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Opinión

  • El mayor acto de cobardía no es correr en dirección contraria al conflicto; es aprovechar el escenario para golpear a los que están en posición débil o en un contexto frágil. Puede hacerse incluso disfrazando a conveniencia una verdad o una falsedad.


    La situación general que vive la propia UD Las Palmas en el aspecto competitivo permite que cualquier excusa, sea cierta o no, sirva para que se derrame gasolina al incendio, que el debate al calor de esos resultados devore todo lo que encuentre a su paso. Desde hace casi dos temporadas, esa oleada es incesante.


    Pero no es la primera vez que ocurre en el club amarillo, que está viviendo sus horas más bajas a nivel de opinión popular desde que el concurso de acreedores dio paso a un nuevo ciclo que ha estado plagado de conquistas y éxitos a fuego lento. También hay contratiempos, por supuesto.


    Las llamas no dejan ver con serenidad todos los vértices de la realidad porque en el deporte casi todo está en función de esos marcadores que la gran mayoría reclaman. Son momentos delicados, pero sólo los audaces tendrán la posibilidad de remontar la ola, como tantas otras veces ha ocurrido.


    La crisis de la UD Las Palmas no es el fin de los tiempos, como quizá quieran hacer creer. Ni todo está mal irremediable o el momento puede servir para el descrédito de personas que, con identidad propia, han colaborado al crecimiento de un club que estaba literalmente muerto hace tres lustros.


    La hoguera quemó esta semana la paciencia del entrenador del filial, Juan Manuel Rodríguez, que está en la labor de sacar adelante un proyecto de cantera que quiere crecer en la Segunda División B. Sí, ese equipo B de la UD Las Palmas que hace apenas 16 años estaba dando tumbos en Tercera, que tenía problemas incluso para captar a los jugadores de las islas porque preferían otras opciones asociadas a una bonanza económica que ya desapareció. No son logros invisibles los de Las Palmas Atlético. Hay que trabajarlos desde la unidad, con una exigencia que también supone un sacrificio para los propios jugadores. Es un todo.


    El técnico ha explotado este viernes, rebelándose contra lo que considera una mentira que le pone zancadillas a su labor y a la convivencia interna. Tiene toda la razón y el derecho a sentirse golpeado con cobardía. Sabemos que ha sido una semana dura para el entrenador del filial amarillo, aunque desde hoy no debe gastar más energía en ello porque su labor, que ha servido para sacar al club de no pocos enredos deportivos, debe centrarse en extraer en rendimiento de un equipo que hoy es el tercero de Canarias y que su función no se ha enturbiado con las nubes grises del momento.

     

    Él mismo lo ha recordado: "Esto es la Unión Deportiva Las Palmas". Pero hay agentes dispuestos a mutilar siempre el primero de los nombres. Con ese peaje también hay que saber convivir.

     

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