, ni siquiera mentiras pequeñas, porque no hay mentiras pequeñas, ni grandes, una mentira es una mentira y punto, hemos acordado aceptar las consecuencias de nuestros actos con valor y responsabilidad, pero sobre todo dar una buena dosis de educación a nuestros hijos, con esto espero comenzar a cambiar en algo lo que antes hubiera hecho mal, he soñado que los míos algún día repitan esto el día de mañana, con la finalidad de que los hijos de mis hijos, o los nietos de mis hijos vean algún día, un nuevo Mundo, un Mundo sin ventanas rotas.


¿Por qué puede perjudicar a tu hijo una infancia perfecta?

Por Judsen Culbreth

Los comentarios que los maestros solían anotar con tinta roja en las tareas y los exámenes escolares, antes considerados aleccionadores porque lo llamativo de ese color obligaba a leerlos, están pasando a la historia. En muchos lugares, las escuelas están cambiando el apremiante color rojo por tonos como el azul y el morado. "Mis alumnos de primer año se asustan cuando ven algo escrito en rojo", afirma una maestra."Yo uso tinta azul o negra para anotar comentarios. Son colores menos agresivos".

En un torneo deportivo al que mi hijo, Charlie, asistió cuando tenía seis años, le dieron un trofeo sólo por participar. Todos los chicos recibieron un trofeo, cada uno por un mérito distinto. El que recibió Charlie, que entonces era un poco desaliñado y no se ataba bien los cordones de los patines de hockey, fue por "pulcritud".

Como a casi todos los niños de edad preescolar, a Will, le gusta hacer dibujos, en especial para su mamá, Jennifer. Al principio ella alababa efusivamente cada una de sus creaciones. Todos los dibujos le parecían ingeniosos, asombrosos, verdaderas obras de arte. Un día, después de garabatear unas cuantas líneas en un papel, el niño, de cuatro años, se acercó a ella y le dijo: -Mira, ¿no es hermoso?

Es hora de afrontar la realidad. En su afán por ofrecerles a los niños las condiciones para que tengan una infancia maravillosa y se sientan felices, seguros y exitosos, muchos padres y maestros se van a los extremos. Decididos a hacer cualquier cosa (lo que sea) con tal de que sus hijos tengan una vida mejor, muchos padres caen en el engaño de que se puede crear una infancia perfecta. A esos hombres y mujeres se los llama "padres helicóptero" porque todo el tiempo revolotean sobre sus hijos y les organizan la vida hasta en el menor detalle. Creen con fervor en el mito de que la autoestima de un niño depende de que jamás sufra la más mínima adversidad, frustración o contratiempo. Pero contra lo que piensan muchos padres y maestros, esa manera de criar a los niños -tratar de evitar a toda costa que sufran-, causa más daño que beneficio. "Todos los padres amamos con locura a nuestros hijos, pero cuando los idolatramos -e idealizamos- no les hacemos ningún favor", dice Betsy Hart, residente de la zona de Chicago, quien tiene cuatro hijos y es autora del libro "It Takes a Parent" ("Se necesita un padre"). De hecho, estas buenas intenciones suelen tener justo el efecto contrario.

Los niños no pueden descubrir sus potencialidades ni sentirse satisfechos de sus logros si les prodigamos elogios falsos que sólo les hinchan el ego y les impiden tomar conciencia real de lo que son y lo que pueden hacer. Hay firmes pruebas científicas de que los elogios inmerecidos pueden ser perjudiciales a la larga, sobre todo para los adolescentes ingenuos e influenciables. Es más, los niños que tienen padres sobreprotectores y que los ayudan todo el tiempo no desarrollan el temple, el arrojo y las habilidades necesarias para resolver los inevitables problemas de la vida.

"Los errores son experiencias que preparan a los niños para el futuro", señala el doctor Robert Brooks, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Harvard y coautor de varios libros sobre la crianza infantil. "Cuando los padres acuden al rescate de un niño y hacen las cosas por él, el mensaje que le transmiten es éste: ‘No creemos que seas capaz de resolver las cosas. No estamos seguros de que puedas salir adelante solo'". Otros expertos coinciden con él: para tener una vida plena y ser competentes en la edad adulta, los niños necesitan la libertad de cometer errores con más frecuencia. Solo así aprenderán a triunfar.

EL PROBLEMA DE LA SOBREPROTECCIÓN

Se les ve por todas partes: padres bienintencionados pero exigentes y arrogantes que arman alborotos tremendos en las escuelas y en las canchas deportivas. En algunos distritos escolares se ha vuelto común que esos padres autoritarios presionen a los maestros para que cambien calificaciones. "¡Mi hija ya tiene ocho años!", dicen. "¡Sólo le faltan 10 para que vaya a la universidad!" Los entrenadores y directores de otras actividades extraescolares se enfrentan a lo mismo. Sharon Czelusniak, entrenadora de fútbol femenino infantil desde hace ocho años en Queens, Nueva York, cuenta una experiencia: "Tuvimos que lidiar con muchos padres que querían que sus niñas jugaran solo de delanteras, aunque nuestro método consiste en enseñar a las pequeñas a jugar en todas las posiciones".

Los padres y madres que pelean tozudamente por calificaciones perjudican no sólo a los niños, sino a todo el sistema escolar. Algunos estudios muestran, por ejemplo, que los problemas de "relación con los padres" son una de las principales razones por las que los maestros novatos deciden abandonar las aulas para dedicarse a otras profesiones que, según ellos, les resultan menos desquiciantes.

"La generación del milenio (los nacidos en los años 80 y 90) es la más sobreprotegida y vigilada de la historia de los Estados Unidos", afirman Neil Howe y William Strauss en su libro Millennials Rising ("El despertar de los hijos del milenio"). Por diversas razones, sus padres, que son de la generación de la posguerra, y otros adultos no han dejado de vigilarlos desde que nacieron. Aunque nadie recomienda que volvamos a los tiempos de las orejas de burro y los castigos en un rincón, tratar de no herir el ego de los niños puede llevarnos a exagerar. La doctora Elisabeth Guthrie, coautora de "El problema de la perfección", se cuestiona:"Cuando un niño contesta mal una pregunta en la escuela, ¿en verdad le sirve de algo que su maestro le diga: Ésa es la respuesta correcta a otra pregunta?". Si las tablas de multiplicar o la capital de Angola están abiertas a la interpretación, ¿qué pueden aprender los niños? Cuando no hay respuestas erróneas y cuando la disciplina y el esfuerzo parecen relativos, ¿para qué molestarse en estudiar? (Por cierto, la capital de Angola es Luanda.)

¿Cómo pueden los padres ayudar a sus hijos sin revolotear sobre ellos como helicópteros? Para empezar, los expertos aconsejan ser realistas respecto a las habilidades de los niños y ser más honestos con ellos. Según el neuropediatra Mel Levine, "los chicos necesitan ser capaces de evaluar sus fuerzas y debilidades a fin de mejorar su desempeño". Para ello, requieren comentarios claros y aliento realista por parte de los adultos a quienes respetan. Levine afirma que la autoevaluación cobra particular importancia entre los 11 y los 20 años.

Estudios recientes sobre el desarrollo neurológico muestran que durante esa etapa madura la región frontal del cerebro y se fortalecen aún más las conexiones neuronales. Cuando esa parte del cerebro comienza a especializarse, los niños y los adolescentes empiezan a explorar sus intereses y pasiones, a concentrarse en ellos y a buscar un campo de actividades que los lleve a obtener logros toda la vida y a la verdadera autoestima. Lo que menos necesitan durante esa etapa son datos falsos.

LAS PISTAS QUE NOS DAN LOS CHICOS

"La supervivencia humana siempre ha dependido de la información que recibimos del entorno en respuesta a nuestras acciones", señala Russell Barkley, profesor de psiquiatría de la Universidad Estatal de Nueva York.

Cuando estamos haciendo mal las cosas, agrega, nuestro cerebro se da cuenta de inmediato "y envía un alud de advertencias: ‘Esfuérzate más', ‘Haz otro plan' o ‘Detente, estás cometiendo un error' ". Literalmente, no podemos engañarnos (ni dejar que nos engañen) y creer que todo está bien cuando no lo está. Así que "los niños no obtienen ningún provecho cuando se les dora la píldora", concluye Barkley.

Como descubrió Jennifer Theodore, la madre de Will, si elogiamos más de la cuenta puede salirnos el tiro por la culata. "Ahora -señala-, en vez de decirle a mi hijo que todo lo que hace es una obra de arte, lo desafío diciéndole: ¿Qué más puedes hacer? O discutimos por qué nos gustan más unos dibujos que otros. Todavía es pequeño, pero está aprendiendo a esforzarse para hacer bien las cosas".

Según los expertos, esto les sucede a todos los niños. Cuando no realizan bien algo, no tardan mucho en darse cuenta. "Los chicos, aun los más pequeños, tienen una asombrosa habilidad para descubrir la verdad", dice la doctora Guthrie.

