La previa

Grandes temporadas ... con la boca pequeña

Manuel Borrego

 

Se cruzan de nuevo este sábado en el Estadio de Gran Canaria dos de los equipos que han desbordado previsiones propias de pretemporada o, al menos, están rendiendo en el campeonato por encima de las teóricas posibilidades que se les presumía. El tercero, cómo no, es el Girona que lucha por algo inimaginable para un club modesto.

 

UD Las Palmas y Valencia están en el hemisferio norte de la clasificación por méritos propios, con cosecha de puntos y sensaciones de juego que pronto le harán modificar las coordenadas de sus objetivos originales. Con la boca pequeña, sin querer exagerar sus propias conquistas a inicios de febrero, las dos escuadras han representado aire fresco en una Liga que requiere clubes y jugadores con vocación de ser alternativas.

 

Ya se pudo comprobar en Mestalla que el Valencia fue un rival incómodo para el estilo de la UD Las Palmas, por su profundidad en ataques veloces. Pero también pudo sentir el equipo de Rubén Baraja que Las Palmas no le va como anillo al dedo, porque el 1-0 final de aquel partido no reflejó las hechuras y juego allí mostradas.

 

Pero de uno a otro día hay un recorrido y en ambos casos se han producido mejoras colectivas, que convierten al encuentro del estadio de Gran Canaria en uno de los más interesantes en la jornada de Primera División. Así también lo ha entendido la afición isleña, que volverá a dejar un rastro importante de afluencia en las gradas.

 

García Pimienta recupera a un efectivo tan básico en su modelo como está siendo Javi Muñoz, que se ausentó en Granada por acumulación de amonestaciones. Y pocas razones tendrá el entrenador amarillo para alterar los planes observados en las últimas formaciones iniciales. Quizá la duda razonable esté en el lateral derecho, con el retorno también del mexicano Julián Araujo tras el peaje de cuatro partidos que debió cubrir por la obra teatral del Heliodoro. De estas cosas se aprende.

 

Las Palmas quiere los puntos y mantener la maniobra de aproximación al puerto de la permanencia. Solo entonces, la boca pequeña podría abrirse sin riesgo, sin presión pero con ilusión a raudales.