
Por Higinio Medina
Los últimos minutos del partido entre el Barcelona B y la Unión Deportiva Las Palmas (1-2) podemos entenderlos como la defensa a ultranza de los tres puntos a cualquier precio. Decimos a cualquier precio por el coste cara al próximo enfrentamiento contra el Zaragoza de un jugador prácticamente "indispensable" como Apoño, dada su valiosa aportación al conjunto que dirige Sergio Lobera, así como la de Aythami, aunque la de este último relativa por mor de las rotaciones. A ella unimos la baja segura de David García, por sanción y por lesión.
Esta podría ser perfectamente una explicación válida, pues la victoria estaba al alcance de la mano y había que parar a los jóvenes catalanes que presionaban el marco defendido por Mariano Barbosa. Ahora bien, la imagen dada, particularmente por un jugador de carácter y curtido en muchas "batallas" como el "talismán" de los amarillos, que había cuajado una de sus mejores actuaciones, no es precisamente la que debiera verse en los terrenos de juego. Sabemos que las pulsaciones se disparan, pero ante todo hay que pensar en el equipo, y un encuentro que se había desarrollado limpiamente no merecía este final.
Al margen de esta incidencia, nos hemos vuelto a encontrar las dos caras de los canarios. Una en la que por querer tener la posesión del balón terminas desbordado por el contrario, la otra en la que decides ir a por el partido y demuestras la alta capacitación que tienes para estar ahí, demostrando las credenciales de un equipo con aspiraciones.
No terminamos de entender la falta de regularidad en el juego de Las Palmas. Estamos seguro que de adquirirla o decidirse a medir mejor los tiempos, los grancanarios darían de sí un nivel que desataría pasiones, mientras tanto vamos de la brillantez a la vulgaridad con mucha facilidad y eso puede terminar pasando factura, pues jugar en la cuerda floja no es que digamos que sea la mejor manera, aunque se quiera vestir con la indumentaria de controlar el partido, de ser el poseedor de la manija, en fin todo aquello que la realidad nos dice que no es así y que realmente son carencias dignas de analizar, y eso a pesar de que la situación clasificatoria es envidiable.