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Opinión

  • En Sevilla están de uñas con Vitolo, con la UD Las Palmas y con el Atlético de Madrid. Se desata una oleada de comentarios intoxicados por la frustración de perder a uno de los jugadores más importantes del fútbol español actualmente. En ese enojo, pierden la perspectiva de lo que hay detrás del espeso bosque. Dos razones que dan legitimidad a la actores de la extracción del futbolista grancanario:

    1. La misma fuerza que provocó la marcha de Vitolo de la UD Las Palmas es la que ahora le saca del Sevilla al Atlético de Madrid. Léase, una mejora económica e incentivos competitivos, los que el Atlético dos veces subcampeón de la Champions le proporciona.

    2. Vitolo ha seguido al pie de la letra lo que Pepe Castro pidió en público: "No negociamos, que cubran la cláusula de rescisión de su contrato". Y eso es precisamente lo que ha hecho el internacional grancanario.

    Y entre ambos argumentos, sensación de ridículo creciente del que ha perdido la puja.

    Son las leyes del fútbol actual, donde no existen derechos de retención y los contratos de los futbolistas profesionales pueden resolverse con un buen talonario y, sobre todo y ante todo, por el deseo del que lo firma.

    Esas mismas herramientas son las que el Sevilla utiliza cuando quiere o, en el caso de Roque Mesa, no las respeta negociando siempre a la baja. Tan legítimo es lo uno como lo otro.

    Pero en esta operación que ha colapsado la información deportiva de los últimos días hay algo más, que por mucho que intente explicar Vitolo no le van a entender salvo en la isla y entre quienes lo vivieron de cerca. Sólo un club y, sin duda, un presidente podrían impulsar al jugador internacional a dar el paso que ha firmado en las últimas horas. Querer jugar en Primera con la UD Las Palmas es una razón única. Ser leal a Miguel Ángel Ramírez es la otra.

    Amar a unos colores es para siempre. Eso no lo vamos a analizar. La fidelidad sí merece destacarla. Ramírez abanderó la renovación de Vitolo cuando estaba encamado y hundido en Barcelona, con una lesión que le parecía el fin del mundo apenas 10 partidos después de su debut. Le esperó, como cuando antes le perdonó licencias con Viera y Tyronne en la primera concentración profesional. Le cuidó, permitió su progreso y le abrió el camino para ir al Sevilla y no paralizar su carrera profesional en Segunda División.

    En Sevilla no van a entender del todo por qué Vitolo se subió a la guagua del ascenso como un amarillo más en 2015; aunque sí en el Sánchez Pizjuán le aplaudieron el piscinazo para voltear precisamente un partido ante la UD Las Palmas. En esos dos escenarios le ha tocado vivir.

    La lealtad hasta la última consecuencia es lo que no esperaba Pepe Castro. Los leales a Ramírez son los que han llevado a esta UD Las Palmas a la Primera División. Subirse al barco ahora, con un presupuesto de 60 millones y sin atravesar la jungla desde 2005 a 2015, es lo más fácil. A eso se apunta cualquiera, de acá y de acullá. Vitolo es una de las razones por las que ahora está la UD en Primera, pues su fútbol le hizo llegar a esa frontera aunque con él no la cruzó. Fue parte muy activa del proceso y una pieza acelerante del proyecto de cantera.

    Los leales son los que han vuelto a hacer fuertes a la UD Las Palmas; en el campo, en las gradas, en los despachos, ... Son también los que necesita cada día. Leales y no oportunistas, con apego ficticio al escudo. Vitolo y Las Palmas se necesitaban ahora y se van a ayudar mutuamente. Aquí les comprendemos.

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