El Estadio Sánchez Pizjuán va a convertirse en un cortafuego para dos frentes activos que se cruzarán este martes en él. El incendio del Sevilla FC tiene alcance social, con una afición que se ha acostumbrado a celebrar títulos continentales en la última década y que ahora se ve amenazada por la larga sombra de un descenso que no se ha diluido. El fuego clasificatorio de la UD Las Palmas ya no entiende otra salvación que abandonar el recinto hispalense con un kit de supervivencia, para seguir administrándolo en los dos episodios finales frente a Leganés y Espanyol.

Es un partido clave para ambos conjuntos. Jugar como visitante, a tenor de lo acontecido en las dos últimas actuaciones, puede alejar a los futbolistas de Diego Martínez de ser una desventaja. Porque ya han demostrado en otras actuaciones de lo que son capaces, incluso públicos exigentes en las gradas. Y más aún si los amarillos son capaces de hacer que la inquietud sevillista se convierta en un congelante futbolístico del excelente conjunto local.

Las Palmas tiene que olvidarse de lo más reciente y volver a ser un equipo combativo, solidario y rocoso como le mostró al Atlético de Madrid. Y eficiente ante el gol como ocurrió frente al Getafe, sin ir más lejos. No está en el campo Fabio Silva, pero ese recurso ausente no debe ser condicionante para el resto, obligados a jugar este martes como si fuera el último partido de sus vidas. 

Sólo podrán controlar lo propio y eso pasa por mostrar personalidad, gestionar cada minuto del juego y responder a la exigencia de ese escudo al que representan. La posibilidad de cambios en el once está en el aire, empezando por una hipotética vuelta de Cillesen, a la ubicación de Campaña en el centro del campo o el regreso de McKenna a la defensa. 

Y deben saber que en ese mismo escenario, a veces en situaciones comprometidas, se lograron hasta ocho triunfos oficiales. Un noveno le volvería a dar vida a esta Liga a la que le quedan tres teledarios … textual.