"Nos usaron; me siento engañado" dijo años después el delantero argentina Ricardo Villa
T.A.
Este viernes el planeta despide a Jorge Videla, general y dictador de Argentina entre 1976 y 1981, el hombre que entregó la Copa del Mundo de 1978 a Daniel Pasarella y que logró con ello mejorar la imagen propia y de un país sumido en el oscurantismo de la época. "Fuimos usados; el poder se aprovechó del deporte. Eso es algo tan viejo como la propia Humanidad", diría años después el seleccionador César Luis Menotti, refrendado las palabras del pulmón Ardiles cuando afirmaba que "me duele saber que fuimos un juguete de distracción para el pueblo mientras se cometían atrocidades".
"Nos usaron para tapar las 30 mil desapariciones. Me siento engañado y asumo mi responsabilidad individual: yo era un boludo que no veía más allá de la pelota", dijo el centrodelantero argentino Ricardo Villa años después. El Mundial de 1978 y la pasión de los argentinos por el fútbol fue una de las armas del régimen de Videla. El Mundial nació mal porque hubo intentos de no acudir por parte de selecciones, aunque sí ocurrió con grandes figuras del momento como Cruyff (Holanda) o Breitner (Alemania).
Pero el episodio más oscuro de aquel torneo organizado en la órbita de Videla fue la victoria de Argentina sobre Perú (6-0) y la sospecha de un amaño para que la selección albiceleste pudiera llegar hasta la gran final contra Holanda.
Jorge Videla y su memoria han puesto punto y final este viernes en una cárcel bonaerense, a los 87 años de edad.