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Contracrónica

La UD en modo proyecto de equipo

  • ENTRE BASTIDORES
  • 10/02/2018 - 20:12
La UD en modo proyecto de equipo Jémez, dirigiéndose con energía a Aguirre (Fotos: Athletic Club)

Manuel Borrego

Decíamos días atrás que la crisis de resultados, en realidad la situación clasificatoria agónica de la UD Las Palmas, se lo estaba tragando todo a su paso. Porque la prioridad ha pasado ahora a ser ‘salvar al equipo'. A Paco Jémez le han contratado para ello hasta el final de temporada. Esa es la única función, lo único que interesa ahora. Todo lo demás, todo lo que se ha escuchado en los últimos ocho años sobre el ‘fútbol canario con denominación de origen', el ‘club más canterano', ‘lo del tiki-taka' y el bla, bla, bla ... eso ahora no tiene valor. Está en el congelador porque hay que lograr los puntos necesarios para evitar una hecatombe en la entidad.

"Ni me había fijado cuántos canarios había en el campo", dijo el técnico el día que sólo Jonathan Viera representó a la fábrica amarilla ante el Málaga. Nadie tampoco se lo reprochó porque todo el entorno de la UD Las Palmas, al menos el que mete el hombro para llegar a orilla, se ha puesto en modo proyecto de equipo. Ahora mismo la UD Las Palmas, por hacer un símil, se parece más al Gran Canaria de baloncesto que a su propia sombra: un grupo de profesionales reunidos, quizá duramente asociados a los mercenarios, que tratan de cubrir un objetivo deportivo.

La manera en que se logró ese valioso punto en San Mamés lo viene a confirmar. La UD fue menos posesiva con el balón que el Athletic (46,4%) y cometió más faltas esta vez que un rival que tradicionalmente emplea más el físico (29 de los amarillos por 20 de los rojiblancos). El modo proyecto de equipo lleva a ello: si hay que disfrazarse, se disfraza. Y si hay que dar un patadón para alejar el peligro, se da con mucha fuerza. Eso lo hemos podido comprobar en las dos últimas jornadas.

Nadie puede reprochar el derecho del club a hacer un esfuerzo fuera de lo común para salvarse de un naufragio. Un esfuerzo humano (ocho jugadores del exterior contratados para ello) y un esfuerzo futbolístico también (se sacrifica un estilo si hace falta).

Lo que ya ha conseguido Paco Jémez es que la cara del equipo cambie. Dejó de ser un rival dócil y frágil para en las últimas jornadas convertirse en un bloque aguerrido, aún no del todo conjuntado pero sí convencido de que a través del sacrificio se puede alcanzar la meta de la permanencia. Ya no busca un gol de play station como el de Boateng en el Madrigal; ahora se propone en el primer estadio de la reacción dejar la portería a cero. Y no es poco mérito para un once que ya ha sido vulnerado en 50 ocasiones durante la presente Liga. Mantener esta cosecha en contra es una condena segura.

El equipo quiere estar o quizá ya esté. Y a través del equipo, posiblemente más tarde se podrá reconstruir un proyecto que se estaba desmoronando. La esperanza crece, al menos.

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