
Por Manuel Borrego
Los 10.023 que asistieron el domingo al Estadio de Gran Canaria dieron la primera opinión después de hacer sus valoraciones iniciales tras cinco jornadas de campeonato. Aplaudieron varias veces con ganas a determinados jugadores en el instante de los cambios. A Valerón le brindaron una sonada ovación cuando fue relevado por primera vez en la Liga, reforzando con este gesto las sensaciones pasionales que ya se pudieron contemplar el día de su vuelta a casa. A Carlos Aranda, más de lo mismo en el instante de la sustitución, con el público en pie en señal de agradecimiento a su esfuerzo en el derribo al Real Jaén cuando hay un convencimiento de que el pleno rendimiento del delantero malagueño vendrá de la mano con el rodaje. Y aplaudieron a rabiar, y de qué manera, cuando saltó al campo de batalla el guerrillero de Guanarteme, Asdrúbal Padrón, que se ha metido ya en el corazón de los amarillos del Gran Canaria como antes había hecho con los moradores del Anexo. Es probable que tuvieran reservados más aplausos si el reglamento hubiese permitido realizar otros cambios, a pesar de que Las Palmas no hizo precisamente un partido brillante ante el rocoso cuadro jiennense.
Porque hubo más gestos de los hinchas a los jugadores y viceversa, si bien todas las partes convienen en que todavía la verdadera UD Las Palmas que se ha reunido en torno a Sergio Lobera no se ha expresado con todo su potencial. Y tras estos aplausos dirigidos de manera individual a los protagonistas hay un mensaje de aceptación hacia quienes han reunido a este grupo de jugadores, a los gestores de la que es posiblemente la plantilla más cualificada que se ha confeccionado desde que Miguel Ángel Ramírez es presidente de la entidad.
Todo está por ver pues en el deporte jamás hay garantías de éxito. Estas ovaciones también las debe compartir una paciente comisión deportiva que ha logrado captar futbolistas cualificados de primer nivel con recursos propios de un club sumergido en el océano concursal desde hace ocho años. Ya saben: 16 futbolistas de Primera y una cantera que, de forma selectiva, también tiene presencia en el proyecto que se transforma, con idas y venidas. Es justo rescatar que al aficionado en general, al menos al que acude al Estadio, parece haberle cautivado la personalidad de Apoño en su jefatura en el campo de batalla, la astucia de Masoud que ya presenta números de ensueño como goleador (2 tantos en 2 partidos oficiales) y el espíritu rompedor de un ariete como Aranda al que no hay que explicarle cómo es la jungla de la Segunda División. Tres refuerzos que se hicieron esperar, que desataron una oleada de prejuicios desproporcionales tras haberles contratado, pero que están cambiando el aroma que se respira en torno al equipo que vive su tránsito de aspirante a candidato.
Los hombres que se meten en los despachos junto a Lobera, que hablan, discuten, valoran, arriesgan, fallan o aciertan pueden sentir que esos aplausos del domingo también les correspondían. Todo lo demás a partir de ahora es ... fútbol.