Por Manuel Borrego
Una de las razones por las que UD Las Palmas ha logrado reaccionar en el campeonato de Liga, levantando el vuelo cuando agonizaba el proyecto de Sergio Lobera, ha sido porque el propio entrenador y su equipo de colaboradores optaron por acoplar el sistema a las piezas que disponía para ello. Y no al contrario, con calzador. Incluso el juego es más productivo con los recursos empleados ahora; al fin y al cabo el espectáculo en el deporte profesional es ganar y, añadiríamos, "como sea".
Llamó la atención que en la pasada jornada mantuviera el mismo modelo de juego por las alas (Sergio y Momo no participaban en sus carriles naturales) durante los noventa minutos del partido, a pesar de que la eficacia de ambos decayó de forma importante a la hora de construir. Y ya sabemos que todo es relativo, que depende de rivales, de la inspiración de cada jornada e, incluso, hasta de los baches que tenga el terreno de juego. De ahí que Sergio, una semana antes, realizara una jugada perfecta en la banda izquierda y colgara el balón con la zurda para que marcara de cabeza Guerrero. No hay dos días iguales en el fútbol, eso es evidente.
Para ante la Ponferradina, la eficacia de ambos para profundizar no pareció convincente. En especial cuando Momo se veía obligado en la banda de derecha a cambiar la dirección de sus conducciones para ingresar en el pelotón de la parcela más ancha. Renunciaba a correr en vertical para meterse en ese atasco que, en realidad, ya se pudo percibir en algunas de las jornadas en las que el ataque de Las Palmas fue previsible y poco profundo.
En cualquier caso, el partido de la Ponferradina está justamente salvado con el gol de Javi Guerrero. Y Lobera se ha caracterizado por ser un técnico reflexivo, que sabe mirar sus propios pasos para corregir la dirección del equipo. Si el camino es jugar con los extremos a pie cambiado, el ejemplo ante el conjunto berciano no parece válido como modelo a seguir.