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Opinión

  • Cuando aún resuenan los cánticos y las manifestaciones de alegría de los miles de aficionados que festejaron el tan ansiado ascenso, todo parece volver a la normalidad; a lo cotidiano..., pero de alguna forma y más que nunca, miles de aficionados desean que el tiempo vuele para ir al Estadio de Gran Canaria y revivir épocas pretéritas unos, y otros vivir las sensaciones que sus padres, amigos y familiares les han contado.

    Es cierto que la historia está ahí y que gracias a esa historia se ha mantenido encendida la llama de la esperanza hasta que volviera a repetirse una nueva gesta, pero no es menos cierto que esta nueva gesta se convierte a su vez en un nuevo capítulo de nuestra particular historia, que día a día se va escribiendo y vamos escribiendo, para que generaciones venideras continúen manteniendo viva esa llama que tan importante significado tiene en el ámbito social canario y no sólo canario, pues Las Palmas es querida y seguida más allá de nuestras fronteras.

    Si hace un año fuimos portada nacional por los desagradables acontecimientos de todos conocidos, este año fue por todo lo contrario: por el civismo del que siempre ha hecho gala el canario. ¡Ni un incidente reseñable en actos en los que participaron miles de personas!. Atrás quedó la angustia en una gran tarde de fútbol. ¡Qué últimos 10 minutos!, ¡qué sufrimiento! y luego, una explosión de júbilo inenarrable que se convirtió en una marea amarilla que serpenteaba por la ciudad para celebrar el histórico acontecimiento.

    No cabe duda que gran parte de culpa de lo ocurrido recae en la gestión que la directiva, encabezada por Miguel Ángel Ramírez, ha realizado desde que tomó las riendas de un club prácticamente desahuciado y a punto de desaparecer. Lograron que esto no sucediera, aunque quizá lo más fácil era que el equipo desapareciera y partir de cero, pero el nombre y el peso de la historia significaba tomar una decisión contraria a los sentimientos de los grancanarios. Hoy, afortunadamente y gracias a una sabia decisión, a pesar de lo que significaba hacer una dura travesía por el desierto, aguantando críticas y todo lo que ha sucedido desde entonces, seguimos hablando de La Unión Deportiva Las Palmas y disfrutamos sin reparos por volver a estar entre los grandes del fútbol español.

    El impacto de este ascenso es incalculable, no sólo en lo económico, pues en lo social, si cabe, adquiere una importancia singular. Vivimos en una época de zozobra, una época que parece no tener expectativas para gran parte de la sociedad "gracias" a la brutal crisis económica y de valores que padecemos, por eso es importante tener algo a lo que aferrarse para que todo sea más llevadero. La Unión Deportiva Las Palmas ha sido y es ejemplo de que se puede salir adelante a pesar de las adversidades. Con lucha, con tesón... todo es posible, pero hay que tener fe, pero no sólo fe, hay que luchar como lo ha hecho el "equipillo" en estos últimos años, sin desaliento, levantándose del suelo, encajando golpes con elegancia y afrontando la realidad, sabiendo en todo momento cual es su lugar, cual es el lugar que tenemos cada uno y creer; sobre todo creer...

    Una imagen de las celebraciones en la capital grancanaria (Alejandro Medina)