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Opinión

  • La UD Las Palmas puede convertirse en el enemigo temible de esta etapa final de la temporada 2013-14. Dispone de todos los motores necesarios para dar el acelerón definitivo hacia la Primera División: una plantilla plagada de efectivos cualificados y "ahora observada como buen equipo" (dijo Lobera), un estadio con aforo para treinta mil personas que pueden llevar el aliento a los suyos como pocos, un escudo por el que pelear hasta el último reducto de energía y hambre, mucho hambre por volver a la categoría donde compitió en 31 ocasiones. Sólo falta poner en funcionamiento todos los cilindros para que esa maquinaria del ascenso funcione al completo a pleno rendimiento rumbo a la tierra prometida, ya sin otra demora. Todo ello es posible en un equipo que goza esta temporada de un carácter bipolar, capaz de combinar la euforia y el desencanto en apenas siete días; pero que está rodeado también de un entorno apasionado que no conoces las tonalidades intermedias. Y eso, para mal o para bien, es un arma de alto calibre a estas alturas del calendario y con tanta incertidumbre general en la competición.

    Lo que no encaja en todo este argumentario es que en partidos de tantas trascendencia como los que se están viviendo hasta ahora, las gradas del Estadio de Gran Canaria no colmen al menos la mitad de su aforo. En años precedentes, otras plantillas llegaron a seducir hasta más de veinte mil personas para objetivos de menos relevancia. Las Palmas lucha hoy por el ascenso con futbolistas de ensueño como Valerón, Nauzet Alemán, Masoud, Momo o jóvenes revelaciones como han sido Tana, Héctor y Asdrúbal. Su afición no ha tenido tan cerca el objetivo por el que tanto ha peleado en la última década, partiendo desde una situación de agonía económica que aún coloca grilletes al club a la hora de avanzar en la Liga Profesional.

    Esto es Unión Deportiva Las Palmas. El club de las hazañas y de las tardes tristes también. Está inmerso en una batalla donde su gran primer objetivo está al alcance. Apelamos a aquella petición rescatada de las hemerotecas de la época cuando, en 1949, se fusionaron los cinco grandes de la capital para que naciera el equipo de todos. Hacía falta que la afición pusiera su parte y el mensaje fue directo: "Canario, allá donde estés, únete a esta causa". Ese momento ha llegado.

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