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Opinión

  • El equipo máximo goleador y líder del Campeonato se examina así mismo y ha decidido que sus refuerzos de invierno han de ser de ataque, para mejorar lo mucho bueno que ya ofrece. La plantilla que ya dispone de hasta once realizadores diferentes en las diecinueve primeras jornadas del campeonato incentiva su propia competitividad interna para la segunda vuelta. Por si fuera poco lo que había, está a disposición de Paco Herrera un jugador con destellos geniales como Jonathan Viera y, en breve, un ariete cubrirá el espacio que deja vacante Benja Martínez, quizá no el último. El club pronto le pondrá nombre al dorsal que queda vacante, porque a las gestiones propias está el deseo de futbolistas notables de nuestra Liga a los que le apetece jugar en un club con tan claro horizonte deportivo, económica y, por supuesto, social.

    Las Palmas se está esforzando en no dejar nada en manos del destino. Y es ambiciosa. Quiere serlo; se exige así misma por dentro y también por fuera. El club que acaba de dejar atrás un desierto, abandonando el concurso de acreedores iniciado en 2004, actúa ahora con ventaja con respecto a aquellos que están atenazados y a los que modificar sus plantillas les puede suponer un imposible.

    Todo viaja esta temporada en el carril correcto y, además, el timón de la nave se lleva con mano firme, capaz de reflexionar y rectificar decisiones en plena travesía. No hay garantías de nada, como es lógico, pero estas ganas y autoxigencia, sin querer acomodarse en un primer puesto que sólo vale en la jornada 42, obligan a los de amarillo a darlo todo en las restantes batallas por el ascenso.

    Por dentro y por fuera esta vez sí que el proyecto UD Las Palmas puede sentirse realizado. Una cadena de esfuerzos enlazados que merecen un final justo. Trabajarán para ello muy duro.

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