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Opinión

  • Cuando las aguas de la batalla se serenan, llega el segundo análisis de los acontecimientos y la reflexión sobre la nueva ola de un play off. De una parte, nos congratula haber vuelto a ver este miércoles a un equipo aguerrido, con alma y con ideas, con un limpio proceder en el terreno de juego para llenar de esperanza la alacena. Hablamos de un colectivo, no de individualidades. La UD Las Palmas regresó mostrando una mejor cara, pero no ha terminado su obra. Tras el 1-0 y la manera en que los amarillos se expresaron sobre el terreno de juego, su quehacer en el tramo final de la campaña genera más expectativas que dudas. Habría que ratificarlas tres veces más para lograr el objetivo.

    Pero nos ha preocupado sobremanera el giro apreciable en el criterio arbitral que tuvo este primer asalto de la promoción. El Sporting de Abelardo comprendió en el segundo tiempo que la forma más llevadera de hacer cara al fútbol de toque de Las Palmas era arrimar el reglamento hasta un precipicio, apuntalado por una tolerancia arbitral que ya habíamos presenciado en circunstancias similares cuando este mismo equipo pasó en la segunda vuelta por el Estadio de Gran Canaria con José Ramón Sandoval. El colegiado está ahí en el escenario también y su manera de interpretar la normativa de juego puede condicionar la trayectoria de un torneo de corto kilometraje.

    Hay un puñado de decisiones en el partido de este miércoles que enervaron no sólo a los jugadores y banquillo grancanario sino al público en general que asistió al recinto de juego. De repente, tras el paso del primer al segundo periodo, Valerón y sus compañeros eran objetos de abundantes faltas -con piernas y codos-, partiendo así el Sporting el ritmo y el concepto de partido que hasta ese instante había llevado a la UD a tener en su mano la batuta de la velada. Ocón Arraiz, que había pasado de puntillas durante los primeros 45 minutos salvo en una dura entrada a Nauzet, fue convirtiéndose poco a poco en protagonista, alejándose del contacto entre jugadores y ausentándose de la toma de decisiones importantes (un claro penalti por agarrón en el área asturiana incluido). Su final fue irritante, incluso, arrebatando la posibilidad de una jugada de pizarra cuando Las Palmas estaba en ataque situando piezas en el remate de un saque de banda.

    El 1-0 y la alegría del primer round disfraza en cierta medida una actuación que nos deja reflexionando en seco y nos traslada al episodio de la promoción de 1998 cuando otro equipo asturiano, el Real Oviedo, empezó de aquella manera (extraño penalti a favor a los 9 minutos) un play off que le permitió seguir en la máxima categoría y dejar a Las Palmas con la miel en los labios. Ese gol de Iván Ania sería determinante en el desarrollo de la promoción. Fue un 'pequeño detalle' que, sin embargo, proporcionó voluminosas consecuencias porque a Las Palmas le tocó siempre estar en escalada en esa eliminatoria, a pesar de que los hombres de García Remón pelearon por su destino hasta el último segundo de los 180 minutos en juego.

    Por eso, 16 años después, aún la afición de Gran Canaria le suena el nombre de Iturralde González y le asocia con un enfado de gran magnitud, que dejó una huella ya imborrable. En Gijón, con El Molinón abarrotado arbitrando desde las gradas y con un Sporting que tiene lecciones aprendidas ante una Unión Deportiva que ha logrado desarmarle, este play off necesita un juez que ofrezca transparencias, para que en el futuro sólo se hagan referencias históricas del partido en base a los futbolistas.

    Las Palmas ha de prepararse para un encuentro donde pinta que va a continuar en la línea de los últimos 45 minutos. Y ha de ir a escenario hostil sabiendo, no obstante, que el talento y la puntería no se arbitran.

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