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Deal Massie, un luchador con agallas

El senegalés, integrante del Unión Sardina, llegó a Gran Canaria hace cinco años en un cayuco tras diez días en alta mar: "No teníamos agua ni alimentos. Lloraba porque creí que íbamos a morir, pero apareció el equipo de salvamento", recuerda

  • GENTE CON DUENDE
  • 25/11/2011 - 00:42

Aquella noche su horizonte estaba en el lado oscuro del planeta, en la inmensidad del océano sin una luz que apuntara un destino. Se acurrucó en un rincón del cayuco para zafarse de las garras heladas que rodeaban a sus 53 acompañantes, los que diez días antes habían zarpado de Dakar en busca de un nuevo amanecer. Ahora que nadie le observaba Deal Massie dejó de reprimirse y echó a llorar porque sentía que iba a morir, que estaba viviendo sus últimas horas. Pero él no podía descubrir la cara del terror ante aquellas personas a las que debía convencer de que la frágil nave estaba ya cerca de Gran Canaria. "A las cinco de la mañana escuchamos al helicóptero de la Cruz Roja sobrevolar sobre nuestra barca. Y no puedo expresar ahora la gran alegría que sentimos en ese momento" comenta en su castellano remendado, que está puliendo día a día. "Nos habíamos salvado aunque todavía había que guardar la calma hasta que llegara el barco de rescate".

El senegalés Massie (Dakar, 15 de febrero de 1980) llegó a Arguineguín en diciembre de 2006, tras ser rescatado de un destino trágico por los equipos de salvamento que entonces tenían una frenética actividad por la oleada de cayucos y pateras procedentes del continente africano. Su historia es la de un hombre invencible que lucha con una sonrisa porque tiene presente a diario algo que su padre le dijo de pequeño: "No sabemos cuándo pero un día moriremos y es lo único imposible en la vida que podamos evitar. Todo lo demás es posible". Esa frase sencilla pero cargada de sabiduría popular es la que movió a Massie a cruzar el brazo de mar y venir hasta Canarias. Pero se enroló en la nave clandestina de forma espontánea. "Estaba pescando con mi hermano en la barca de nuestra familia. Y entonces pasó el cayuco por nuestro lado. Yo tenía en mente salir algún día de mi país y venir a Canarias. Le dije al patrón del cayuco que tenía dos opciones: ¡si no me dejas ir con ustedes, llamo a la policía!. Asintió y, entonces, salté de un barco a otro, sin pensármelo".

DIEZ DÍAS EN LA MAR

Y así fue cómo horas después Massie perdía de vista todo contacto con su Senegal natal. Antes había dicho a su hermano que no le comentara nada a la familia, especialmente al padre, quien pudo enterarse de la huida cuando ya Deal había pisado tierra canaria: "hablé con él por teléfono y estaba muy enfadado. Traté de tranquilizarle recordándole que buscaba mi futuro. No me traje nada, vine con la misma ropa; todo sucedió de manera improvisada. Soy así".

Una vez sentado en el cayuco comprendió que su labor allí era algo más que la de un viajero encorsetado. Se percató de que la casi totalidad de sus compañeros de viaje no sabían nadar ni tenían hábito de estar en una embarcación de fácil vuelco y azotada por el mar, empujada por un motor de unos pocos caballos para surcar casi ochocientos kilómetros de ruta náutica. Massie hizo labores de proel y también de capataz, coordinando los movimientos internos de los viajeros a los que tranquilizaba cuando se producía el nerviosismo, algo inevitable cuando la travesía dura diez días en alta mar. Fue una ayuda eficaz para el atrevido patrón de la nave. "A veces, por las noches, grandes peces se acercaban hasta el cayuco y daban zarpazos en el agua. Yo sabía de qué se trataba y si los demás preguntaban qué era, les decía que sólo una ola; pero que no se asomaran por el peligro de un vuelco. Creían en mí porque era marinero y me hacían caso".

La experiencia como navegante la había adquirido de niño porque el negocio familiar consistía en la pesca. Desde los once años se había acostumbrado a la mar como acompañante de su padre. Había que alimentar a quince hijos en la casa y Deal era el tercero de la saga. "Hablé con mi padre: le dije que no iba más al colegio porque no podía verle trabajar tanto. Que yo era fuerte y podía aprender". Así fue la forma en que siendo niño abandonó la escuela y a las cinco de la mañana se enrolaba en la barcaza tras la pesca de las grandes corvinas y las capturas tradicionales de la costa senegalesa. "Una vez atrapamos en las redes un pez espada enorme. Era muy peligroso y mi padre se arriesgaba al intentar sacarlo. Yo corté la red y le dejé escapar".

LA PRIMERA LECCIÓN, EN ‘OTRO' TERRERO
Aquellos diez días en el mar, sin embargo, le dejaron una huella profunda en su memoria. "Pero Dios quiso que llegáramos todos, no hubo ninguna muerte en el trayecto. Lo pasamos mal porque se agotó el combustible y estuvimos dos días sin agua y comida. Se habían acabado todos los recursos antes de ser rescatados. Por eso pensamos que íbamos a morir".