Sin embargo, cuando un padre interviene, la conciencia que el niño tiene de sí mismo se altera y esto le impide percatarse de sus fallas y sus limitaciones. "Los padres que exageran pueden menoscabar la participación del niño en el desarrollo de sus propios procesos mentales", explica una profesora de psicología de la Universidad de Illinois.

En vez de intervenir de manera resuelta e inmediata, los padres deberían esperar y mantenerse atentos a las pistas que los niños dan cuando requieren ayuda. Los psicólogos llaman "andamiaje" a este apoyo diferido o latente. "Existe una necesidad humana universal de dominar tareas sin ayuda, un impulso de superación", dice Berk. "Cuando los padres traspasan los límites, corren riesgo de afectar la motivación natural de sus hijos". Como adultos, nuestro trabajo más bien consiste en asegurarnos de que los niños sepan que esperamos que se esfuercen y alcancen metas.

Algunas de las expresiones de los más pequeños reflejan la necesidad innata de autonomía. "Yo solo" y el tan conocido "¡No!" significan "Quiero hacerlo yo aunque me salga mal" (los padres, por supuesto, suelen verse obligados a ayudarlos en la mayoría de las ocasiones).

A partir de los 18 meses de edad, los niños muestran sus impulsos innatos y necesidades de competencia diciéndose palabras motivadoras en voz alta. "Cuando uno escucha a escondidas esa charla privada -dice la profesora Berk- se entera de lo que al niño le parece un desafío, lo que quiere dominar". Al llegar a la edad preescolar, esa conversación se transforma en un soliloquio mental. Pero no pierde fuerza ni valor: la comunicación con uno mismo sigue siendo una importante herramienta de autocontrol.

En muchos casos, el principal mensaje de la voz interna es Yo puedo hacerlo. Lo voy a intentar. Los padres arman ese andamiaje de optimismo en sus hijos cuando exteriorizan ante ellos sus pensamientos positivos y demuestran en su presencia sus estrategias cotidianas. Por ejemplo, una madre podría decirle a su hijo: "Ésta es una receta difícil. Lo mejor será que comience por picar todas las verduras".

CONSERVAR LA CERCANÍA

Si los padres renuncian al mito de la infancia perfecta, los hijos pueden obtener algo mejor: una buena infancia. Eso está intentando lograr una madre de Alabama, quien parece tener una aptitud natural para la maternidad. Todas las noches se sienta junto a su hijo de 10 años, a supervisar que haga la tarea, pero no lo ayuda; se limita a escuchar con atención mientras él le cuenta lo que está aprendiendo.
Según un informe del Proyecto de Evaluación Nacional del Progreso Educativo, de Estados Unidos, los alumnos que hablan en casa sobre sus estudios, sacan mejores calificaciones en lectura en promedio. La oportunidad de comentar y reflexionar sobre los conocimientos y destrezas que adquieren en clase les servirá a estos estudiantes aplicados durante toda su vida escolar.

Mientras ese mismo niño ayuda a su madre a quitar la mesa, le cuenta lo que piensa. Algunas veces el tema es su sueño de llegar a ser policía algún día. Su madre estimula esa visión del futuro de su hijo y la relaciona con sus logros en el presente. "Los policías tienen que resolver problemas, ¿sabes?" -le dice-, como tú resolviste problemas en la clase de ciencias". Y cuando el chico visita a su madre en su trabajo como técnica en acondicionamiento físico, el entusiasmo que ella pone en sus tareas le da un ejemplo de buen desempeño en la profesión que eligió.

Esa madre es lo que Robert Brooks llama "un adulto carismático": una persona que ayuda al niño a aprender cosas significativas sobre sí mismo. "Esta atención afectuosa permite a los chicos desarrollar fortaleza interna y una mentalidad adaptable", dice.

En vez de elogios excesivos, sobreprotección y ayuda constante por parte de su madre, Cornelious, así se llama ese niño, está recibiendo atención, comprensión, apoyo y el mejor regalo de la infancia: la oportunidad de ser él mismo.

(Traducción de Pedro J. Torres Monzón)
21 de noviembre de 2011


Especialización en paternidad y maternidad

Por Pedro Torres Monzón

La gran mayoría de padres y madres no tienen la conciencia ni la oportunidad de prepararse para saber cómo tratar a sus hijos y lograr que éstos desarrollen sus potencialidades intelectuales, una personalidad equilibrada y relaciones sociales positivas. La forma en que piensa, siente y actúa una persona adulta depende en mucho de la manera en que se haya relacionado con sus padres durante la infancia y la adolescencia. Si cambiamos la manera de tratar a los niños de hoy estaremos construyendo mejores adultos del futuro, un país mejor, una humanidad nueva. A continuación presentamos algunos principios fundamentales para lograr una positiva relación entre padres e hijos que pueden servir como una orientación básica.

1. DIÁLOGO SÍ; IMPOSICIÓN NO
Muchos adultos piensan que sus hijos deben obedecerlos por principio de autoridad aunque no comprendan por qué se les dan determinadas indicaciones. Si no obedecen se les castiga, incluso con golpes. Estos padres no consideran importante atender y comprender los puntos de vista de sus hijos, piensan que no tienen capacidad. Algunos efectos de esto son: resentimiento contra los padres, temor, inseguridad y nerviosismo, rebeldía, irracionalidad, apatía, timidez, mentiras frecuentes

En lugar de esa actitud impositiva es conveniente intentar que los hijos comprendan las razones que existen para hacer algo o dejar de hacerlo. Establecer el diálogo con ellos significa fundamentalmente escuchar con atención sus puntos de vista y tomarlos en cuenta para llegar a una conclusión aceptable. Un niño que es educado a través del diálogo desarrolla confianza en sí mismo y en los demás, aprende a razonar y a ser responsable.

2. JUEGO Y CONVIVENCIA PADRES-HIJOS
La mayoría de los padres no juega o juega muy poco con sus hijos. Se considera que los adultos no deben intervenir en juegos infantiles o se sienten impropios. En realidad, la interacción entre los padres y los hijos a través del juego es una de las formas de acercamiento afectivo más importantes.

El juego entre padres e hijos favorece la confianza, la comprensión y el afecto mutuo, lo cual facilita la convivencia y el apoyo en otras esferas de la vida.

3. INTIMIDAD POR DIADAS
Un niño como un adulto tendrá más motivación e interés en diferentes aspectos de la vida en la medida en que sienta confianza para compartir sus sentimientos, experiencias e ideas con personas cercanas. Puede lograrse mayor profundidad en la comprensión y la confianza a través de la charla y la convivencia entre solamente dos personas. Por ello, además de las convivencias y charlas familiares donde participan varios integrantes de la familia, es importante que los padres procuren los espacios de convivencia diádica, es decir, entre dos personas; lo que involucra tanto el espacio para la relación de pareja, como momentos en que la interacción es exclusiva y cercana de cada padre con cada uno de los hijos, así como entre hermanos. Esto promoverá una mayor cohesión y un ambiente más armonioso en toda la familia.

4. ¿PREMIOS? ... O MEJOR "APRECIO ESPONTÁNEO"
No es conveniente ofrecer continuamente premios a los hijos a cambio de que ayuden en alguna actividad o logren una calificación en la escuela. Es mucho más conveniente dar caricias, palabras positivas, detalles y regalos de una manera "espontánea", pero cercana en el tiempo a las acciones positivas de los menores. Eso sí, es conveniente que los padres estén atentos y valoren expresamente cada pequeño avance positivo de sus hijos, en lugar de atender principalmente a sus acciones negativas, como generalmente se acostumbra. Ante las acciones negativas es necesario aplicar la mayéutica como se explica más adelante.

5. EVITAR EL CASTIGO, RESPETO MUTUO
Se ha demostrado que el castigo, sea físico o verbal, únicamente produce consecuencias negativas y realmente no es efectivo para lograr algún cambio positivo. Es fundamental pedir y capacitar a los padres para que eviten pegar o regañar a sus hijos, pues estarán logrando lo opuesto de lo que pretenden. Si castigan a sus hijos, ellos les perderán confianza, sentirán rencor, se volverán rebeldes o tímidos, inseguros, mentirosos, etc.

Experimentos han demostrado que el efecto del castigo leve o moderado suele ser transitorio y luego es contraproducente. Cuando el castigo es muy severo puede hacer que una conducta desaparezca pero deja huella poco educativa. Es importante saber que el efecto traumatizante de los castigos disminuye cuando es mayor la proporción de afecto y reconocimiento positivo que se brinda a los niños.

6. MANEJO DE LÍMITES ENTRE PADRES E HIJOS
Es muy importante que los padres sean respetuosos de la integridad de sus hijos, al mismo tiempo que exigen que ellos les respeten. Los padres deben mostrar claramente su molestia y desacuerdo con las faltas al respeto y con el no cumplimiento de acuerdos por parte de los hijos. Orientarlos, definir límites claros y mostrar el desacuerdo sin castigarlos. Si un niño no colabora razonablemente, o no cumple los acuerdos, es derecho de los padres disminuir de manera proporcional la colaboración hacia el niño. Así los niños aprenden los límites de los padres, aprenden ellos a manejar límites hacia sus padres y hacia otras personas. Entienden que es valiosa la colaboración mutua y participan con gusto.

