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¡Jesé, Jesé, Jesé ...!

  • EL OTRO PARTIDO
  • 25/10/2021 - 09:05
¡Jesé, Jesé, Jesé ...!

Manuel Borrego

 

Si la motivación de Jesé Rodríguez ya era alta, tendrá que valorar en la tranquilidad de su hogar interno lo ocurrido este domingo frente al AD Alcorcón. Lució brazalete de capitán en un día de importantes ausencias (ya saben) y ante el portero Dani Jiménez vivió una experiencia frustrante en el capítulo personal, que no colectivo. Porque Jesé se vació en el campo y, a pesar de sus aciertos en los últimos metros, el meta alfarero se esforzó por negarle el gol.

 

Pero lo más importante del día para Jesé, victoria al margen, sucedió cuando fue relevado en la segunda parte. Los aficionados al Gran Canaria, en número cercano a los nueve mil, se pusieron en pie en amplia mayoría y brindaron una ovación a la par que corearon su nombre: ¡Jesé, Jesé, Jesé, …!.

 

Si tenía motivos para creer, ahora no encontraría excusa alguna … aunque no la busca. El aficionado del equipillo tiene esa sabiduría de la oportunidad. Y de responder con gratitud cuando observa en el campo que hay un jugador, sea cual sea su origen, que se entrega a la causa. Y en el caso de Jesé, el ‘sálvame’ que está expuesto no lo ha deteriorado ante la parroquia alentadora de la UD Las Palmas.

 

Al contrario, la grada del Gran Canaria mostró que le importa un bledo el cotilleo, que no le interesa el chismorreo al que se ve sometido quiera él o no. Hace unos días Pepe Mel alertó que la prensa del corazón o como se llame aguardaba en las puertas de la Ciudad Deportiva la salida de Jesé. Todo eso no tiene nada que ver con su fútbol, su profesión, su entrega, la generosidad y el esfuerzo por volver a tener un lugar entre los focos del balón.

 

El propio Jesé tiene que valorar ese momento. Los que le aplaudieron y avivaron su nombre lo han hecho en idéntica proporción a sus actuaciones. Reflexionará si esto lo vivió como jugador del Real Madrid, PSG o Betis … En su tierra se lo han dicho desde la sinceridad, sin regalarle nada. Y sin obtener 

 

Y es que hay viajeros y destinos que están condenados a unirse en un final perfecto. Ese mensaje es también recíproco.