
Las normas de juego refuerzan la comisión de un penalti si el colegiado observa un contacto físico -sin especificar su intensidad- y considera que el ataque era prometedor
Manuel Borrego
La introducción del nuevo texto con las modificaciones efectuadas esta temporada en la International Board ha reforzado el criterio de la subjetividad en abundantes decisiones de los colegiados cuando el balón está en juego. Más decisiones subjetivas, división de opiniones y polémica. Y este mismo sábado, en el Estadio de Gran Canaria, se ha podido comprobar una vez más. En esta ocasión, el beneficio de un penalti permitió a la UD Las Palmas ganar el partido. Del Cerro estimó suficiente lo acontecido en el área entre Lejuene y Roque Mesapara indicar la pena máxima, convertida en el gol de la victoria por Viera.
Los árbitros saltan al terreno de juego con conceptos añadidos de carácter voluble a su labor. El refuerzo del ‘ataque prometedor' (acción ofensiva que el colegiado entendería como posible jugada de peligro) es una pieza jugosa y nueva, que deberá evaluar en fracciones de segundo para decidir. Del Cerro interpretó que en ese contexto Roque gozaba en el minuto 92 de una ocasión manifiesta de gol y por ello, con el nuevo texto presente, estuvo facultado para señalar la pena máxima que decantó el encuentro del Gran Canaria.
En un sector del campo entenderán que era suficiente y en el otro, no. Porque rompe algunos moldes tradicionales que tampoco estaban claros.
El texto modificado del reglamento, en el punto 5, habla de estas facultades subjetivas amplificadas, amparadas en el espíritu del juego. Así, del árbitro, destaca que "las decisiones serán tomadas según el mejor criterio del árbitro de acuerdo a las Reglas de Juego y el espíritu del juego. Y se basarán en la opinión del árbitro, quien tiene la discreción para tomar las decisiones adecuadas dentro del marco de esas Reglas de Juego".
Para intentar entender qué pasó en el minuto 92 hay que alcanzar primero las modificaciones de la regla 12.3. "Si una infracción implica contacto físico, se penalizará con un tiro libre o penalti". Eso es lo que pudo ocurrir entre Lejuene y Roque, sin especificarse la intensidad o la calidad de ese contacto. Pero el aval también se encuentra en el punto 12.4. "Se concederá asimismo un tiro libre (en este caso penalti) si un jugador obstaculiza a un contrario mediante un contacto físico". Es evidente, sin embargo, que Del Cerro no acudió en su decisión fatídica al punto siguiente, donde se pasaría a un libre indirecto "si un jugador obstaculiza el movimiento de un adversario sin que exista un contacto físico".
En síntesis: Roque Mesa acaba en el suelo y el contacto con el defensa del Eibar fue lo que provocó el penalti, porque de haberse considerado la casuística siguiente la jugada la habría dejado Del Cerro Grande en una falta indirecta.
Todavía el reglamento profundiza más en valoraciones interpretativas que tenga el colegiado en cada jugada. Los cambios valoran en el apartado 12.9 de las Reglas, relacionado con ‘Malograr una oportunidad manifiesta de gol en el área de penalti', lo siguiente:
"Cuando un jugador impida un gol y cometa una infracción contra un adversario dentro de su propia área de penalti, que malogre una oportunidad manifiesta de gol-léase un ataque prometedor en su modalidad extrema-, el árbitro concede un penalti, el infractor será amonestado a menos que la infracción conste en:
Sujetar, alejar o bien el infractor no intente jugar el balón o no tenga posibilidad alguna de jugarlo, o bien la infracción fuera sancionable con expulsión en cualquier lugar del terreno de juego donde se produzca ..
En todos las circunstancias anteriores se expulsará al jugador".
En la acción de Lejuene y Roque concurren algunos de estos supuestos. Pero ahí es donde tanta subjetividad pudo haber traicionado al propio colegiado madrileño porque señaló penalti pero el infractor del Eibar no fue amonestado ni expulsado. Sólo quedó en acta la amarilla de su compañero Arbilla: "Te has cargado el partido", le dijo.
En este teatro de operaciones y con el reglamento en mano, Del Cerro encontró los argumentos para que el partido acabara como se volteó en el Sánchez Pizjuán o en El Madrigal. Penalti, gol y debate.