7. DECIR "SÍ" CUANDO NO HAY RAZONES PARA DECIR "NO"
Debido a la dinámica común, los padres muchas veces están predispuestos a negar la aprobación de las peticiones que les hacen sus hijos. Sólo cuando éstos insisten mucho o hacen berrinche, los padres ceden de mala gana, pero favoreciendo que los menores aprendan a molestarlos como una manera de lograr lo que quieren. En lugar de esto, es conveniente estar predispuestos a decir que sí a las peticiones de los hijos, salvo que haya razones claras y suficientes para decir que no, y en este caso es importante mantenerse firmes y no ceder por la simple presión de los menores. Mantener la firmeza es distinto a dejar de atender y comprender los argumentos razonables que puedan tener los hijos.

8. EVITAR LA SOBREPROTECCIÓN Y DELEGAR RESPONSABILIDADES
La sobreprotección es una de las formas de destrucción de la autoestima y la seguridad más efectivas. Los padres sobreprotectores son ansiosos y se adelantan a tomar la iniciativa para resolver situaciones de los hijos, sin dar el tiempo razonable para que ellos se ocupen de lo que les corresponde: cuando se caen sin gran daño no permiten que intenten levantarse por sí mismos, están demasiado preocupados porque coman, están al pendiente de que hagan la tarea para la escuela y de que se levanten temprano, insistiendo en avisarles reiteradamente de cada cosa. Es lo que un filósofo alemán llamó "robo de responsabilidad". Esos padres no delegan en sus hijos responsabilidades en la medida que crecen, provocando que los niños no desarrollen habilidades y capacidades para manejar por sí mismo las situaciones. Paradójicamente, al ver cómo se vuelven irresponsables e inútiles, esos mismos padres les regañan y reclaman airadamente y con desesperación su falta de voluntad, de compromiso y de desarrollo, con lo cual destruyen aún más su autovaloración. Después de grandes discursos de reclamo, esos padres otra vez vuelven a la sobreprotección, haciendo un círculo vicioso muy dañino.

Para el fortalecimiento de la autoestima y la consolidación del sentido de sí mismo y del mundo, es fundamental el sentido de responsabilidad y percibirse como alguien útil y capaz de hacer.

De allí la importancia de encargar a los hijos determinadas responsabilidades conforme van creciendo. Desde los 2 años de edad pueden empezar a cooperar en actividades sencillas siguiendo indicaciones; a partir de los 4 años de edad pueden asumir pequeñas responsabilidades sin tener la indicación en el momento y a partir de los 7 años pueden encargarse de su autocuidado y de cooperar con los padres teniendo responsabilidades generales. Un niño, como un adulto, se siente relevante y satisfecho en la medida en que su aportación es valiosa en la familia, entre sus amigos, en la escuela y en actividades laborales. Los niños, como los adultos, deben trabajar moderadamente, en la medida de sus capacidades, y disfrutar de los beneficios de su trabajo con la cooperación de los demás, sin que nadie abuse o los explote.

9. LA MAYÉUTICA PARA EL MANEJO DE DESACUERDOS O ACCIONES "NEGATIVAS"
Comúnmente los adultos hacen un monólogo frente a los hijos para explicarles lo que deben o no deben hacer. Sócrates utilizaba la mayéutica para hacer razonar a su interlocutor mediante preguntas sistemáticas. Esta técnica es muy útil en la educación en general, y especialmente con los hijos.
Cuando un padre estés en desacuerdo o tenga un conflicto en relación con su hijo, en lugar de castigarlo, reprimirlo, regañarlo o mostrarse indiferente, puede aplicar la mayéutica a través de cuatro preguntas guía para lograr una solución exitosa. Las preguntas deben ser expresadas de manera cordial y amigable, no en forma de chantaje o con enojo.

a) ¿Qué ocurre o qué ocurrió?
Es necesario escuchar con calma la versión del niño o adolescente, apoyarlo para que exprese completo su punto de vista, aunque no se esté de acuerdo con él. Los padres pueden usar varias preguntas para entender con claridad y precisión lo que el niño expresa.
b) ¿Qué opinas de lo que hiciste o estás haciendo? (Valoración).
Es indispensable que el menor reconozca sin presiones que su actuación NO ha sido la mejor posible. A través de preguntas sucesivas se puede lograr que razone y vea algunas consecuencias negativas o absurdos derivados de lo que ha hecho. Dos preguntas clave son: ¿Recomendarías que lo que tu hiciste o has estado haciendo lo hicieran todas las personas en situaciones similares? ¿Qué sucedería si todos actuaran de esa manera?
c) ¿Qué propones o qué podrías hacer? (Alternativas).
Aún niños pequeños, de 2 o 3 años, son capaces de proponer opciones razonables para hacer frente a las situaciones que han causado conflicto. Un secreto psicológico fundamental es que un niño, como un adulto, se compromete mucho más con lo que él mismo dice y no tanto con lo que otra persona le indica. Sus propuestas pueden ser complementadas o retocadas por el adulto para hacerlas más efectivas.
d) ¿Podrás lograrlo?... ¿seguro? (Desafío y mentalización).
Este tipo de pregunta provoca que el niño reitere una o dos veces su convicción de cumplir con lo que ha propuesto, lo cual aumenta la probabilidad de que así lo haga. Es lo que llamamos mentalización: la creación de un circuito mental para que ante la ocurrencia de una situación determinada la propuesta generada aparezca de inmediato como forma de reaccionar, logrando su efectividad.
Generalmente esta técnica resulta exitosa, aunque no necesariamente implica un cambio de una vez y para siempre. Es necesario volver a los cuatro pasos mencionados si no hay cumplimiento o se falta, analizando precisamente los motivos por los cuales no se cumplió con lo propuesto.

10. CUENTO O GUIÑOL MAYÉUTICO
El cuento o guiñol mayéutico es muy importante usarlo con niños entre 1 y 3 años de edad, pero podría ser útil aún con niños mayores, e incluso con adolescentes y adultos.
El padre o la madre dice al niño o a un grupo de niños que les va a contar un cuento o que lo va a presentar en teatro guiñol. Genera una trama con varios personajes y situaciones como las que están siendo un problema: niños que no quieren comer, o que rechazan ser inyectados ante una enfermedad, etc. Los personajes tienen nombres chistosos, llamativos e ilustrativos de su actitud. Cada personaje representa una posible actitud o manera de actuar ante la situación. El cuento transcurre narrando la acción de cada personaje y las consecuencias lógicas o naturales de su manera de actuar (evitando manipular la lógica). Alguno de los personajes tiene resultados muy negativos con su manera de actuar, otro tiene resultados regulares, otro tiene resultados buenos y otro más puede tener resultados excelentes. Los personajes que lograron resultados menos buenos aprenden del ejemplo del que tuvo mejores resultados y al final todos logran éxito.

Para ser efectivo el cuento debe, además, tener los siguientes ingredientes: fantasía, misterio, cambios emocionales, sorpresa y magia. Además de que la narración debe ser muy descriptiva y amena para mantener la atención de los niños.
Si usted aplica los principios que le hemos propuesto, logrará una positiva y constructiva relación con sus hijos. Sólo en casos demasiado complicados se requiere de la asesoría profesional de la orientación psicopedagógica especializada o psicólogo infantil cualificado.

4 de octubre de 2011


Cinco modos de fomentar una conducta deseada

Por Pedro Torres Monzón

- Toda relación entre padres e hijos implica algún tipo de conflicto.

- Mientras haya individuos pensantes, habrá diferencia de opiniones y eso es positivo.
- Es muy importante saber reconocer un problema y atajarlo en el momento que surge.
- ¿Se puede imponer ciertos límites a nuestros hijos sin necesidad de iniciar una guerra?
- ¿Por qué no soportan los padres que sus hijos los desafíen?
- El que su hijo lo desafíe no significa que haya fracasado como padre, sea incompetente o esté fuera de lugar.
- A muchos de nosotros nos han hecho creer que los buenos padres controlan siempre sus actos y la conducta de su hijo.
- Cuando su hijo se pase de la raya nunca piense que ha fracasado como padre o madre.

Pero vamos por partes:

La mejor manera de acabar con las peleas es evitarlas desde el primer momento, alentando conductas positivas y aceptables y disuadiendo a los hijos de comportarse de manera negativa e inadmisible.
Conozcamos cinco modos de fomentar la conducta deseada:

1.- SORPRÉNDALOS SIENDO BUENOS Y POSITIVOS

Los niños suelen repetir las conductas que llaman la atención.
Por desgracia, tendemos a pasar por alto las ocasiones en que nuestro hijo hace lo que decimos: recoger juguetes, hacer deberes, jugar sin armar jaleo, irse a la cama sin montar un drama,... No los felicitamos, no los abrazamos, no les damos las gracias, no les damos un achuchón (a los más pequeños).
Pero sí nos fijamos, reservamos atención y energía en que NO hace las cosas que queremos.
¡Pues muy mal señores padres y madres y abuelos! Positivemos la neurona.
Toma buena nota de lo que tu hijo hace.
Agradécele sus acciones de forma directa. Si se trata de un niño pequeño mostrar agradecimiento con un abrazo, un beso, una palmadita en la espalda, sonrisas, varios ¡Oooh!
Comente su buen comportamiento con otras personas.
Deje que oiga conversaciones en las que usted ensalza de forma entusiasta los méritos de la conducta del pequeño.

