50 años sin el Mariscal
Con motivo de cuadragésimo aniversario de la muerte de Juan Guedes, Germán Dévora hizo pública una carta al cielo dirigida a su amigo Juan Guedes. Las palabras del Maestro fueron publicadas en la versión blog de Tintaamarilla.es, en marzo de 2011. Rescatamos su contenido en el contexto del 50 aniversario:
Hola amigo Juan, ... Parece que fue ayer cuando nos cruzábamos en el camino a nuestros respectivos trabajos. Eran las siete menos cuarto de la mañana; tú, acompañado de tu tío y yo de mi padre y mis dos hermanas. Parece que te estoy viendo con el cigarrillo en tu boca ('Mecánico amarillo', así se llamaba el citado cigarrillo) y las manos en los bolsillos porque hacía mucho frío y tú eras muy friolero. Año 1960, ibas hacia tu trabajo en la empresa 'Hermanos Betancort SL', al lado del Cementerio de la Minilla (si la vieras actualmente ... se ha convertido en una zona residencial).
Sí, nos conocíamos sólo de habernos enfrentado en nuestros queridos equipos juveniles, Porteño el tuyo y Juvenil A de la UD Las Palmas el mío. ¡Quién nos iba a decir que al año siguiente (1961) nos íbamos a encontrar en la Selección Juvenil!, y que a partir de ese año estaríamos viviendo el sueño de nuestras vidas: defender a nuestro equipillo, la UD Las Palmas, del cual siempre decías que serías el presidente. No llegaste a ello, pero te diré que para todos los compañeros y, por supuesto también para mí, lo serás eternamente.
En este día tan señalado no quiero hablar de tus excelencias futbolísticas que todos conocen ya, que fuiste extra, el más completo de todos nosotros; sino de Juan Guedes Rodríguez, la persona.
Muchos conocen esas gestas deportivas, pero los que te compartimos tantos años conocemos la verdadera: tu gran personalidad, siempre al quite de cualquier problema que existiera, allí estabas tú para tratar de resolverlo, ya fuera deportivo o personal (en esa faceta de la vida radicaba tu grandeza). Tenías un año más que yo y algunos más que otros, pero por humanidad y madurez parecías tener muchos más.
Quisiera relatar todas las vivencias que compartiste con nosotros (sabes que me refiero a los integrantes de todas las plantillas que disfrutamos con tu amistad y la maravillosa calidad de tu fútbol) pero sería muy difícil enumerarlas. Se me agolpan en la memoria sin un orden cronológico. Recuerdo una de tantas: viajábamos en tren hacia Córdoba, en el llamado coche cama, y se pegó fuego el vagón donde dormíamos nosotros. Después del susto, nos enviaron a un vagón de tercera con unos asientos de madera. Recuerdo que había un frío inmenso y dicho vagón no tenía calefacción. No teníamos ropa adecuada pero tú llevabas tu acompañante eterno (el abrigo) porque en mi vida no he visto nadie más friolero que tú ... Bueno, pues aquella noche dejaste de serlo por ayudarme. Yo no entraba en calor de ninguna de las maneras (el entrenador era Rosendo Hernández y cada parada del tren bajaba a comprar chocolate y galletas para repartirlas a todo el grupo) y tú, viéndome cómo estaba, me pusiste tu abrigo. En aquellos momentos no le di el valor que conllevaba esa acción, pero con el paso del tiempo realmente valoré el enorme sacrificio que hiciste; el hombre friolero.
Estaría hablando de tus cosas muchísimas horas (interminables) pero no puedo acabar sin hablar de nuestro querido y añorado Antonio (Tonono). Todos nos llevábamos bien pero ustedes dos rayaban la perfección. Seguro que ahora estarán juntos, viéndonos, mientras se toman una caña de cerveza con unas aceitunas verdes con pipas que era el aperitivo preferido por ti... Pues bien, siempre me preguntaba qué clase de química existía entre los dos (con lo diferentes que eran de carácter), pero con el paso de los años lo he comprendido: el respeto y el cariño.
Bueno Juan, estaría recordando cosas durante horas interminables pero no te olvidamos porque siempre que nos reunimos los compañeros estás en nuestro pensamiento. Hace cuarenta años pero parece que fue ayer porque siempre estás presente y siempre lo estarás.
Un fuerte abrazo, amigo mío.