Por Higinio Medina
Si tuviéramos que buscar una expresión para definir lo vivido en el Nuevo Arcángel por la Unión Deportiva en la tarde de hoy, nos decantaríamos por estado de shock. La razón es bien sencilla: que un equipo de fútbol se quede con dos jugadores menos en el minuto 23 de un partido de fútbol, teniendo en cuenta como se han producido, raya el esperpento.
Sin ánimo de levantar polémicas y con el reglamento en la mano, las expulsiones fueron justas, incluso Dani Castellano podría haber sido expulsado en la primera acción ya que era el último jugador y se podía producir una ocasión manifiesta de gol... Las manos, evidentemente fueron claras, aunque en la segunda intenta retirarla para no darle al balón, lo cual queda a interpretación del árbitro. Hernán, protesta la expulsión de Castellano, el árbitro tiene absoluta potestad para amonestarlo, como así hace y en la segunda, la falta del medio centro canario también es susceptible de tarjeta porque se desentiende del balón para bloquear la acción del atacante.
Hasta ahí todo bien. ¿Dónde está el esperpento? Pues ni más ni menos que en la arbitrariedad. Una organización como la arbitral y en función de la experiencia adquirida desde los inicios del deporte rey no puede naufragar de forma tan estrepitosa con este tipo de situaciones ¿o sí?. El rasero debe ser igual para todos y quien lo aplique tiene que tener perfectamente claro qué ha de hacer. Dejarlo a criterio es tremendamente subjetivo además de injusto y precisamente un árbitro está para impartir justicia. Lo que es blanco para uno, nunca puede ser negro para otro.
Dejar la ambigüedad para determinadas jugadas puede ser un elemento de salvaguarda para la casta trencilla, y quizás por ello no tengan interés en solucionar el "problema". Típico de España, como también es típica la reacción de los españoles poniendo el grito en el cielo cuando algo nos afecta directamente y no cuando se sabe que el problema existe para evitar que se den casos como los presenciados en Córdoba.
No es un partido para analizar desde el punto de vista técnico, por lo menos hasta el minuto 23, incluso el resultado ante los andaluces entra en el terreno de lo anecdótico (5-1), pero sí debe servir para hacer un análisis de cómo se llega a esta situación, siempre al margen de la calamidad arbitral, pues después del desaguisado vimos además un recital de cómo no se debe pitar en un encuentro de fútbol.
Los jugadores tienen que saber que una vez se ha señalado una acción el colegiado no va a desdecirse, entonces ¿por qué se le protesta?, ¿para condicionarlo en lances posteriores?. Desde luego no es el camino, sobre todo porque no sirve para nada o en todo caso para conseguir el efecto contrario. Por otro lado, el equipo amarillo empezó jugando como en los últimos partidos, de hecho ya perdía 1-0 contra un rival que parecía comerse el campo ante la ya habitual pasividad que los hombres de Sergio Lobera suelen demostrar en determinados momentos...
Vamos a dejarlo en una mala tarde con efectos colaterales que se pueden subsanar. Se sigue dependiendo de sí mismo, pero se hace necesaria una profunda reflexión de lo acontecido, y ya no sólo por cómo se ha dado, sino porque a pesar de la adversidad no vimos los reflejos necesarios para afrontarla, aunque también nos preguntamos: ¿cómo se tenía que actuar?