Opinión

El relevo en una tormenta de arena

Manuel Borrego

 

No siempre el día más soñado es el más reluciente. Le ocurrió a Alberto Moleiro, que entró en competición de Primera este domingo como séptimo jugador de la plantilla actual de la UD Las Palmas que se estrena en 2023-24 como futbolista de la máxima categoría. Lo habían hecho Valles, Sergi, Coco, Alex Suárez, Kirian y Curbelo. No cuentan casos como el de Benito, Viera, Sandro o Herrera, que probaron la primera división antes o en otros destinos.

 

La pisada de Moleiro en Primera División era uno de los momentos más esperados desde el reciente verano. Y ocurrió que había ‘tormenta de arena’ ese día. No sólo por el marcador, sino por la significada ausencia y la trayectoria del propio encuentro ante el Rayo.

 

El disgusto general por el 0-1 tiene la imagen del jugador tinerfeño abordando con determinación los minutos que le concedió García Pimienta. Su tarjeta de presentación mereció estar en los ‘highlights’ del partido; léase momentos deslumbrantes. Y de inmediato se percató de que ya estaban advertidos los zagueros del Rayo para no darle un espacio donde pudiera inquietar.

A Moleiro le ha pasado como a tantos otros excelentes jugadores, que en el futuro se vieron obligados a recordar con gusto amargo ese primer día tan soñado. Ahora toca quitar la arena de los ojos, si la tuviera, porque lo más llamativo de su abordaje en la Primera División es que lo hizo con personalidad, con el atrevimiento que puede llevarle tan lejos como quiera su imaginación. No sacó nota, ni fue determinante, pero fue reconocible Moleiro.

 

Al fin y al cabo, resultado al margen, la afición de la UD asistió a la escena de un relevo generacional que si no lo parece, está en marcha.