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Opinión

  • Esta ha sido una semana con declaraciones de garrafón. Nada nuevo en el horizonte que pueda hacer cambiar el signo de las últimas jornadas, especialmente cuando la UD Las Palmas ha salido a competir lejos de Gran Canaria. Una semana de caída para luego levantar el ala. Hay que pasarla y por más que se expliquen los jugadores no aportan nada distinto a lo que perciben o saben los aficionados. Argumentos frágiles, sencillos y con poco contenido.

    No se haría justicia si se cuestionara ahora un proyecto que ha sido capaz de llevar la bandera de la Segunda División tanto tiempo. No se hará justicia tampoco ponerle interrogantes a las cualidades de la plantilla ni a la capacidad del cuerpo técnico. Son los mismos, con un mismo comportamiento y metodología de trabajo. Lo que antes valió ha de valer ahora, aunque la diferencia actual es que ha cambiado toda la efectividad en las dos facetas del juego.

    Paco Herrera tiene que encontrar el modelo de juego de la cara A de la UD Las Palmas. La presión, la intensidad, la solidariedad, el sentido vertical y la efectividad en la llegada. No podrá ser una búsqueda completa porque falta una de las piezas angulares del juego, como es Nauzet Alemán, un irreemplazable. En cambio, tiene que desterrar la cara B: el equipo titubeante, el que espera y que no está cohesionado, el que abusa del fútbol horizontal y se atasca en ataque. Ese equipo no es el candidato aunque también existe.

    Y ha de cambiar rápido porque llega lo mejor del año, el reparto de los premios. Solo tres; los dos primeros lejos de su mano. El tercero, al alcance. Hay que dormir poco y soñar mucho en estas semanas. Y hay que hablar más, pero en el campo de juego. Lo demás no vale.

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