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Opinión

  • Los aficionados de todo el Planeta Fútbol están acostumbrados a acudir a presentaciones de jugadores o técnicos abrazados a un escudo, besándole o acariciando los colores de una bufanda -la prenda que ya se ha convertido en tarjeta de bienvenida-. Descubren un amor que se firma en papel de contrato.

    Habrán escuchado el "de toda la vida fui de este equipo", "por este escudo me voy a matar", "era la ilusión de mi vida jugar aquí", "este club y esta ciudad me lo da todo", ... Todos esos mensajes de garrafón que se desnudan cuando llega el siguiente talón de otro destinatario.

    También lo hemos vivido en Las Palmas, como ahora pueden estarlo padeciendo en Sevilla, en el Atlético o hasta el mismísimo Athletic Club. En este mundo del balón tan profesionalizado es raro encontrar las raíces de la sinceridad.

    Este viernes 7 de julio no necesitaban apuestas en la sala de prensa del Estadio de Gran Canaria. Todo el que conoce bien a Roque sabía que no iba a tardar dos párrafos en mostrarse de verdad. Las lágrimas de Roque que allí pudieron verse eran de verdad, limpias, dignas, honradas ... amarillas.

    Roque se va porque es ley de vida. Porque para valorar la gran oferta profesional que le brindan en Gales ha debido de caminar por todo tipo de senderos; los embarrados y los pavimentados. En todos ellos fue leal a su escudo, paciente, sin perder la esperanza de cruzar la línea del éxito. La afición de la UD le va a recordar por este día, como también por su gol del ascenso, por el que marcó al Zaragoza en inferioridad manifiesta del equipo, por las eternas ganas, por su contagiosa alegría y por cada minuto de entrega y aprendizaje.

    A los 28 se va con el dolor de dejar atrás a un club querido y con la alegría del deber cumplido, después de convencer a los que apostaron por él en las horas difíciles. Ahora es cómodo hablar de Roque, subirse al barco; pocos compartieron con él su soledad en la lejanía tras haber debutado en profesionales, su humildad a pasar por Las Palmas Atlético antes de dar el salto definitivo o las idas y venidas en el once titular.

    El Swansea se lleva un jugador maduro y, sobre todo, un pedazo de salud del buen vestuario de la UD Las Palmas. Roque no se ha dado cuenta: él, sin dejar de aprender, es ya el que está enseñando la cara más sincera del fútbol.

    Por ello, en esta marcha, no hay un sólo reproche de la marea amarillo. Todos comparten el #gracias, Roquito.

     

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