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Opinión

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    La inyección de moral, la euforia de ganar un partido de rivalidad como el del 2 de enero, dura unas horas, quizá unos días. Porque la realidad se impone de inmediato y una página pasa a la siguiente. La próxima, el líder Almería … que llega a Gran Canaria con titubeos.

     

    Lo más importante que logró la UD Las Palmas en el Heliodoro no fue el marcador o los puntos, que han servido para mantenerse a las puertas de la zona de promoción. Y atentos. Lo que ha tenido más valor es que el equipo de Pepe Mel se descubrió a sí mismo en la parcela propia del rectángulo. Las Palmas fue felizmente un equipo reconocible con balón, en especial desde la salida de Alberto Moleiro. Pero fue agradablemente un equipo notable sin el esférico.

     

    Si el Tenerife no fue el conjunto que esperaban los aficionados blanquiazules eso se no se debió a un mal día. Fue provocado por Las Palmas, que fue un rival identificable para intentar sus costuras ofensivas. Y además el amarillo fue un oponente solidario, intenso y expeditivo en la forma de defenderse de uno de los mejores contragolpes del fútbol español. Si Pepe Mel logra unir más veces esos dos conceptos en sus jugadores, entonces habrá serios motivos para que la esperanza de un ascenso acabe por germinar.

     

    Lo más importante que la UD Las Palmas logró en el Heliodoro fue su profundidad como colectivo, como equipo de Primera para pensar y de Segunda para protegerse. Esos dos caminos deben de mantenerse unidos en una agenda que cambia en 2022: Faltan 20 derbis por disputarse en el calendario regular. Ante Almería, luego Fuenlabrada, Real Sociedad B, … hasta la última fecha en el Molinón debe exprimirse como en el derbi. Y porque un ascenso no es flor de un día, sino una concatenación de buenas actuaciones grupales.

     

    El equipo de Pepe Mel se ha descubierto a sí mismo, sin argumentos para caer en la complacencia. Se obliga a repetir actuaciones como las de este domingo, ante todo tipo de rivales y circunstancias. El premio real es una gloria mayor que una noche feliz en territorio de máxima rivalidad.

     

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