Sus inicios como isleño fueron complicados porque, entre otras cosas, él sólo se expresaba en francés y en wolof -una de las lenguas reconocidas en Senegal y Gambia-. Una vez establecido y no retornado a casa, Deal Massie descubrió la lucha canaria y la lucha canaria le descubrió también a él. "Vine un día al terrero (a ver un entrenamiento del Unión Sardina) y me gustó. Todo me resultaba familiar. Pasados unos días les dije que quería aprender a luchar. Me aceptaron de inmediato y me inicié en este deporte. Los canarios son gente estupenda".

Deal tiene la mirada limpia de un luchador y la sonrisa honesta también. No le fue difícil enlazar con sus colegas, ahora compañeros de equipo del Sardina. Incluso le bautizaron: "Tano (Collado) me preguntó mi nombre y cuando lo escuchó dijo: "¡eso es muy complicado!. Tú te llamas Tito".

Y Tito es a todos los efectos incluso en el momento de salir al terrero como integrante del equipo de primera categoría del Unión Sardina. "Mis mañas son el toque p'atrás, el toque por dentro y también el meterme por dentro en las agarradas. Estoy aprendiendo", señala mientras ríe y ríe.

CONSEJOS AL TROTA

La pasión por el deporte del cuerpo a cuerpo no era nueva para el senegalés. Desde la infancia acompañaba a su padre a presenciar los combates de lucha lamb, la dura actividad nacional donde "vale todo". A los 17 años debutó ante numeroso público "quizá mil personas. Mira estos dientes" señala al mostrarnos sus piezas separadas, "eso me ocurrió el primer día con un puñetazo. Mi padre me puso agua y sal, me dio algodón y me dijo: "no cierres los ojos; ahora tú". Salí a la arena y gané el combate con otro buen puñetazo".

Tito combinó la pesca y el deporte de la lucha en su país. Y cuando ya estuvo instalado con licencia federativa en Gran Canaria contactó con él Juan Espino El Trota. Quería que le enseñara o aconsejara sobre ese difícil arte donde ahora el líder del Almogarén es un ídolo entre la afición senegalesa. "Le dije lo mismo que mi padre me había dicho a mí: no cierres los ojos. En Senegal los luchadores son muy rápidos y están mirando constantemente a sus adversarios a los ojos. No se fijan en otra cosa porque si parpadeas te llevas un puñetazo. Esa lucha es como el boxeo, pero más dura todavía. Y así se ganan los combates. Antes Trota me llamaba mucho pero hace tiempo que no hablo con él. También le dije", continúa, "que tenía que bajar algunos kilos porque para esa lucha hay que estar ágil. Trota me hizo caso".

PAPÁ EL 11 DEL 11 DE 2011

Tito es un personaje querido en el Unión Sardina, donde aspira a conseguir sus propios éxitos deportivos. "Me gusta como luchador Agustín Mayor, tiene mucho carácter, y también Juan Espino. Mi ilusiona tirarle algún día en el terrero ... me refiero tumbar al Trota. Ya sabes: nada en la vida es imposible", dice mostrando su sonrisa. Tiene la oportunidad, si se da, en la próxima semifinal del Torneo Insular.

De repente sus ojos cambian, inundado por las lágrimas. "Mi padre ya no está enfadado. Le he dicho que quiero volver a verle porque hace cinco años que salí. Pero voy a hacerlo como español. Él me dice que esté tranquilo; ahora comparte mi sueño y cree que aquí está mi futuro. Es un hombre muy sabio. "Si Dios quiere que me veas, me verás otra vez", me dijo.

Tiene muchos motivos Tito Massie, creyente del Islam, porque las alegrías están en su casa del Cruce de Arinaga. Se ha casado con la canaria Vanesa Valido Cabrera, natural de Vecindario, y ya es papá: "Fue un niño, se llama Garay, como el jugador del Real Madrid, y nació el 11 del 11 de 2011", añade con gesto de absoluta felicidad. "Pero no voy a tener quince como mi padre: de momento, uno. Y también será luchador".

Manuel Borrego


Canarias7 replica el reportaje de Tito

El periódico Canarias7 replicó este domingo 4 de diciembre de 2011 un reportaje al luchador senegalés del Unión Sardina, tras inspirarse en el que Tinta Amarilla.es publicó después de descubrir su emotiva historia. Tito estaba en la noche del sábado muy contento, antes de la luchada semifinal de la Copa Cabildo, por la gran aceptación que ha obtenido su testimonio a través de internet. "Muchas gracias", nos comentaba. "Mi padre ha visto el reportaje desde Senegal; le ha gustado mucho", nos decía antes de pedirnos la realización de la foto que anhelaba junto a su admirado Juan Espino Trota. El puntal del Almogarén se fundió en un abrazo con su amigo: "Es un hombre sensacional, un gran luchador de la vida", nos valoró.

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