2.- RECONOZCA CUALQUIER MEJORA

Tome buena nota de cualquier pequeño esfuerzo aunque esté convencida de que su hijo puede hacerlo mejor. "Quiero que sepas que me he dado cuenta de que te estás esforzando".
El hecho de que usted perciba la mejora se fortalece la voluntad de su hijo de intentarlo de nuevo.
Esfuerzos como:
Sacar notas más altas en la escuela.
Se levante antes por la mañana.
Se cepille los dientes si decirle nada.
Se coma la sopa sin rechistar.
No se lo calle... muestre elogios, dígale lo bien que lo está haciendo.

3.- OFREZCA ESTÍMULOS

• Niño menor de 10 años.
Considere la posibilidad de hacer una tabla donde relacione tareas caseras que su hijo o hija pueda hacer. En esa tabla irá poniendo una estrella o una cara sonriente cada día que lo haga mejor. Cumplida una semana con estrella muéstrese generoso y creativo.
Tareas caseras: Colaborar haciendo la cama, recoger juguetes, poner ropa sucia en lavadora, acompañar al padre o madre dándole las trabas de la ropa, poner bajo el volumen de la tele, no gritar, ser amable con las visitas, no tener berrinches, ...
Premios: Ir al parque, dar un paseo, comer una pizza, tomar un helado, leerle un cuento en voz alta, jugar a las cartas, jugar a un juego, mirar fotos de familia, trabajos manuales, invitar a un amigo a merendar en casa, abrazos y besos, hacer un queque en casa, dejar que sus amigos se queden a dormir, chucherías.

• Niño mayor de 10 años.
Ofrézcale privilegios. Están muy condicionados a que cuando hacen algo mal, le quitamos o restringimos la actividad: sin tele, sin postre, sin salida; por ello esta técnica puede hacer milagros. Privilegios del tipo levantarse más tarde, salida extra, jugar una partida más a las cartas, quedarse algo más tarde con los adultos, al más tarde viendo la televisión, comer en una hamburguesería, pizzería.

4.- OFREZCA ALTERNATIVAS DONDE EL NIÑO PUEDA ELEGIR

Siempre que sea posible plantee una elección en lugar de darle una sola orden.
¿Cómo?
• No digamos: ¡Cállate!
Opción: Puedes quedarte aquí y jugar sin hacer ruido o bien salir afuera y hacer todo el ruido que quieras.

• No digamos: Ponte la chaqueta.
Opción: ¿Qué chaqueta prefieres la roja o la verde?

5.- USE LA DISTRACCION

Intentar desplazar la atención del niño hacia otro objeto o situación.
• En lugar de preguntarle: ¿Quieres ponerte el cinturón de seguridad?
Opción: ¿Quieres que te cuente la historia de... mientras te pongo el cinturón?
Póngalo poco a poco en práctica e irá advirtiendo resultados. Recuerde que nadie ha nacido perfecto.

En próximas entregas les iré asesorando sobre otros temas de interés para la educación de los niños, pero si desea que tratemos algún tema de su interés, póngase en contacto con la redacción de www.tintaamarilla.es y difunda nuestra web entre sus familiares y amigos.

Las Palmas de Gran Canaria, 7 de agosto de 2011


El error de dormir en la cama de los papás

Por Pedro Torres Monzón

¿Cuántas veces han optado por llevara su cama éste se despierta por la noche?. Son muchos los padres que recurren a este hábito para evitar que sus hijos lloren. Ésta es una mala costumbre. De esta manera, lo único que conseguimos es que el niño logre su objetivo: no dormir solo y acabar metido en la cama de sus padres.

Una vez que el niño ha adquirido este hábito es difícil acostumbrarlo a que duerma solo en su cama.
Para conseguirlo tenemos que seguir una serie de pasos explicando a nuestro hijo que debe aprender a dormir solo en su habitación y en su cama.

Debemos iniciar un ritual que debe quedar establecido a la hora de dormir al niño: contaremos un cuento, le daremos un beso de buenas noches y le explicaremos que volveremos dentro de un rato.
Poco a poco iremos consiguiendo nuestro objetivo, es decir, que el niño se quede solo en su habitación aunque sea despierto. Todo esto sin dejar de combinar ternura y firmeza a la vez.

NO ESTAMOS ANTE UNA TAREA FÁCIL
Hemos planteado la teoría, pero en la práctica nos encontraremos con niños que intentarán por todos los medios volver a la rutina anterior. Llorarán desconsoladamente para captar la atención. Los más pequeños no entienden que deben dormir solos lo que es normal, ya que están acostumbrados a vivir rodeados de sus padres y familiares y para ellos es muy duro el momento en que deben quedarse solos. Algunos niños llegan al vómito debido a su estado de excitación.

No debemos perder la calma, es sólo una reacción nerviosa.
En esos casos, debemos acercarnos a nuestro hijo hacerle ver que estamos a su lado, decirle que no pasa nada. Nos quedaremos con él hasta que se calme y le haremos entender que vamos a estar en la habitación de al lado para todo lo que necesite.

Con los días, aumentaremos los tiempos de espera y en lugar de aproximarnos cada cinco minutos a la habitación de nuestro hijo, lo haremos cada diez. Poco a poco iremos notando cómo el niño va adquiriendo más confianza y se queda solo más tranquilo. De esta manera, el pequeño empezará a dormir solo sin reclamar nuestra presencia.
Como conclusión, es fundamental para la consecución de este objetivo:
1. Saber que es "normal" que busque el acompañamiento incluso por la noche.
2. Los padres deben mantener la calma ante estas situaciones.
3. Éstos también deberán acordar rutinas diarias: el acuerdo y la perseverancia fortalecen la llegada de la conducta deseada.
4. No retroceder en los avances conquistados.
5. Nuestro hijo menor no puede ver que perdemos la calma y nos está ganando el pulso.
6. Lo "irregular" es generar respuestas a conveniencia de nuestro hijo y lo "regular, positivo y fortalecedor" generar respuestas que convengan a la educación de nuestro hijo.

24 de julio de 2011


Educando en la asertividad a nuestros hijos

Por Pedro Torres Monzón

OLGA CASTANYER, en su libro "La asertividad: expresión de una sana autoestima" [Ed. Desclée de Brouwer, 6ª edición, 1997], lo define de forma sencilla como la capacidad de autoafirmar los propios derechos, sin dejarse manipular y sin manipular a los demás. La persona asertiva conoce sus propios derechos y los defiende, respeta a los demás, por lo que no piensa ganar en una disputa o conflicto sino que busca de forma positiva los acuerdos.


En pocas palabras podemos decir que la persona asertiva:
1.-Sabe decir "NO" o mostrar su postura hacia algo:
Manifiesta su propia postura ante un tema, petición, demanda.
Expresa un razonamiento para explicar/justificar su postura, sentimientos, petición.
Expresa comprensión hacia las posturas, sentimientos, demandas del otro.
2.-Sabe pedir favores y reaccionar ante un ataque:
Expresa la presencia de un problema que le parezca debe ser modificado.
Sabe pedir cuando es necesario.
Pide clarificaciones si hay algo que no tiene claro.
3.-Sabe expresar sentimientos:
Expresa gratitud, afecto, admiración...
Expresa insatisfacción, dolor, desconcierto...
Una vez que hemos recordado estas premisas nos toca ahora ver cómo hacemos para trasladar estos conocimientos a los hijos que como sabemos, están en formación y requieren nuestra atención y cuidados.
Sabemos que nuestros defectos y virtudes son fruto de las experiencias y mensajes que en su día nos transmitieron los mayores que nos rodeaban y ahora somos nosotros quienes tenemos la responsabilidad, la obligación de influir en los más pequeños y educarlos según los patrones de conducta más adecuados y entre ellos está el de ser asertivos. La asertividad se aprende, no es innata. Se aprende con la práctica y debemos reconocer que es una obligación moral enseñarles a saber estar y comportarse tanto con los iguales como con los adultos.

PRINCIPIOS BÁSICOS PARA APRENDER A SER ASERTIVOS
Para llegar a conseguir este fin de transmitir al niño la conducta asertiva debemos tener en cuenta unos principios básicos de los que debemos destacar el ambiente que rodea al individuo. El ambiente influye en la autoestima de tal forma que un niño que es querido y respaldado y él lo siente así, desarrollará una sana autoestima y una seguridad en sí mismo. Por otro lado, unido al ambiente encontramos las personas que rodean al niño, esto es, los padres y profesores que resultan importantísimos para el niño puesto que son los que refuerzan las conductas positivas y son los modelos a imitar por los más pequeños.

