Opinión

El otro derbi, no

Manuel Borrego

 

Han pasado horas suficientes para una reflexión con calma sobre el derbi del pasado sábado:

 

* Fue un partido magnífico, sin considerar el resultado final. Un espectáculo digno para aficiones imparciales, en un ambiente excepcional que muchos repetirán. No fue un derbi canario al uso, porque cada uno jugó sus mejores cartas sin especular. Quienes lo vieron in situ o a través de la televisión querrán volver a vivirlo.

 

* Fue también un abrazo a Canarias que pudo ver todo el país. Ese minuto 8, auspiciado por la grada Naciente, resultó memorable. La Palma se merecía el cariño de todos a una. Porque ya lo hemos dicho: unidos somos más fuerte que el volcán. Y podemos demostrarlo.

 

* Pero también fue el regreso de esos momentos en los que unos pocos pueden estropear el sentimiento y la labor de mucha gente de bien. Unos pocos de un lado o de otro, da igual. Unos pocos que van al fútbol a estropear, que incluso son capaces de cruzar el brazo de mar que separa a los canarios, esconderse entre la buena gente, para portarse de manera tan incívica.

 

Ese otro derbi no ha muerto. Pervive al virus y regresa con el permiso de la vuelta de los aficionados. Por suerte casi pasó de puntillas porque hubo una gestión policial digna de ovación que tomó medidas preventivas que resultaron eficaces. Aunque, incluso así, se coló algún petardo o botella. El hecho en sí mismo y la voluntad con la que se ha hecho delatan las intenciones de esas personas que sobran en nuestros estos estadios.

 

Por favor, para hacer esto no vuelvan. Están traicionando la nobleza de nuestro pueblo.