OPINIÓN
Hay dos frases que, con apenas un paréntesis de dos partidos, ya están dibujando el escenario en el que se desarrolla la temporada de la UD Las Palmas.
* La primera de ellas es de Luis Carrión, después de la derrota frente a un Celta que acabó con 9 futbolistas en el Gran Canaria: “Hoy mismo digo: ¡Qué mal está todo!”.
* La segunda y posiblemente más importante la emitió su relevo en el cargo, Diego Martínez, tras cerrar el segundo triunfo de la campaña frente al Girona: “Estamos construyendo un puente mientras caminamos sobre él”.
De eso se trata. El cambio comienza por la obtención de resultados, que es lo que sana o enferma los proyectos. Las Palmas no ha necesitado relevar a sus protagonistas para conseguir los seis primeros puntos. Ni Martínez ha tenido tiempo de una pretemporada como banco de pruebas para encontrar el factor de corrección del equipo. De momento, todo indica que el problema y la solución estaba en la moral del futbolista, a nivel individual o grupal.
Ganar al Valencia y Girona ha supuestos dos chuts anímicos de mucho valor, cambiando el semblante al grupo, al cuerpo técnico, a los dirigentes y a los aficionados.
Ese puente que se está creando sigue en gerundio. Lo demuestra la propia clasificación, con la UD Las Palmas sin abandonar plaza de descenso aún. Porque hay mucho trabajo.
No es cuestión de aguantar al siempre aleatorio mercado invernal, que es inseguro y más arriesgado que el estival. Es cosa de seguir dando pasos, conseguir pequeños objetivos hasta llegar al otro lado del puente y comprobar que los cimientos estaban firmes.
Y cruzar hasta la zona segura como siempre lo ha hecho el equipo cuando es capaz de resolver entuertos como el actual: unidos. De ese se está encargando bien el propio Diego Martínez, del que nos da la impresión de que lleva mucho tiempo en el proyecto sin haber acabado de deshacer las maletas. Ese puede ser el primero de sus aciertos.