Según lo que acabamos de decir, existen unas actitudes generales a tener en cuenta para educar en la asertividad y que además influyen en la construcciónde una adecuada autoestima. Estas actitudes las podemos enunciar del siguiente modo:

1. Atención a las proyecciones: los adultos tendemos a proyectar nuestros propios temores y experiencias negativas en los hijos. Protegemos a los niños cuando anteriormente hemos sufrido burlas y los hacemos desconfiados. Esta actitud la transmite el padre con sus actitudes, sus comentarios... (cuando estamos continuamente pendientes de lo que los demás dicen de nosotros...) A cambio, lo que debemos hacer es aceptar al niño con sus ideas y actitudes y dejarle tener las experiencias. El papel del adulto en este caso es transmitir al niño su opinión si éste la pide y únicamente limitarnos (mientras esto no ocurra) a aconsejar o contar nuestras propias experiencias huyendo de los planteamientos categóricos y del establecimiento de reglas.

2. No confundir un error puntual con una característica de la personalidad. Debemos cuidar los mensajes que dirigimos a los niños y la forma de hacerlo. Un niño que de forma reiterada recibe el mensaje de que es malo, termina asumiendo ese rol, creyendo que realmente es malo porque además recibe el mensaje de alguien en quien confía que puede ser su madre, su padre o su maestro.

3. Las expectativas hacia los niños deben ser razonables y adecuadas a su nivel y edad. A cada nivel madurativo le corresponden unas pautas de conducta. El problema para los niños se presenta cuando se les exigen cosas para las que todavía no se encuentran preparados (determinadas responsabilidades...)
Cuando vemos que el niño no es asertivo...

Tanto en la escuela como en casa podemos intervenir para ayudarle salvando las diferencias del medio y los factores que pueden influir. La asertividad se puede enseñar de forma indirecta (se trata de todo lo que podemos influir en el niño sin que él se dé cuenta) o directa (con técnicas concretas).
Para empezar con las formas indirectas podemos hacer lo siguiente:

En primer lugar, describir objetivamente el "problema" que presenta el niño y una forma sencilla es la de escucharle, dedicarle tiempo para descubrirlo, ser empáticos (ponernos en su lugar y ver el problema desde su punto de vista.

Cuando el niño no toma la iniciativa a contarnos cómo se encuentra, qué le pasa, debemos ser nosotros los que demos el primer paso, pero para ello es fundamental encontrar ese tiempo que muchas veces no encontramos o no queremos encontrar.
En realidad se trata de ser empáticos con el niño, es decir, ponernos en su lugar y ver el problema desde su punto de vista.

Por otro lado, en este proceso de ser más asertivos, debemos hacerles conscientes de algo que suele pasar desapercibido y son los "derechos". Es a través de las conversaciones diarias, comentando noticias... como podemos introducir el tema de los derechos y así el niño irá incorporando a sus conocimientos el de la existencia de unos derechos que él tiene que respetar, pero que también han de respetarse en él.

REFUERZO DE CAPACIDADES

Una buena idea es reforzar las capacidades. Cuando el niño se comporte de forma correcta, es adecuado dirigir un halago hacia el chico como "muy bien, has demostrado que eres capaz para controlar la situación y decidir por ti mismo". Ya sabemos que el halago como elogio que es, debemos aplicarlo con cuidado y no abusar de él porque puede perder el efecto deseado e incomodar al niño. Como criterio a seguir podemos considerar que cuando una conducta está instaurada no precisa ser alabada y nos debemos fijar en otra conducta más difícil o todavía por conseguir.

Por último, hay que cuidar el lenguaje con que nos dirigimos a los niños. Debemos reflexionar si nos dirigimos de forma positiva y constructiva ("la próxima vez hazlo mejor") o negativa y destructiva ("no debes hacer así esto") El lenguaje positivo implica expresarse de forma afirmativa y fijarse en lo positivo. El lenguaje negativo hace hincapié en lo erróneo, en los defectos...
Pasemos ahora a analizar las formas directas que tenemos a nuestro alcance para enseñar en la asertividad.

En numerosas ocasiones el individuo conoce su dificultad para afrontar un problema de relación con los demás aunque sí es consciente de que ese problema existe. Es decir, sabe qué debe hacer pero no sabe cómo hacerlo. Para superar esa situación es necesario que los adultos guiemos su comportamiento, analicemos con él la situación que lleva a que el niño se sienta incómodo, los antecedentes que la caracterizan y las consecuencias que siguen. En definitiva, debemos formar "equipo" con él.

LA SEGURIDAD ES IMPRESCINDIBLE

Lo primero que hay que transmitir es seguridad, confianza en que el problema tiene solución y los adultos tienen que ser los primeros en creérselo. Esto que decimos tiene especial importancia en casos como el de los niños que se sienten acosados por algún compañero de clase y no sabe cómo afrontar el problema. Las consecuencias son que el niño está agobiado, angustiado, este estado emocional influye de manera negativa en su estado anímico y por supuesto en su rendimiento académico. En un caso similar, el adulto (padre, madre...) debe estar al lado del niño y ayudarle, analizando por qué se produce este acoso y cuál debe ser la respuesta del niño.

Por tanto, el adulto debe ensayar con el niño la situación problemática, imaginarse las situaciones problemáticas y peligrosas y afrontarlas. Es importante ofrecer al niño varias alternativas de conducta. Esto conlleva que el niño amplíe su capacidad de decisión. También es bueno ponerle al niño ejemplos concretos de casos similares que el adulto conozca y, si puede ser, explicar cómo se superó la situación.
Un principio importante a tener en cuenta es que no debemos esperar avances de forma inmediata. Al contrario, debemos considerar que hay que avanzar poco a poco, con seguridad y que el niño perciba cada avance como un éxito y esto redundará en aumento de seguridad.

Las Palmas de Gran Canaria, 14 de julio de 2011


El decálogo del miedo

Orientar a los niños en la distribución de las tareas del hogar

Nadie dice que los niños deben hacer las tareas de los grandes, pero hay ciertas cosas en las que ellos pueden colaborar y con las que harán de la casa un ambiente más agradable. Además, si se les enseña a tener ciertos hábitos en el hogar, serán adultos ordenados e íntegros.

Por Pedro Torres Monzón

El primer paso es pedirles que no den más trabajo del que ya requiere la casa en sí. Y este principio les debe ser inculcado desde antes de los 7 años, porque entre esta edad y los 11, los niños adquieren determinados hábitos de sana convivencia familiar.

Luego de esto, se pueden establecer ciertas reglas que se deben respetar para mantener el orden establecido, además se les enseñará a valorar el trabajo. Éstas son, por ejemplo:
1. La ropa sucia no se tira al suelo. Debe dejarse en el lugar indicado.
2. Los desperdicios se arrojan al basurero.
3. Las toallas se dejan colgadas en la percha.
4. Las puertas no se cierran a portazos ni se abren a patadas, porque se ensucian, rompen y contaminan acústicamente.
5. Al llegar del colegio las mochilas y el uniforme se dejan ordenados, no tirados en el suelo.

APRENDIENDO VALORES

Cada uno de los hábitos que los niños puedan hacer en el hogar son signos de buena crianza; aunque deban ser enseñados con muchísima perseverancia.

Estos valores harán de ellos, adolescentes y adultos conscientes de lo que es vivir en una casa ordenada, les enseñará a utilizar de mejor manera los recursos disponibles, sabrán lo que es trabajar en equipo y entenderán que lo que hagan o dejen de hacer tendrá repercusiones en la vida de quienes los rodean.

COLABORACIONES

Una vez que han aprendido los hábitos de limpieza y orden en el hogar, y que esto funcione a la perfección, es hora de pedirles mayor colaboración.

Claro que esta ayuda extra debe ser solicitada con buenas palabras, a modo de ayuda, explicándoles el por qué y de acorde a la edad del niño; porque obviamente un chico de 8 años no puede hacer lo mismo que uno de 14. Ahí hay que ocupar la intuición y el sentido común. Estas colaboraciones podrían ser:

1. Mantener su pieza, escritorio y clóset ordenados.
2. Preparar su ropa de colegio para el día siguiente.
3. Hacer la cama los fines de semana.
4. Contestar el teléfono cuando suena.
5. Recoger lo que está tirado.
6. Comprar el pan o el diario (sólo si el lugar es cerca, no lo expone a peligro y el hijo tiene la edad adecuada para hacerlo).
7. Poner la mesa (bajo la misma premisa anterior).
8. Cuidar al hermano menor (sólo en casos en que sea un adolescente sobre los 15 años, por tiempos comprensibles y sin que esto le quite la posibilidad de ser niño también. Es decir, ésta no es su obligación, sino que es una colaboración esporádica. Hay que tener cuidado en este sentido, para no caer en la tentación de pedir a los adolescentes encargos familiares para los que todavía no están maduros.).

