El colegiado corona su actuación con el indulto al defensa del Sporting Iván Hernández; la segunda amarilla se la adjudicó al sorprendido Bernardo
M.B.
Todo parecía normal; parecía. Los dos penalties en 20 minutos podrían parecer que se desataba la polémica. Parecía ... porque en realidad eran dos aciertos de microscopio valorados por Pino Zamorano y sus asistentes. Murillo golpeaba la pierna de apoyo de Lora en el área para la máxima pena del 0-1; Iván Hernández contactaba con el brazo tras el centro de Thievy en el 1-1.
El arbitraje del veterano colegiado castellano-manchego, quizá su última actuación en Gran Canaria después de 18 temporadas, sembró sin embargo opiniones contrariadas en ambas formaciones. Esos aciertos en el área fueron puntas de iceberg sobre lo que se cocía en el interior del partido. Porque las imprecisiones posteriores fueron tan abundantes que los futbolistas de ambas escuadras acabaron desquiciados, a tono con el propio descontrol del partido.
Sin duda la decisión más llamativa de Pino fue la tarjeta amarilla adjudicada a Bernardo, zaguero dorsal 16 del Sporting, en una jugada en la que su compañero Iván Hernández derribaba como último defensor a Chrisantus. Corría apenas la primera media hora y el partido pudo saltar por los aires en ese momento. Bernardo fue el primer sorprendido por la decisión del árbitro, pero ningún jugador o miembro del banquillo de la UD Las Palmas se percató en aquel instante de la amonestación errónea del colegiado, que pudo dejar con diez efectivos al equipo visitante, conjunto que arriesgaba con una presión que tenía puntos frágiles. El Sporting podrá apoyarse en las imágenes televisivas para certificar ante Competición que no fue Bernardo el autor de la falta sancionada.
El derribo casi de judo a Chrisantus, en el área sportinguista. No mereció castigo (C. Torres)
Otro hecho que sorprendió fue la tarjeta 'roja directa' que mostró al portero suplente Juan Pablo. No por el suceso en sí, sino porque recoge en acta una doble amonestación, ambas por protestas y una de ellas por mostrar el número de su dorsal tras la presunta primera amarilla. El meta debió ser sujetado por sus compañeros y por el técnico Sandoval, parecía dispuesto a saltar al terreno de juego ... a saber.
A medida que el choque avanzó el arbitraje cansino y lejano de Zamorano se fue complicando. No quiso saber más sobre lo que ocurría en las zonas de penalti, donde los agarrones iban en aumento. Mientras dio una vuelta de tuerca en la recta final al expulsar a Javi Guerrero por unas palabras feas que recogió en el documento acreditativo del partido: "que polla de falta pitas, hostias, hostias", reza textualmente.
Todo parecía normal, insistimos. Pero no era así. Pino fue fiel a su leyenda; no pasó inadvertido. En el acta igualmente reflejó los dos minutos de retraso en la salida al campo de los equipos. Quizá por ello el minuto de silencio convocado por el equipo local apenas duró unos segundos, cuando el pitido del colegiado lo abortó con prontitud. A la afición no le gustó ese gesto y protestó.
Nada, en realidad, fue lo que parecía. Tan desquiciado salió el propio entrenador visitante que llegó a afirmar que "el cuarto gol se marcó con un fuera de juego de tres metros, clarísimo". Ese hecho sólo existió en la imaginación de Sandoval o en las alucinaciones producidas por tan singular jornada.