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Opinión

La mecha que enciende un derbi

  • ENTRE BASTIDORES
  • 05/01/2022 - 10:32
La mecha que enciende un derbi La llegada, tras la Copa de 1995, en la estación del jet foil. Se calcula que 20.000 personas siguieron la comitiva deportiva del muelle al Estadio Insular (Archivo: Norberto Rodríguez)

Manuel Borrego

 

José Hernández, nuestro admirado compañero y hermano profesional durante tantos años en La Provincia, rescata para ‘1996. Memorias de una reconquista’ un dato que impresiona ahora observado desde la distancia temporada. 35 personas, un puñado de 35 ilusiones, se sentaron en el consejo de administración de la UD Las Palmas para tratar de sacarla de la Segunda División B. Corresponde esa cifra al cuatrienio de tortura -deportiva y económica- que siguió a la reconversión del club en sociedad anónima deportiva hasta el ascenso de Elche. Desde Luis Sicilia hasta Domingo Bello Cabrera, con un montón de ideas y proyectos que la pelotita no acabó de consolidar. Por el camino, tres presidencias -o cuatro si contamos la virtual cabildicia-, decenas de jugadores, seis técnicos, … y duros golpes bajos.

 

Pero todo empezó a cobrar sentido tras un derbi y en el Heliodoro. ¡Oh casualidad!.  Un año antes del ascenso de Pacuco Rosales, Paco Castellano y su gente firmaron una de esas hazañas coperas que van más allá del resultado. Había en Santa Cruz un ambiente previo que entremezclaba la euforia y cierta crispación ¡oh casualidad!, con alguna frase sacada de contexto como la del presidente Javier Pérez, cuando dijo que quería un 20-0 en el partido contra Las Palmas. No había redes sociales como hoy, pero sí titulares de prensa expresivos, tertulias radiofónicas y un Tenerife europeo que generaba crédito en sus abarrotados graderíos. Era como si la historia se hubiese tragado entonces los 29 años que la UD Las Palmas había estado en Primera División hasta ese momento. Y era como si los amarillos que debían pasar por el recinto de un equipo poderoso en todos los aspectos estuvieran destinados a una humillación deportiva tras el 0-0 en la ida. Y sucedió que el guionista del partido le dio una vuelta al argumento, colocando a los víctima propiciatoria en reales verdugos … ¡Oh casualidad!.

 

Lo que tratamos de explicar es que ese derbi de entonces, después de 9 años sin ganar en el Heliodoro aunque por causas más diversas que las actuales, encendió una mecha. Ese fuego de unidad -subrayamos la palabrita- la pudo comprobar de inmediato a la vuelta los protagonistas del copazo del 95: Miles de personas siguieron a la comitiva de jugadores dirigidos por Paco Castellano desde la estación del jet foil al Estadio Insular, en una mañana de un día laboral. El ‘pío-pío’ sonaba con mucha fuerza, más que los motores de la legendaria nave interinsular. Y un entrenamiento de recuperación tras el viaje fue seguido por parte de ese grupo que se fue a Ciudad Jardín para decir algo más a los futbolistas.

 

Es la llama de un derbi. El esfuerzo de aquellos 35 consejeros que enumera José Hernández comenzó a tener sentido. La afición despertó y el equipo, aunque tardó un año en alcanzar la meta, no dejó de creer sin romper esos lazos de unidad que se habían restablecido en el Heliodoro. Ese tirón es el que ahora han de recoger Jonathan Viera, Jesé Rodríguez y todos sus 'compinches' del primer centenariazo, que sólo el tiempo dirá si no es el último. El 'delito' que han cometido es reanimar de nuevo la ilusión.

 

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