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Opinión

  • El derbi del Heliodoro ha dejado una calentura en Gran Canaria y un resultado más en el historial de los emparejamientos. También incorpora el nombre del colegiado Avalos Barrera a los protagonistas directos de un partido de rivalidad que esta temporada ha tenido un factor arbitral determinante. No lo decimos nosotros; lo afirmó el propio José Luis Oltra. Sagués Oskoz (C. Vasco) en el Estadio de Gran Canaria, con su confusión de anatomía entre cogote y mano; ahora Avalos (C. Catalán) con su interpretación del reglamento en un día que cosieron a patadas a Sergio Araujo sin que nadie acabara ‘entre rejas'. Vasco y catalán, curioso dato; aunque Sagués tuvo la iniciativa de pedir perdón a David García por aquello que había ocurrido en el choque de ida.

     

    Esos dos momentos quedarán en el recuerdo de un partido tradicional que se seguirá jugando con la intensidad del protagonizado este pasado sábado. Pero, más allá del resultado o de la polémica, lo que puede sentir la afición de la UD Las Palmas que un equipo asoma en el horizonte casi dos años después. O, mejor, dos temporadas y media después. Y preferimos utilizar el verbo asomar antes de poder aplicar el que deseamos añadir: instalar.

     

    En ese trabajo está la UD Las Palmas. Porque, por las razones que fueran que estimamos están asociadas a los egos personales de los protagonistas, la excelente plantilla confeccionada para la campaña 2018-19 no acabó formando equipo en el transcurso del campeonato. Como tampoco había ocurrido en el año precedente. De todo ello se desprender una colección de resultados y clasificaciones adversas que han creado una crisis de la que da la impresión que el club comienza a salir.

     

    Ese equipo que se está insinuando compitió en el derbi con personalidad, con criterio futbolístico y, hasta donde sus fuerzas aguantaron, con unión y entereza. El millar de aficionados amarillos que se desplazó hasta Santa Cruz podría discutir la falta de precisión puntual en algunos remates, los instantes de ausencia de concentración en el tramo final del encuentro con los goles blanquiazules o el resultado. Pero las otras acciones de conjunto, empezando por el compromiso, quedan fuera de toda duda. La derrota es una posibilidad en el deporte. Que ocurra así deja menos heridas que lo visto a lo largo de la campaña.

     

    Queda todavía que cerrar la permanencia de forma matemática en el tramo final de la campaña. Ese objetivo está en el empeño. Y, en el tránsito, Pepe Mel comprobando que la primera opción para la reconstrucción del proyecto pasa por el campo auxiliar de Siete Palmas. El puente de unión con los aficionados también comienza a reconstruirse.

     

    El derbi ha dejado señales positivas, de unión o de reacción. Hay que cimentarlas aún e instalar en los cinco partidos finales de la campaña la dinámica con la que se ha de volver tras el verano. Ese equipo se está armando desde la mirada a filiales; al fin y al cabo el origen de un por qué Unión Deportiva Las Palmas.

    Mirando hacia ese horizonte, resulta más alentador ver cómo perdió la UD Las Palmas el derbi a cómo lo ganó el CD Tenerife.

     

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