HACIÉNDOSE GRANDE

Cada niño debe tener sus obligaciones, esto lo ayuda a ser responsable de sus cosas y de sus acciones.

Es decir, que si un adolescente llega a los 12 años (o incluso a los 16) sin saber hacerse cargo de sus cosas, los responsables son los padres, ya que lo han sobreprotegido y lo tratan como un niño, cegándose a ver sus capacidades.

Por esta razón, no hay que subestimar a los hijos porque ellos son capaces de ser muy útiles en la casa y, por lo mismo, saben hacer de ella un hogar armónico si reciben la orientación necesaria por parte de los padres.

Ahora bien, hay que tener en claro que este tipo de ayudas, más que exigibles, son inculcables. Y es importante dejar en claro que la familia es un equipo, y que la ayuda no es un castigo.

ATENCIÓN

Existen ciertas acciones que podrían arruinar la educación de los hijos en este ámbito. Por eso hay que tener ojo con:

• Todos son capaces de colaborar. Esto es, no discriminar por sexo, porque uno nunca sabe si es el hombre el que más necesitará a futuro estos hábitos.
• Cuando tus hijos colaboren, no vayas detrás corrigiendo lo que hacen. Hay que tolerar la cama con el cubrecama chueco, los cubiertos puestos en otro orden o los vasos mal enjuagados. Por lo tanto, tienes que creer en él y darle tiempo para aprender.
• Descubre las habilidades de tus hijos y encárgales cosas de acuerdo a ellas.
• Deja de lado la sobreprotección y valora las capacidades de tus hijos. Ellos pueden hacer muchas cosas que tú haces por ellos.
• Recuerda que los niños aprenden de los ejemplos, más que de los consejos.
• Cuando le pidas que colabore contigo hazlo pidiéndole por favor, y agradeciendo cada vez que cumpla con ellas. Si cumple constantemente con las obligaciones, hazlo notar cada vez que se pueda.


Es muy común escuchar a muchas madres comentar cómo la rutina hogareña las ha sobrepasado, o cómo existen algunos días en el mes en que todo se convierte en un caos.
Sobre todo se trata de esos días en que no está la nana, cuando nadie se hace cargo de nada: La ropa se encuentra tirada, la cocina desordenada y hay desparramo por doquier. Todo eso sumado a las críticas que llegan de todos lados porque nada funciona como debería.

¿Qué está pasando? ¿Nadie te ayuda en casa? ¿Tus niños ya no te hacen caso? ¿Hay alguna solución? Claro que sí. Y lo mejor es partir desde el inicio.

Para Patricia Sobarzo, jefe de consejería del Centro Nacional de la Familia (Cenfa), estos desajustes en la rutina familiar tienen que ver con tres conceptos claves: reglas claras, ejemplo y comunicación.

Son conceptos que, si se tienen en cuenta, ayudarán a hacer más fácil la convivencia familiar, sobre todo, la relación entre padres e hijos.

REGLAS CLARAS

Los niños -desde pequeños- deben ser tratados como sujetos, es decir, personas que puedan expresarse y dar su opinión.

"Hay que permitir que los niños expresen sus sentimientos. Sólo así se sentirán parte del grupo familiar, valorados y a quienes se le pide su opinión", explica la profesional.

A partir de ese punto a los padres les será más fácil integrar a los niños dentro de la dinámica familiar.

"No se puede dar una única guía en este aspecto, ya que las dinámicas cambian dependiendo de cada familia. Hay familias en que al niño se le pide que haga su cama o ayude a lavar los platos, en otras no. Pero seguramente en ambas familias se le exigirá que sea responsable en sus obligaciones escolares.

Esas obligaciones no serán vistas como una carga por el niño, porque si desde su primera infancia se incluyen dentro de la dinámica familiar, serán interiorizadas por él como algo natural, no una imposición".

EJEMPLO

Según teorías sicológicas una de las claves para aprender patrones de conducta son los modelos. Para la profesional no hay nada más pedagógico que un modelo a seguir.

"Cuántas peleas hay en los hogares porque ninguno de los niños pone la mesa, o recoge su ropa sucia. ¿Qué pasó aquí? Seguramente a esos niños se les ordenó muchas veces que colaboraran en su casa, pero seguramente nunca observaron a su padre o a alguien mayor realizar esa actividad. Por lo tanto, les parece extraño", dice Sobarzo.
"Para un niño pequeño es más importante ver una conducta a que le repitan mil veces una orden. No hay nada mejor en educación que el ejemplo, o sea, seguir un modelo. Es por esa misma razón que no existe nada más agotador que pedirle ayuda a un adolescente. Es casi imposible, porque si ya no le enseñaron en la niñez será muy difícil que adquiera esa conducta posteriormente", sostiene.

COMUNICACIÓN

Nunca está de más recordar que el principio de toda relación es una buena comunicación. "Todos en una familia deben expresar lo que sienten. La mayoría de los desacuerdos tiene que ver con malos entendidos" explica la profesional.

Según Patricia Sobarzo, uno de los problemas más usuales en una familia son los permisos, ya que los padres no conversan con sus hijos, sino que imponen su criterio.

"A veces los padres son poco flexibles, les es difícil cambiar pautas y creen que un hijo de quince años debe comportarse como otro de cinco años. Cuando lo ideal sería conversar con el hijo mayor, saber cuáles son sus intereses y llegar a un acuerdo", explica.

En este punto, la consejera dice que tanto los padres como los hijos repiten pautas aprendidas. Por eso es fundamental arreglar los conflictos familiares a tempranas edades, ya que si no, éstos repercutirán en el futuro.

"Se debe tener en cuenta que hay dos etapas decisivas en la niñez y son muy semejantes, cuando los niños tienen entre dos o tres años, y luego en la preadolescencia, a los diez y once años. En ambos períodos los niños toman conciencia de sí mismos. En esas etapas los niños exigen más independencia, y si los padres no supieron tratarlos en los primeros años tendrán los mismos conflictos más adelante porque ambos tenderán a repetir su conducta".

Las Palmas de Gran Canaria, 13 de junio de 2011


Los celos infantiles

Por Pedro Torres Monzón

Ante la llegada de un nuevo miembro en la familia, los padres además de pensar que sus hijos se beneficiarán aprendiendo unos de otros, sienten inseguridad de que se enfrenten y surjan conflictos. La rivalidad es algo normal, es una competencia por obtener el cariño de los padres que sin sobrepasar un cierto grado ocurre con normalidad en todas las familias. Depende de los padres que este "grado de normalidad" no sobrepase los límites de tranquilidad en la familia. El primer paso se dará bastante tiempo antes del nacimiento; alrededor del segundo trimestre de embarazo se debe informar al niño, mejor ambos, padre y madre, sin fantasear. Hacer ver al hijo que el nuevo miembro es de todos, es "nuestro bebé" y todos le querremos y cuidaremos.

También les dará buen resultado hacer participe a su hijo en los preparativos del hermanito; dejarle opinar sobre la nueva habitación y si hay que cambiarle a otra, hacerlo al principio para que no sienta que el "bebé" le quita su dormitorio.

Cuando tengamos oportunidad de visitar algún amigo que haya tenido un hermano, debemos hacerlo para que se familiarice con los comentarios cariñosos e inevitables hacia el bebé y vaya normalizando su trato con un niño pequeñito.

Es muy aconsejable que escuche los latidos del corazón y sienta sus 'pataditas'. Siempre deberán los padres dejar claro al niño que le quieren mucho, así como al bebé, y que el cariño no va a disminuir cuando vega el nuevo miembro. Dejarle claro que no va a perder su puesto.

Cuando el nacimiento del hermanito se produzca en una etapa evolutiva en la que el niño es vulnerable ha de tenerse mucho cuidado porque pueden producirse situaciones de celos intensos. Algunas de estas etapas son:

a) El destete.
b) Dormir en una habitación distinta a la de los padres.
c) Etapa de logro de control de esfínteres.
d) Entrada al Preescolar.

Un buen momento para elegir la llegada de un bebé sería hacia el año y medio o dos años, aunque como hemos dicho, no es posible evitar por completo que el niño experimente una pérdida de privilegios y 'exclusión' con la madre.

El primer sentimiento de rivalidad y sensación de perder esa exclusividad con su mamá la tiene el niño cuando descubre que a ésta le gusta hacer otras cosas y con otras personas además de con él, por ejemplo con su papá. Asumir este triángulo ya supone una gran decepción.

Los celos en sí mismos suponen que el niño cree perder lo que piensa que ha tenido. También existen los celos con envidia que sería querer conseguir lo que el niño cree no tener porque lo tiene el otro.

Hay padres que consideran 'malo' que el niño sienta celos y creen que esto es un defecto. Pero debemos conocer que los celos son universales, es decir, forman parte de las características de todo el ser humano y que desaparecerán cuando con el paso del tiempo comprueban que no hay motivos.

