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Opinión

  • La última escena de Juan Carlos Valerón como jugador de la UD Las Palmas y profesional del fútbol (C. Torres)

    Hablar sobre Juan Carlos Valerón, como futbolista o persona, es uno de los ejercicios más saludables que cualquier profesional de la información o aficionado pueda realizar. Es como entrar en una biblioteca blanca y encontrar todas esas palabras que están relacionadas con el arte, el querer, la amabilidad o la dulzura ... como futbolista o como persona. Lo majestuoso que es con indumentaria deportiva lo tiene también de paisano.

    Juan Carlos, el Flaco o el Palanca, se ha ido del fútbol profesional siendo el mismo que vino, hace 21 años; 21, sí, porque extrañamente están empeñados en hacer desaparecer su eclosión de amarillo que se produjo cuando la UD Las Palmas estaba en las tinieblas de Segunda B y su equipo filial, con la batuta de este mago, se había ido hasta Balaguer para conquistar la Copa Federación, el primero de sus títulos en el cirruculum profesional.

    Todo ello le pasó de amarillo. Juan Carlos ha tenido un final que ningún deportista de modalidad alguna en Canarias ha podido nunca antes disfrutar. Y difícilmente se volverá a repetir. Casi 28.000 personas le despidieron con una alfombra cargada de aplausos, ovaciones que quizá no pudo ganarse con anterioridad porque gran parte de su carrera se realizó en otros destinos. Pero en Gran Canaria le aplaudían desde la distancia y en el silencio. Valerón estaba llamado para algo de altura y eso entonces no lo podía encontrar en su club materno.

    El ha sido un privilegiado del balón, con ese juego de billar que está para pocos. Hasta el último momento dejó pinceladas de su clase. Jugadores del mismo equipo y rivales le aman de igual forma, como persona y como deportista. Así que lo vivido este domingo en el Estadio de Gran Canaria debió tener un reflejo en todos los puntos del país y del extranjero donde él puso las botas. Y le seguirán aplaudiendo.

    Ese Valerón empezó y terminó como tenía que ser. Ha sido profeta en su tierra. La afición que primero le vio y se entusiasmó fue la que estaba en su despedida, en pie, disfrutando su último minuto de gloria. Y ahora que todo pasó nos percatamos cómo es el destino: Hace tres temporadas su única duda para firmar contrato por la UD Las Palmas, en el regreso de 2013-14, era desconocer entonces cómo reaccionaría los que, siendo jugador rival, una vez le pitaron. Ha tenido tres años para comprobar cuánto le querían y cuánto le echaron de menos.

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