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El humilde rastro en la UD del Chicles May

En los años sesenta y setenta del pasado siglo fue un equipo popular en la Vega de San José y en las competiciones infantiles; club del que brotaron hacia el fútbol profesional Juani Castillo y Farías

  • AMARILLOS DE SIEMPRE
  • 22/08/2020 - 05:32
El humilde rastro en la UD del Chicles May A la izquierda, Pepe Farías recibe un trofeo de mejor jugador infantil. A la derecha, formación de Chiles May con Juani Castillo -primer agachado a la derecha- (Archivo TA)

 

Manuel Borrego


"El Chicle May es el favorito de todos los niños del mundo" decía el anuncio en blanco y negro que emitía la TVE a la audiencia de los años sesenta. En esa época, inspirado en la popular goma de mascar que se asociaba al fútbol con su propia colección de cromos de las estrellas de entonces, emergió con fuerza en las competiciones infantiles un club con asiento en la Vega de San José, pero "la mayoría de los jugadores éramos del barrio de San Cristóbal", recuerda Pepe Farías. En 1966 se localiza su aparición tomando un relevo como entidad, coincidiendo con el inicio de las competiciones grupales de categoría infantil que organizaba la pujante Federación de Fútbol.



Aquel modesto equipo ahora ya desaparecido fue muy popular en las competiciones de Gran Canaria. Actuaba en el campo denominado El Picadero, terrenos cercanos a donde actualmente está localizada la Ciudad de la Justicia de Las Palmas de Gran Canaria. Y su uniforme de juego era singular, diseñado en base a gruesas franjas horizontales blancas, azules y rojas; calzón y medias azules. Del escudo de la entidad no hay referencias.



Chicles May, sin embargo, tuvo un crecimiento propio a través de la abundante nutrición de jugadores y principal actividad en el entonces denominado fútbol infantil, que recaudaba las primeras edades futbolísticas antes de alcanzarse la categoría juvenil. No era entonces extraño contemplar a niños de distintos tamaños y físicos actuando en la misma plantilla de esa categoría. Nada que ver con la distribución actual de categorías, que es más específica y distingue más grupos de edades.



Bajo la presidencia de Domingo Mejías Suárez y vicepresidencia de Agustín Ramírez Jiménez, el Chicles May vivió momentos de brillantez en las competiciones locales, alzando en varias ocasiones el campeonato provincial. E, incluso, llegó a representar a Las Palmas en un sector del campeonato de España -imagen superior- disputado en los años setenta en el Estadio Municipal de Huelva. Alcanzó la final tras notable resultado ante Dom Bosco de Sevilla, pero cedió ante el Málaga. Ese podría ser considerado como el mayor logro de un club que tuvo en el entrenador Federico Hernández Ramírez su batuta técnica.



Y el modesto club cuyos aficionados calzaban los típicos calamares de los costeros llegó a emitir al menos dos jugadores que llegaron a ser profesionales con la UD Las Palmas. De esa escuela el propio Pepe Farías hizo el camino en Segunda y Primera con los amarillos. Aunque antes, el olímpico Juani Castillo tuvo sus inicios en el Chicles May, que fue el club desde donde luego pasó al Unión Chile en condición de juvenil; porque el primero sólo atendía a los futbolistas hasta finalizar la etapa infantil.



"Teníamos buenos jugadores aunque unos pocos llegamos hasta Las Palmas. El Chicles May era un club muy humilde", recuerda Farías para los lectores de Tinta Amarilla. Hasta los filiales también llegaron los zagueros Cruz Pérez, "que pudo llegar muy lejos si no fuera por una desafortunada lesión". O el recordado capitán de la UD Las Palmas, Leocadio, que en 1972 recibió de manos del caudillo Francisco Franco el trofeo de campeón de España de categoría juvenil tras victoria sobre el Real Madrid en el estadio Santiago Bernabéu. Ambos fueron miembros de aquel heroico equipo dirigido por Manolo Torres.


En los años ochenta, Chiles May ya había desaparecido de la parrilla de conjuntos infantiles de las competiciones de Gran Canaria. Antes, había adquirido el nombre de su siguiente patrocinador, Culligam, e incluso llegó a tener sede social en el Paseo de San José. Se perdió en el tiempo, como los campos de la Ciudad del Mar, pero sus huellas quedaron en aquel fútbol de antaño donde los niños soñaban con sólo oler el césped desde las gradas del Estadio Insular.