Para que la inquietud del niño dure lo menos posible es muy bueno hablar sobre estos sentimientos. Hablar supone que los niños son conscientes de lo que les está pasando y que también tienen confianza en que sus padres podrán ayudarles. Además, tendrá un efecto relajante al saber que no son los únicos a los que les ocurre algo así.

¿CÓMO SE MANIFIESTAN LOS CELOS EN LOS NIÑOS? Son tan múltiples las formas como los individuos o las familias. Pero destacaremos algunos comportamientos fácilmente observables y frecuentes:

1. Rivalidad abierta: se manifiesta de forma verbal hacia el otro: "no quiero al hermanito", "quiero que te lo lleves", etc.
2. Actuaciones agresivas hacia el bebé: de la palabra se pasa a la acción; el niño le quita los juguetes a su hermano, le tapa la nariz, etc.
3. Hostilidad hacia la madre: con formas de actuación que saben que molestan a la mamá: "desobedecer", "oposición sistemática hacia lo que se le pide", etc.
4. Hostilidad hacia sí mismo: "te vas a enfadar conmigo"...
5. Regresar a comportamientos más infantiles: "ponme el chupete", "hablan como si fueran más pequeños", etc.

Dentro de cada familia los niños encontrarán la primera ocasión para relacionarse, para resolver situaciones conflictivas y para ubicarse en un núcleo social. Considerando la importancia de este punto también debemos valorar el lugar que el niño ocupa en el ámbito familiar. Los niños que tienen hermanos tienen el entrenamiento cuando llegan a la escuela.

No hay ninguna posición más o menos favorable. Cualquier lugar que se ocupe entre los hermanos tiene ventajas o inconvenientes. Veamos no obstante, algunas características generales y típicas:

EL PRIMOGÉNITO. En él se depositan todas las expectativas e ilusiones de sus padres. También en él se aglutinan las inseguridades y temores e inexperiencias. Ha sido único por un tiempo y recibe con la llegada del hermano un duro golpe a su soberanía. Suele ser el modelo y posee cierta autoridad pero también sufre una gran sensación de responsabilidad.

EL MEDIANO. Puede que sea ésta la posición más difícil. A veces es demasiado mayor para estar con los pequeños y demasiado pequeño para estar con los mayores. Simultáneamente se juzga con arbitrariedad su madurez: a veces es mayor, a veces es pequeño. Sin embargo suele gozar de un éxito social y soltura que no tendrá su hermano mayor.

EL BENJAMÍN. Suele tener dependencia respecto a sus hermanos y con ello será más difícil alcanzar independencia y autonomía. Pueden achacarse a esta posición la inseguridad, testarudez e inestabilidad.

EL HIJO ÚNICO. Es depositario de la dedicación a tiempo completo de sus padres, de su cariño y protección. Ello puede suponer que sea caprichoso o egoísta. Aunque pudiéramos pensar que no tienen celos, no es así. Sufren por el temor a perder el amor de sus padres, de molestarles, etc. pueden sufrir celos de un amiguito.

¿ES NORMAL QUE SE PELEEN Y DISCUTAN? En todas las familias se producen roces, fricciones y peleas que suelen molestar a los padres. Cuando la diferencia de edad entre los hermanos es poca se producen mayores conflictos. Por regla general cuanto más celosos se sientan los hermanos entre ellos, más tendencia tendrán a discutir y pelear.

Siempre que no haya consecuencias graves es bueno dejar que solucionen ellos mismos los conflictos en la familia para que luego sepan resolverlos también fuera de ella. Sólo se ha de intervenir si el daño que pudiera hacerse fuera grande. Se deberá procurar no proceder injustamente, escuchando ambas versiones y sin aventurar hipótesis sobre quién comenzó. Es importante que puedan expresarse verbalmente, mostrar sus desacuerdos, sin llegar a pegarse.

A modo de resumen, recogeremos las actitudes que ayudan y que no ayudan frente a los celos infantiles según la psicóloga Mª Victoria Tabera:

AYUDAN, NO AYUDAN
Reconocer el sentimiento celoso como algo natural.
Ser tolerante con las regresiones.
Dar la oportunidad de expresar su malestar.
Contarles las vivencias personales con los hermanos cuando éramos pequeños.
Atender con interés los éxitos.
Evitar situaciones tentadoras.
Transmitir que se les quiere.
Ofrecer situaciones sobre las ventajas de ser mayor.
Favorecer el contacto con niños de su edad.
Pedir la colaboración del niño en tareas de cuidado de su hermano.
Decir que los hijos son responsabilidad de los padres que han querido que nacieran.
Decirle que sus celos desaparecerán.
No descartar la consulta a un especialista. Ocultar el sentimiento amoroso de los padres al bebé.
Exigir demasiado al niño.
Dramatizar el sentimiento celoso del niño.
Hacer comparaciones entre hijos.
Manifestar preferencias por alguno.ü Intervenir prematuramente en las peleas.
Ponerse rígidos o intolerantes con las regresiones.
Comentar con otros adultos las dificultades del niño en su presencia.
Regañarle o enfadarse con frecuencia.
Hacer elogios muy efusivos cuando se muestre cariñoso con el hermano.
Hacerle prometer que se portará bien.

BIBLIOGRAFÍA RELACIONADA CON EL TEMA:

Mª VICTORIA TABERA GALVÁN: "¡Claro, y yo qué!" Los celos infantiles.
TELENO Ediciones, S.L. Madrid, 2003

Las Palmas de Gran Canaria, 6 de junio de 2011


Pelea en el hogar

Por Pedro Torres Monzón

A menudo surgen en la familia situaciones en las que el comportamiento de los más pequeños es de lo más irritable. Por desgracia a menudo, los adultos reaccionan de una forma irascible en los mismos términos que los hijos y, claro está, el terremoto está servido. Los adultos estamos convencidos de que los niños son muy inteligentes y saben cómo sacar de quicio a los demás. Los niños manipulan con sus antojos y peticiones a los mayores y de esa manera obtienen todo tipo de parabienes

Y es que la intención inicial de los mayores es la de controlar la situación porque se consideran maduros y lo suficientemente preparados como para conseguir los propósitos establecidos. Ya sabemos que el problema está en que eso no es verdad. ¿O es que acaso no recordamos cómo reaccionamos la vez que la niña no quería tragarse la bola de comida cuando comía pescado?, o ¿cuando pedimos que colocara la habitación y se nos fue dando largas hasta que al final no se cumplió nuestra petición?, y así una tras otra. En todas estas situaciones y otras muchas similares, los padres se han hecho los fuertes, se han propuesto controlar la situación y conseguir sus objetivos por las buenas y dando sensación de poder y control y al final, han conseguido frustrarse porque han dado una pésima imagen ante el hijo e incluso ante otros adultos que presenciaban la escena perdiendo el único prestigio que uno puede tener.

En el día a día, en las relaciones que se mantienen entre los miembros de la familia es normal que surjan desacuerdos porque también sabemos que donde hay amor también existe conflicto. Y es que donde hay personas que piensan hay discrepancia de pareceres, de formas de actuar..., eso es normal. Todos no podemos pensar igual. El avance y el desarrollo nacen de la disparidad de criterios e intereses y eso es lo que pasa en la familia. Ante esta situación, es importante reconocer un problema y antes de esto, saber que existe y atajarlo cuanto antes de la mejor manera posible.

DOS OPCIONES PARA AFRONTAR LA CRISIS

Sabemos que hay dos formas de afrontar e intentar solucionar un problema: constructiva y destructiva. Afrontar un problema de forma destructiva daña la autoestima de los rivales y desgasta emocionalmente a los enfrentados. Esta forma de solucionar un problema es ruidosa, violenta,... sobre todo cuando se llevan a cabo en público, ante una visita, en la calle, ante amigos, etc. Sin embargo, afrontar un problema de forma positiva, constructiva, supone desarrollo, alienta el diálogo y permite que los contendientes lleguen a su máximo potencial. No es difícil llegar a afrontar un problema de una forma constructiva si nos lo proponemos y desde aquí nos proponemos dar algunas ideas que con seguridad nos facilitarán más la relación en familia.

Lo normal, por desgracia, es que los problemas se solucionan con disputas que en la mayoría de las veces son innecesarias. Estas disputas surgen, por parte de los mayores, cuando ven que la situación se les va de las manos y observan que no controlan ni tienen tanto poder como quisieran. Por otro lado, no siempre se puede evitar pelear y si esto llega a producirse es conveniente elegir bien las "batallas".

Hay que tener en cuenta aquellas situaciones que tienen verdadera importancia: problemas relacionados con los valores, la comunicación, etc. además hay que saber valorar la importancia real de cada situación porque dos problemas relacionados con un mismo tema (como puede ser la honestidad) no tienen la misma importancia porque no afectan por igual a la persona implicada o el posible daño que se ocasiona no es tan grave. Por otro lado, es conveniente afrontar disputas que creamos que vamos a salir victoriosos y con el objetivo cumplido.

