B. Pérez

Se cumplen 36 años de la primera medalla de oro olímpica que tuvo acento canario. El grancanario Luis Doreste tenía 23 años y el lanzaroteño Roberto Molina, 24. En la madrugada del 7 de agosto de 1984, en aguas de Long Beach, iban a coronarse campeones olímpicos de la clase 470 iniciando una cosecha de éxitos de la vela canaria y española. El 10 de agosto subían a lo más alto del podio para recibir la felicitación del mismísimo Juan Antonio Samaranch, presidente del COI, y escuchar el himno en honor a los nuevos campeones.

La conquista tuvo su incertidumbre previa porque los regatistas isleños habían sumado dos victorias, un segundo, un tercer y un quinto puesto antes de la regata decisiva de los JJOO de verano en Los Angeles. Doreste y Molina optaron por la táctica de vigilar a sus directos rivales, los estadounidenses Stephen Benjamin y Cristopher Steinfield, sin quitar la vista a los franceses Thierry Peponet y Luc Pillot. El noveno lugar de la nave española fue suficiente porque hizo inútil el esfuerzo de los anfitriones y galos, quienes les escoltaron por este orden en el podium. Al dúo canario le sobró la séptima y última prueba.

Ese oro en 470 fue la mayor conquista española en los Juegos angelinos, sumando además dos medallas de plata (del equipo de baloncesto y del doble scull de remo formado por Fernando Climent y Luis Lasúrtegui) y otras dos preseas de bronce (las de 1.500 del atleta José Manuel Abascal y del C2 de remo compuesto por Enrique Míguez y Narciso Suárez).

La entrega de trofeos fue muy emotiva. Los dos jóvenes canarios llenaron de felicidad a la delegación española, ganando en aguas del Pacífico con una embarcación que también tenía su propios aires isleños: Sancochose llamaba el 470 de aquel gran éxito.