Distó mucho la Unión Deportiva Las Palmas ante el Córdoba (2-0) de la imagen ofrecida ante el Lugo, aún así las miradas se fijan de nuevo en Mariano Barbosa por su gran actuación, que fue, sin lugar a dudas, decisiva para los intereses canarios. El portero amarillo hace su trabajo, labor notoria que deja a la luz, una vez más, las carencias de un conjunto que no termina de "arrancar" para explotar su verdadero potencial.

Se ganó ante un rival que expuso carácter y disciplina, pero no más, y eso da un mérito añadido a la victoria, pero las exigencias de quien aspira pasan por algo diferente, un plus que no termina de verse y que lleva al aficionado al siempre tenebroso mundo de las dudas que provoca la incertidumbre de lo que acontece sobre el terreno de juego.

Aún así se sigue sumando, pero la espiral en dientes de sierra en la que se está convirtiendo la trayectoria del equipo dirigido por Sergio Lobera no termina de mostrar una línea de lo que realmente se busca o se quiere. El tiempo pasa y aunque a diferencia de temporadas anteriores no se vislumbran claros favoritos, no se debe desaprovechar esta circunstancia para demostrar la autoridad que se hace necesaria para llegar a buen puerto.

Afortunadamente, al margen del estado de gracia de Barbosa, la "conjura" de los jugadores está dando sus frutos. Hoy veíamos a Tato, damnificado, días atrás, como alentaba a sus compañeros desde la línea de cal; veíamos, en definitiva, a unos profesionales sacando casta para sobreponerse a la adversidad, implicándose y sudando la camiseta (como es su obligación) para dar vida a un proyecto, del que no ocultamos su dificultad, que debe coronarse con el éxito y que por el momento su desarrollo se resuelve más por lo individual que por lo colectivo.