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Opinión

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    Fue en vísperas de un gran San Juan.

 Durante toda la temporada ya se respiraba ascenso en el entorno de la UD Las Palmas. El encuentro en Elche, donde se iba a producir el penúltimo aunque definitivo asalto de los amarillos para alcanzar ese objetivo, era inevitable para todos los medios de comunicación de la Isla. La Provincia organizó entonces un amplio despliegue en el que se me designaba para trabajar en aquel importante evento. Un honor, que no podía rechazar; y una oportunidad para agrandar el crecimiento en el mundo de la información; con significado de un antes y un después en madurez personal y profesional.

    Aquel partido fue todo un acontecimiento para toda una gran parcela geográfica en el archipiélago, pero en especial para Las Palmas de Gran Canaria, que vivía las vísperas de sus fiestas fundacionales en un fin de semana grandísimo. Muchos astros estaban bien ubicados para que todo saliera a pedir de boca en aquella noche mágica.

 Los gestos de aquel equipo que funcionaba como un reloj suizo con el campo, dirigido por Pacuco Rosales, nos los conocíamos todos a la perfección. Casi ni hacía falta mirar al terreno de juego para saber lo que estaba sucediendo. Opté también por observar qué ocurría en la grada del Martínez Valero. Frente a nuestra posición teníamos a los aficionados amarillos congregados en un alto de aquel inmenso estadio. Y a nuestra izquierda, al palco, donde los medios hacíamos una vigilancia estrecha; el lugar donde los políticos disfrutaban como ‘chiquillos' del aquel concierto sobre el verde de los grancanarios. Uno, en especial, José Macías, el entonces presidente del Cabildo de Gran Canaria, mostraba su pasión de manera sobresaliente. Su entusiasmo fue en aumento con la llegada de los goles. Y nadie le pudo parar en su particular invasión al campo de juego Desde cinco minutos antes de que se produjera el pitido final del árbitro, aquel veterano político ya echaba un pié fuera del palco, protegido por tímido muro de apenas un metro de alto.


    Recordaba Macías que había vivido los partidos de la UD, sin un duro en el bolsillo, desde las arenas en la parte superior del Estadio Insular. "Entonces, cuando llegaba el minuto 30 de la segunda parte nos tirábamos arenas p'abajo para aprovechar que se abrían las puertas de la calle Paseo de Chil, y evitar que la avalancha de salida nos impidiera entrar a ver esos últimos minutos desde la grada Curva". De aquella experiencia juvenil, quizá su incontenible actitud en Elche.

    Pues así hacía él, y así, en realidad hacían todos los demás políticos y enviados especiales que se desplazaron hasta Elche a vivir aquel momento único de la UD Las Palmas, que abandonaba la Segunda B tras cuatro años de peregrinaje. Con ellos, a través de las ondas de radio se encontraban muchísimos canarios y la totalidad de isleños que han querido desde siempre a la UD Las Palmas, probablemente llorando de alegría como internamente también hicimos todos los amarillos en el Martínez Valero.


    Ese arrollador equipo no paró. La borrachera de la euforia era tal que apenas era fácil encontrar una pregunta o una respuesta adecuada. Las obviedades reinaban en los ‘interrogatorios' a los que se veían sometidos una y otra vez los protagonistas, porque en ese momento no es fácil mantener la templanza por parte de nadie. El periodista debe ser imparcial, no cabe duda, pero eso es algo que está reñido con la condición humana cuando el afecto por lo informado es tan grande como siempre lo ha sido la UD Las Palmas, y que genera siempre los dos polos de sensaciones, amor y odio, pero nunca el intermedio o el de la indiferencia.

    El viaje de vuelta desde Alicante fue relativamente el más corto entre la Península Ibérica y las Islas Canarias que jamás recuerdo. Los acontecimientos se precipitaban y la fiesta en el avión era imposible de contener acumulando notas en un cuaderno que debía esperar dos día más para reflejar en el papel del periódico lo que estaba aconteciendo. Las imitaciones de Eduardo Ramos, los discursos del técnicos, del presidente, de los jugadores, los cánticos, ... Una vez en tierra quedaba una tarea más, documentar el recibimiento de los aficionados. Ya se esperaba algo grande, pero no tan grande como la caravana de vehículos que finalmente seguían al equipo desde el aeropuerto hasta la Playa de Las Canteras, donde los escenarios allí ‘plantados' para celebrar la noche de San Juan esperaban a los integrantes del equipo amarillo. Después, allí, imaginen.