Obituario
Manuel Borrego
El fútbol mundial, el deporte en general, asiste este miércoles a la despedida de Diego Maradona, fallecido recién cumplidos los sesenta años de edad. El óbito se produjo en Buenos Aires, por una parada cardiaca.
Se marcha ese jugador admirado en todas partes del planeta cuando su fútbol estaba por encima de su otra vida. Y se despide un futbolista que tuvo en sus primeros años, aún juvenil, a la UD Las Palmas como su primera referencia internacional. Porque antes de salir en dirección al FC Barcelona y aún militando en Argentino Juniors, su nombre fue ofrecido en especiales circunstancias en la sede de Pío XII, por apenas una 18 millones de las antiguas pesetas (112.000 euros) sin que el club amarillo se decidiera entonces a que cruzara el charco.
Maradona admiraba el juego de la Unión Deportiva, que entonces era una de las luces referentes de aquellos jugadores argentinos que viajaban a Europa. Sabía que aquí triunfaban sus compatriotas Carnevali, Wolff, Brindisi y Morete; a los que aplaudió siendo un jovencito y con los que llegó incluso a compartir vestuario en Argentina con los tres últimos.
Maradona quería venir, pero en aquel momento no había sitio para incorporarlo antes de que definitivamente su eclosión futbolística internacional fuera imparable.
Aquella historia la narramos en las columnas de La Provincia de la siguiente manera, con una entrevista reveladora del ex concejal de Las Palmas de Gran Canaria, González Fulgencio, contada a quien suscribe. Decía así:
Inmersos en la Argentina cruda del general Jorge Videla, en vísperas del Mundial de 1978 que encumbraría a Kempes, empezaba a emerger la figura de un joven de abundante cabellera que cautivaba por donde quiera que acudía con Argentinos Juniors. Tenía Diego Maradona apenas 17 años de edad y sólo uno como profesional de Primera División.
La fama de la que ya gozaba en el ambiente futbolístico llegó a oídos de Gregorio González Fulgencio, en tiempos concejal de Las Palmas de Gran Canaria, presidente del Sindicato de Hostelería y en aquellos días visitante de Buenos Aires por asuntos de negocios. Era hombre relacionado con la familia Perón y con empresarios de la capital rioplatense.
"Recuerdo que fue el diputado Gallo, con quien me unía una estrecha relación, quien me invitó a ir a ver un partido de Argentinos Juniors con San Lorenzo de Almagro, en el Gasómetro. Me dijo: Gregorio, vamos a ver a un pibe que hace malabares con el balón y que entusiasma al público. Ya en el calentamiento me di cuenta que allí había un fenómeno. Maradona salió al campo tocando el balón una y otra vez, con las dos piernas, con la cabeza, con los hombros, con el muslo, de tacón... ".
Sin pretenderlo, González Fulgencio se iba a convertir en emisario pionero del fútbol europeo en la captación del Pelusa porque fue quien generó la primera oferta para su traspaso, según confirmó años después el tanguista Carlos Acuña, partícipe en los contactos canarios con Argentinos Juniors.
El club de destino que González Fulgencio planificó no fue otro que el de su patria chica: la Unión Deportiva Las Palmas. El emisario organizó una reunión en la calle Salta de Buenos Aires para hablar del futuro de la joven estrella: "A ella acudieron el propio Diego, que vino en pantalones vaqueros, acompañado de su padre, un señor gordito y bajito. El muchacho escuchaba con atención todo lo que le decíamos sobre Las Palmas y al final, tan entusiasmado estaba, que me prometió llevar al día siguiente al hotel Presidente un álbum personal donde recogía toda la información de su vida deportiva. Así lo hizo y eso fue lo que yo llevé hasta la UD para que le conocieran".
18 millones de pesetas
En las conversaciones con el entonces presidente del Argentinos Juniors, Próspero Cónsoli, se llegó incluso a cifrar el coste de un hipotético traspaso a España: setecientos mil dólares de la época.
"Eso era aproximadamente -recuerda González Fulgencio- unos dieciocho millones de pesetas. Los Maradona estaban muy ilusionados con la posibilidad de venir a Las Palmas. Ellos habían salido de 'Villa Miseria', las chabolas de allí. Tenían entonces un piso, pero la oferta que podrían tener de España era inimaginable. A mi regreso a la Isla, llevé esta posibilidad al club. Hablé con Fernando Arencibia y el vicepresidente Pérez Alonso, que me otorgó un poder para negociar el fichaje".
Pero González detectó que "en realidad Las Palmas no tuvo nunca intención de fichar a un jugador que no conocía y del que tenían dudas por su juventud. Argumentó que era un menor y que habría problemas para salir del país. Les dije que se resolvería. Luego dijeron que tenían las dos plazas de extranjeros cubiertas, pero a la vez sabían que Wolf iba a ser traspasado al Madrid.
Les dije que ficharan a Maradona y que le tuvieran en el filial hasta que se habilitara una plaza. Que le hicieran una prueba. Pero nunca se decidieron y fue así como se nos escapó. La historia de la UD pudo haber cambiado si fichan a aquel fenómeno".
Aquel álbum familiar que Maradona entregó a González Fulgencio quedó guardado en un cajón de Pío XII. Pero en 1984, cuando visitó Gran Canaria como jugador del Barça para jugar la semifinal de Copa, González Fulgencio y el periodista Antonio Lemus fueron al hotel Santa Catalina para devolver la documentación personal que Dieguito pensó que había extraviado para siempre. Eran, en realidad, las primeras páginas de una historia de apasionantes capítulos.
Aquellos lazos nunca quedaron rotos. Maradona siempre tuvo presente aquella referencia canaria en su historial deportivo. Y siempre mantuvo, en la etapa de su fiel representante Jorge Czysterpiller, un contacto con el periodista canario que tantas veces lo entrevistó. QEPD.