El Marco Polo canario
10/06/2011

El defensa Ubay Luzardo salió de Gran Canaria hace diez temporadas, cuando tenía 17 años. Su largo peregrinaje le ha llevado hasta Hong Kong donde ha disfrutado sus días de gloria proclamándose campeón de aquella Liga asiática

Cuando hace diez años Ubay Luzardo (Las Palmas de Gran Canaria, 6 de noviembre de 1983) emprendió su particular travesía del desierto, quizá no pronosticó que en ella iba a tener su propio momento de gloria. Hace unas semanas, el central grancanario del Kitchee saboreaba el almíbar de un título de la Liga en Hong Kong, con el equipo más español de Asia. Ahora disfruta de unas semanas de reconciliación con su Canarias natal antes de retomar de nuevo el pulso a la pretemporada puesto que su equipo empieza el 8 de julio. "Salí de la isla con 17 años" recuerda desde la óptica del deportista ya maduro. "Partí hasta cadetes en el Huracán y luego en juveniles en la UD Las Palmas, donde coincidí con la quinta de Guayre, Carmelo, Jorge, Ángel López, Pablo Sicilia, Momo ... estuve a las órdenes de Manolo Marrero. Pero no veía posibilidades (Las Palmas entonces estaba inmersa en la Primera División) y empecé en Cataluña, en La Senia. Hasta que el mismo Gombau, entrenador del Kitchee, me propuso irme a Hong Kong. Ha sido la apuesta de mi vida y acerté con ella. Porque me ha dado la posibilidad de proyectarme en el deporte profesional y conocer otros puntos del Planeta, ver otras formas de vida. He viajado a China, Thailandia, Malasia, Singapur, Filipinas, ... aunque siempre tengo el anhelo de jugar en España otra vez".

De momento, la próxima temporada su color será el celeste del campeón hongkonés, clasificado para la Asia Cup "que es la competición equivalente a la Europa League", añade. Pero centrado en el trabajo no le impide conocer una forma de vida que sólo está al alcance de unos pocos: "la primera vez que iba a cruzar una calle en Hong Kong, en un semáforo, me quedé agarrotado. Un ejército de personas esperaba frente a mí, unos tras otros, y a mis espaldas también había otro gran número de ciudadanos. En el momento de dar paso, tuve que agarrarme a mi compañero porque temí extraviarnos en medio de aquella multitud. Fue sólo el comienzo porque luego todo aquello se ha hecho cotidiano. Hong Kong es pequeño pero tiene un núcleo de población muy elevado. No se puede tener un coche, por ejemplo, porque el problema es dónde aparcarlo. Hay buenos servicios de transportes colectivos que funcionan bien".

Ubay reside en el piso número 53 de un edificio de 60 plantas, con 360 viviendas ocupadas. "No sé a qué velocidad sube el ascensor pero tarda menos que los cuatro pisos de mis padres en la Avenida de Escaleritas", indica. "Va como un tiro". Su novia Carmen, de Tarragona, le hace compañía en una ciudad-estado donde los europeos tienen que amoldarse a las costumbres ensambladas de origen chino y colonización británica. "Se come en la calle, en un chiringuitos que se encuentran en la misma avenida. Lo más raro que he comido ha sido serpientes fritas. Saben a pollo; también los sapos". Ubay sólo conoce allí a un canario: "Raúl es chicharrero. Fue por casualidad porque reside en mi propio vecindario. Los españoles nos encontramos en algunos puntos de la ciudad. Hay un restaurante español, el 'Uno y no más', que regenta el chef valenciano David. Allí pasamos buenos ratos y coincidimos con personal de la Embajada y la Cámara de comercio. Está en el centro financiero Wan Chai. Tiene croquetas, jamón serrano, ... comida española. No echo de menos el potaje porque no me gusta (sonríe)".

Su principal añoranza es la familia. "Pero las posibilidades de comunicación son muy amplias. Por quince euros al cambio durante el mes, dispongo de llamadas gratis las 24 horas a España o cualquier lugar del Planeta. Y, además, internet. Paso muchas horas en el ordenador conectado con los míos". Pero sus pensamientos profesionales están en los terrenos de juego. Josep Gombau guarda relación directa con Pep Guardiola, de ahí que el estilo de juego que intenta ofrecer el Kitchee tiene como referente el azulgrana. "Nuestro club tiene esa filosofía futbolística; de hecho realizamos el 4-3-3 que tan bien nos ha ido esta temporada". La Ciudad Condal fue el lugar donde el equipo de Ubay realizó la pretemporada el pasado verano en contacto directo con el filial barcelonés. "La Liga en Hong Kong está creciendo mucho y la preparación se cuida al máximo. La llegada de Roberto Losada, en nuestro equipo, y Mateja Kezman, en el South China, y también la de Nicky Butt a nuestro principal rival, ha dado muchos incentivos y esto se ha notado en la afluencia de espectadores. Sólo las carreras de caballos superan ahora al fútbol".

Los dos principales clubes de la ciudad comparten un estadio con capacidad para 43.000 espectadores. "Los equipos están dirigidos por empresarios que tienen mucho dinero. El de South China, Mister Low, ha realizado un esfuerzo muy importante para intentar ganar la Liga. A Kezman le pagaron un millón de euros por cinco meses. Low tiene mucho dinero. Un día aparece con un Masserati, al siguiente con un Porsche, luego con un Lamborghini, ... Entre el Gobierno y los empresarios están potenciando mucho el fútbol y el nivel se aprecia en los encuentros".

Ubay es el tercer capitán del Kitchee, responsabilizado en algunas facetas a balón parado por el técnico Gombau (faltas y penaltis). Se ha convertido en uno de los ídolos de la afición china. "Me siento querido y me siento bien; he tenido ofertas aquí pero no me compensan económica ni deportivamente lo que ahora me brinda el Kitchee. Sabemos que en el fútbol español hay grandes problemas porque a los clubes les falta liquidez. Los conjuntos de Hong Kong son rígidos en su organización: el día cuatro nos ingresan las nóminas. No fallan. Allí no hay paro, pero tampoco hay jubilación. La gente mayor recoge cartones y papeleras. Están siempre activos".

Luzardo ya está pensando en su futuro. "Quiero comprarme una casa, pero aquí porque los precios en Hong Kong son prohibitivos. Una vivienda de sesenta metros cuadrados puede costar 300.000 euros. Por cierto, como la gente come en la calle, muchas no tienen previstas las cocinas".

Antes de lo que piensa tendrá que volver a hacer las maletas. Le espera a este futbolista, convertido en el más lejano emigrante del deporte canario, un nuevo largo desplazamiento hasta el teatro de sus sueños deportivos. Está lejos, pero tan cerca como pueda proporcionarnos un teclado y una línea telefónica. Por eso sus éxitos no pasarán inadvertidos.

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