EDITORIAL

En dos ocasiones durante la temporada, el actual entrenador del Valencia se refirió a designaciones de un colegiado canario (Pulido Santana) en encuentros de su equipo, cuando estaba inmerso de lleno en la pelea por la permanencia. Aunque luego matizaba que creía en la honestidad del arbitraje español.
Pone así sobre la mesa una hipotética polémica que luego la edulcora con la coletilla final. Era innecesario lo uno y lo otro, pero en este juego todo el mundo actúa con sus cartas, aunque sea un argumento del Pleistoceno futbolístico.
Si Carlos Corberán hubiese sido el entrenador de la UD Las Palmas esta temporada no imaginamos qué habría podido decir días de 'tropelías' a los amarillos como la extraña falta ante Osasuna, el gol anulado en Balaídos, la cara expulsión de Essugo en el Villamarín, algunos de la decena de penaltis en contra, … y no seguimos para no aburrir. La afición y la plantilla de la UD sabe perfectamente de lo que hablamos.
También esta semana, siguiendo una línea de proporcionalidad y objetividad, el propio Corberán podría preguntarse qué hace un árbitro vasco dirigiendo un partido de la UD Las Palmas precisamente frente a su equipo. Pero no lo hará y tampoco servirá para que Diego Martínez, que sí ha tenido argumentos suficientes para hablar sobre arbitrajes, utilice los ‘trucos’ de su colega.
El fuego del fondo de la clasificación quema según a la distancia en la que cada uno se encuentre. Y a la sufridora UD, con sus injustos castigos de toda la temporada, le queda como único recurso unirse a su afición y olvidarse de todo menos de la portería del Valencia. Porque el equipo amarillo está muy solo, sin ‘favores’ más que los que sea capaz de generar con su garra y amor propio.
El silencio de ahora delatará el innecesario ruído de entonces.