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Opinión

  • Luis Valle, Satur Grech, Vicente Dauder, Roque Olsen, Sergio Kresic y Paco Herrera. Seis nombres con mayúsculas. Nadie podrá robarle a Herrera la gloria personal, que será eterna, como uno de los protagonistas estelares de los seis ascensos a Primera División de la Unión Deportiva Las Palmas. Un año y unos meses fue el tiempo de su ciclo en el club grancanario, al que deja entre los más grandes, como había prometido.

    Le recordaremos en Gran Canaria de por vida. No fue un ascenso cualquiera. Lo suyo, con el equipo de profesionales que le rodeó, fue levantar a la Unión Deportiva Las Palmas del más duro golpe de su historia, acaecido un 22 de junio de 2014. Ese mérito, ese trabajo de ideólogo en la estrategia y psicólogo de vestuario en aquel durísimo momento para toda la isla, es suyo. Tenemos que subrayarlo. Porque en el caminar hasta la promoción frente al Zaragoza pasaron muchas cosas hasta que, por fin, logró con sus jugadores lo que toda la isla y sus aficionados anhelaban durante la última década y media.

    Y Paco Herrera también fue un hombre transparente, un entrenador sin rincones en su mente y en su mensaje, que a veces sirvió para levantar el ánimo y en otras ocasiones para generar discordia. Eso tiene la sinceridad, la que Herrera ha aplicado desde el día de su venida hasta el momento de conocerse la decisión de su cese.

    Ahora, como marcan las leyes del fútbol, el entrenador es la víctima, la pieza primera sacrificada de algo que está fraguándose y que no debe gustar al consejo de administración de la entidad. Tomó nota para que Paco Herrera termine; pero no debe cerrar el cuaderno si quiere prolongar por tiempo la estancia del equipo donde Paco la deja: en Primera.

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