RETOS Y PACIENCIA

También suelen surgir problemas cuando los hijos retan a sus padres y éstos no lo soportan. La impotencia estaría detrás del hecho de que un adulto afronte de forma airada una situación conflictiva. Los adultos piensan que deben controlar en todo momento la situación y en el momento que un hijo presenta un problema, se cree que en parte es un fracaso del adulto que se violenta y cree que es un fracaso suyo. La respuesta del adulto es la de afrontar el problema de forma destructiva y lo que hay que pensar es que un hijo puede desafiar a sus padres y eso no significa que éstos sean unos fracasados.

Por otro lado conviene recordar una máxima que no por básica debemos dejar de lado: para pelear hacen falta dos. Si uno de los contendientes no recibe respuesta del otro pese a que le ha provocado, dejará de ofrecer una actitud de ataque. En ocasiones debemos aplicar aquella técnica de extinción tratada en el artículo de esta sección de Escuela de Padres titulado "Cómo mejorar la conducta de los hijos".

Toda persona que provoca a otra espera de esta última una respuesta. Nosotros los adultos no debemos caer en la dinámica de responder de forma negativa ante una ofensa. Se supone que debemos controlar la situación. Tenemos más formación que los hijos y por tanto más recursos para poder afrontar correctamente un problema. Recordemos que la técnica de la extinción se produce cuando se ignora la conducta indeseable. La conducta debe desaparecer con el tiempo al no recibir refuerzo que la mantenga. La extinción debe ser aplicada siempre que se produzca la conducta. No se debe aplicar de forma intermitente ya que de lo contrario, se refuerza la conducta y es contraproducente para el objetivo deseado.

En definitiva se trata de encontrar formas adecuadas de responder ante situaciones problemáticas. No siempre se consigue ser tan niño como su hijo de cinco años o ver las cosas con esa óptica de los adolescentes pero seguro que con una dosis de paciencia, un poco de conciencia y las técnicas que se intentan describir a continuación, seguro que el éxito está garantizado y las peleas familiares serán un motivo de conflicto del pasado.

RECETAS PARA EDUCAR

Caroly Meeks en su libro "Recetas para educar" (Ediciones Médici, Barcelona 2002) nos plantea Cinco maneras de salir airoso de una pelea familiar si esta llega a producirse y con el fin de plantearla de forma constructiva. A continuación se exponen una serie de puntos básicos que nos ayudarán a controlar en todo momento la situación para no empeorar más (si cabe) la situación originada:

1. Trate de contemplar la situación desde la perspectiva de su hijo.
Sería molesto para cualquier adulto el hecho de estar sometido de repente, a las órdenes y quizá caprichos de otras personas que tuvieran más poder y que en todo momento impusieran lo que hay o no que hacer. Está claro que en muchas ocasiones los hijos viven situaciones de este estilo. Por eso, ante cualquier conflicto, hay que ponerse en el lugar del hijo, identificarse con él porque de esta manera veremos el problema desde otra perspectiva, a ser más comprensivos y a resolverlo de una forma más justa.

2. Utilice la técnica de hablar de su propia experiencia.
Esta técnica consta de tres pasos siendo el primero el de identificar los sentimientos de su hijo (¿disgustado?, ¿frustrado?, ¿triste?,...) al tiempo que le enviamos un mensaje abierto como "me parece que estas disgustado" para dar rienda suelta a sus sentimientos y que nos pueda comunicar con más libertad lo que piensa. El segundo paso sería hablar de sus propias experiencias cuando tenía la edad de su hijo. Este paso viene a decirle a su hijo que usted también se ha sentido alguna vez así y que ha compartido ese sentimiento. Por último quedaría apuntar la solución. Se trata de compartir con el hijo una solución o consejo que usted considere que le ha ayudado en la vida. El resultado final de esta técnica es positivo y en definitiva lo que hacemos con ella es empatizar con el hijo, es decir, ponerse en su lugar. Hacer una escucha activa para así ayudar mejor, ser más efectivos.

3. Imponga un tiempo de reflexión a su hijo.
Cuando la aplicación de todas las técnicas existentes y pasos anteriores fallan quiere decir que se entra en una situación de bloqueo en la que las partes enfrentadas no consiguen una fluida comunicación. Es el momento de la reflexión que consigue enfriar los ánimos y sentimientos y permite pensar de una forma más justa, equitativa y objetiva. Además, si el hijo es lo suficientemente mayor, le podemos pedir que durante el periodo de reflexión, intente pensar en una posible solución al problema.

4. En caso de perder los estribos, tómese usted un tiempo de reflexión.
También es necesario tomarse un tiempo para analizar la situación antes de cometer algún error del que más tarde nos arrepentiremos. En ese tiempo de reflexión es conveniente también formular un plan para intentar solucionar el problema. No es necesario intervenir para solucionar el problema en el mismo instante que surge, es conveniente siempre tomarse un tiempo.

5. Pregúntese qué es más importante para usted, el amor al poder o el poder del amor.
Muchas discusiones surgen en el seno de la familia cuando los adultos quieren controlar al niño y su comportamiento, más que ayudarle a desarrollar su propia escala de valores y su sentido de la responsabilidad. No es conveniente enfadarse cada vez que su hijo le comunique algún sentimiento porque de lo contrario terminará por no comunicar con usted.

Todo lo que hasta el momento hemos comentado es con el fin de salir victoriosos en una pelea si es que ésta no la hemos podido evitar. Pero si no le gusta llegar a una situación de esta naturaleza, de pelea y enfrentamiento, es mejor prevenirla y para ello le remitimos a podemos evitar una pelea familiar que será el título y el tema de análisis en otro artículo de esta misma sección (basándonos en el libro de Carolyn Meeks antes citado) y al cual remitimos al adulto interesado en este aspecto de la educación familiar.

Las Palmas de Gran Canaria, 28 de mayo de 2011


Los estilos de autoridad en la familia

Por Pedro Torres Monzón

La familia constituye un grupo social en el que sus miembros tienen una vinculación genética y donde el liderazgo es ejercido por los padres. Como líderes del grupo, los padres tienen que conducirlo en el ejercicio de su autoridad. Dice el diccionario de la R.A.E. que la autoridad "es el crédito que por su mérito y fama, se da a una persona en determinada materia". Si analizamos la definición, determinaremos alguno de los rasgos que caracterizan a la noción de autoridad:

a) La autoridad es un crédito, un capital que puede administrarse adecuadamente y, por tanto, aumentar, como cualquier capital dinerario, o al contrario, inadecuadamente y, en consecuencia, disminuir.

b) Los componentes principales de ese capital son el mérito y la fama, que son el resultado de las buenas acciones en el ejercicio de la autoridad. Si el ejercicio de la autoridad hasta el presente ha sido el correcto, se adquiere prestigio, mérito y fama.

Hay varios estilos de ejercer la autoridad. Veamos cuál de ellos resulta más frecuente en nosotros, cuál es nuestra tendencia para corregirla si fuera preciso.

Estilo permisivo o sobreprotector

Consideran que los hijos son buenos y saben qué tienen que hacer.
Hay que darles todo lo que piden, especialmente aquello que los padres no pudieron tener.
Tratan de evitar que sus hijos se enfrenten a las dificultades de la vida, y van quitándoles obstáculos.
En los conflictos, los hijos siempre salen ganando.
No hay una orientación dada por los padres, los hijos crecen sin pautas de conducta.
Consecuencias educativas:
Al no tener un código de conducta marcado, los hijos no suelen tener referentes, y por tanto, no saben a qué atenerse.
Les faltan hábitos de esfuerzo, de trabajo para ponerse a la realización de un proyecto personal. Tienden a la labilidad emocional.

Estilo autoritario

La razón es siempre de los padres.
Consideran que el respeto de los hijos proviene del temor
Los padres imponen las soluciones en los conflictos que se plantean.
Los padres dirigen y controlan todo el proceso de toma de decisiones.
Critican a la persona ("eres un inútil"), no las acciones de la persona, lo que genera una baja autoestima.
Consecuencias educativas:
Pueden generar en los hijos sentimientos de culpabilidad ante la imposibilidad de no cumplir los deseos de sus padres.
Favorecen sentimientos de agresividad, de odio, al no sentir los hijos la suficiente autonomía personal.
Potencian conductas engañosas en los hijos para poder pasar el control de los padres.

Estilo cooperativo

Los padres consideran que se pueden equivocar en las decisiones como cualquier ser humano.
Buscan y potencian que los hijos puedan aprender autónomamente y que saquen lo mejor de sí mismos.
Ayudan en la búsqueda de soluciones equidistantes del abandono y de la sobreprotección
Consideran que los problemas son un reto para la superación personal.
Las relaciones entre padres e hijos están presididas por el respeto mutuo y la cooperación.
Consecuencias educativas:

Desarrollan en los hijos el sentido de responsabilidad para que asuman las consecuencias de sus actos.
Inducen en los hijos habilidades de trabajo en equipo.
Los hijos aprenden actitudes de cooperación, de toma de decisiones y respeto por las reglas.

Las Palmas de Gran Canaria, 19 de mayo de 2011

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