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Opinión

  • Cuando en el año 2002 la UD Las Palmas caía día a día, de forma tangible, hacia la Segunda División malogrando un puñado de oportunidades para certificar la permanencia en el tramo final de aquel campeonato, muchos aficionados se preguntaban por qué en aquel momento el consejo de administración presidido por Luis Sicilia no dio un paso extremo para intentar certificar la permanencia. No ocurrió y Fernando Vázquez, el hombre que hace unos días lloró de alegría por el ascenso del Deportivo, lo hizo entonces por la pérdida de la categoría de la UD Las Palmas en uno de los increíbles epílogos tan propios del club representativo grancanario.

    Pasados los años, aún algunos consejeros de la época mantienen la misma pregunta. Porque apenas tres puntos más, un solo partido ganado habría sido suficiente para tener un final de campaña sereno y no propiciar la bancarrota deportiva, económica y social que posteriormente se produjo. El equipo parecía sano a pesar de que ya entonces tenía serios problemas de tesorería (muy serios en realidad), pero el "no queda otra" y "ya tenemos ganas de jugar el próximo encuentro" se repitió semana a semana hasta la hecatombe en Anoeta; una muerte sin embargo anunciada una jornada antes porque el tiempo demostró que los clubes que entran con la soga al cuello en la última escena están perdidos. El destino no lo tienen en sus manos.

    Cuando el director deportivo actual de la UD Las Palmas, Toni Cruz, explicó tras el relevo de Sergio Lobera que el club había dado ese paso (a dos partidos del final) en el intento de garantizar la presencia en la promoción de ascenso, una lluvia de duras críticas llegó hasta los despachos de Pío XII procedente de muchos sectores. La actual dirección del club, que tenía toda la información sobre la mesa, esperó semanas, quizá meses, ... confiada en que había calidad suficiente para que Lobera pudiera llevar a destino a tan extraordinaria plantilla que se había reunido bajo su mando. Sólo cuando se perdió totalmente la perspectiva del ascenso directo se produjo la drástica medida. La responsabilidad suprema es velar por el sueño de todos, no por valoraciones individuales.

    Y el claro argumento esgrimido por Cruz, ofrecido en nombre de sus compañeros de trabajo, es lo que ahora se refleja a dos partidos de la conclusión de la temporada: No sólo se ha logrado garantizar el pase al play off sino que los jugadores por fin se han unido en el 'uno para todos', con la mente limpia como dicen ellos. Y ¿qué decir de la afición?, enganchada como ya no se recordaba a ese escudo que les quita tantas horas de sueño. El consejo de Miguel Ángel Ramírez o, si lo prefieren, el propio presidente ha dado muestras de madurez, sin precipitarse ante las oleadas de críticas y demandas de cambios. Dejó trabajar a sus profesionales hasta que éstos ya no tenían argumentos válidos. Tomó decisiones drásticas cuando creyó que podrían ser efectivas y ahora, en un desenlace exprés, recoge los frutos que están impregnados de una ilusión que no tiene dimensiones.

    Escuchar su arenga en El Molinón a los jugadores, comprobar cómo estos están en el campo de batalla, valorar las palabras de los mismos intentando sepultar un pasado del que no quieren hablar, observar a la afición cómo está con ellos remando en la misma dirección ... no tiene precio; es la brazada principal hacia el éxito. La fórmula se ha encontrado pero esto es deporte y no existe ciencia exacta. El ascenso no está asegurado, pero los administradores del club no tendrán que hacerse una pregunta dentro de unos años porque, aunque tardío en el tiempo, acertaron poner en marcha el revulsivo.

    Alea jacta est. La suerte está echada y en nada sabremos si 2014 es año de la reconquista.

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