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Opinión

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    Jamás se está preparado para afrontar una pérdida de un ser querido. La de Pedro Montesdeoca Ramos, es de las que menos nos esperamos. Una puñalada de la vida a las que pocos, por no decir nadie, le encuentra una explicación.

     

    El espacio que nos deja a quienes le tratamos directamente siempre quedará ahí en nuestras memorias. Quizás la única razón que pueda justificar mínimamente esta repentina marcha, un adiós sin despedida ante su cuerpo material, es que toda esa energía de humanidad que concentraba ahora se esparce por el Planeta en una situación y en un momento en los que más se requiere su ejemplo de convivencia.

     

    Pedro no era simplemente el médico en el club. Su presencia en el banquillo nos daba seguridad. Sabíamos que con él al lado de los jugadores, la materia prima de cualquier equipo, su salud (la de los baloncestistas) iba a estar asegurada.

     

    La pasión con la que hacía cada cosa se transmitía. Seguirle en la red; hablar con él cara a cara o saber que fuera por la razón que fuera siempre iba a responder a tu llamada con cariño, respeto y profesionalidad son esos ejemplos de un persona brillante y generosa que cuando se marcha como ahora lo hace, contra su voluntad, deja un vacío que nadie podrá llenar y que nunca permitiremos que otra persona ocupe. ¡¡¡Hasta pronto amigo!!!