Por Manuel Borrego
Hay algunos aspectos positivos que localizar en la derrota sufrida por la UD Las Palmas este sábado frente al Guadalajara, inmersa en la maratoniana colección de capítulos que tiene la temporada. Si tenía que producirse para rescatar defectos aún por pulir, no pudo elegirse en momento más 'adecuado': porque existe tal margen de corrección, que sumergirse en el pesimismo sería propio de una reacción surrealista que no iría acorde a lo que está representando este proyecto de ascenso. Las aspiraciones de volver a la Primera División de la Unión Deportiva, aún terminando marzo, no se sintetizan en noventa minutos de aciaga producción, excelente confección del partido alcarreño ... y grave error arbitral, que lo hubo esta vez en contra de los intereses canarios.
El segundo apéndice que despiezamos de lo que acontecido el sábado es que Sergio Lobera ha puesto boca arriba en su consulta al propio equipo, para analizar el por qué Las Palmas no fue Las Palmas, el balón no estuvo en botas canarias, apenas vimos la velocidad de sus punzantes delanteros y por qué el fútbol amarillo se bloqueó en el embudo defensivo alcarreño. Si algo ha demostrado la UD esta temporada es su autoanálisis interno, aprender de errores para mejorar la producción. Ese trabajo se lo dejamos a los profesionales.
Pero lo más importante de cuanto aconteció no estuvo en el campo de batalla. Acudieron al Estadio llamados por la ilusión miles de grancanarios, que buscaron en el fondo de sus armarios esas prendas amarillas olvidadas. Camisetas de la primera era Kresic, de los años de Segunda B, de los sufridos en este largo ciclo de Segunda División, la de Eloy, Renaldo, Orlandito e, incluso, alguna con las pintaderas de Turu Flores. La UD tiene fondo de armario en el campo de juego y en las gradas. Que nadie los desuna.