
Por Higinio Medina
Mucho se ha hablado durante esta semana sobre la continuidad o no de Sergio Lobera como entrenador de la Unión Deportiva Las Palmas, incluso durante algunas horas hubo quienes daban por hecho su cese. Hoy al final del encuentro ante el Numancia (0-0) se vieron pañuelos en las gradas pidiendo su dimisión, también hay que decir que hubo apoyos. Lo cierto es que no hay unanimidad al respecto, aunque al dar su nombre por megafonía sí hubo una pitada generalizada.
La verdad es que trabajar en estas circunstancias es muy complicado, sobre todo cuando se está en el ojo del huracán y con la espada de Damocles pendiente de un hilo. Situaciones similares se salvaron la temporada pasada y en distintas fases de ésta, pero lo cierto es que hay que corregir la deriva que ha tomado el equipo amarillo en la etapa crucial del campeonato.
Para lo bueno y para lo malo el entrenador es el principal responsable, pero no el único. Si nos pusiéramos a analizar los acontecimientos desde la pretemporada e hiciéramos una gráfica de cómo ha transcurrido la competición llegaríamos al porqué de la situación actual, pero no vamos a entrar en diatribas, pues no conducen a nada. Hay que mirar hacia delante y aunque el margen de maniobra cada vez es menor no hay nada perdido todavía, aunque el desaliento cada vez cala más en el aficionado, que lo manifiesta en el grado de asistencia al Estadio de Gran Canaria y en sus comentarios.
En la rueda de prensa notamos a un Sergio Lobera afectado, en algunos momentos sin la energía habitual de su voz, y no es para menos, su prestigio está en juego, como lo está el de cualquier entrenador. Como decíamos tiene su parte importante de culpa en cualquier sentido, pero también como decíamos no es el único responsable. Se trata de un grupo y el éxito o el fracaso es el éxito o el fracaso del colectivo. Uno da instrucciones, otros han de seguirlas. No hay más. Se podrá estar de acuerdo o no y si se producen desviaciones habrá que corregirlas entre todos (salvo que predomine el empecinamiento), es el trabajo de la semana. Para ello hay que tener amplitud de miras, y cuando decimos amplitud de miras nos referimos al conjunto en sí.
David González habló en el campo
Las Palmas pudo haber ganado, de hecho fue quien arriesgó para ello, pues los sorianos vinieron claramente a por un punto y a ver si sonaba la flauta. Con un jugador menos y cuando más apretaban los canarios el entrenador visitante dio entrada a David González y a partir de ese momento (minuto 61) cambió todo. Afortunadamente para los locales, que terminaron en inferioridad numérica, el Numancia siguió con el guión preestablecido, pero no deja de ser significativa la aportación, tanto física como psicológica, del que vistiera la elástica amarilla hasta hace bien poco, recibido, además, con una gran ovación del respetable.