90 minutos en la mente del futbolista
20/09/2012

Lobera empeña la semana a cambiar el escenario de trabajo de su plantilla, enclaustrada en busca de un primer objetivo: ganar al Villarreal y alterar una dinámica destructiva

Manuel Borrego

"Un entrenador genera una idea. Luego tiene que convencer de que esa idea es la que le va a acompañar a buscar la eficacia. Y después tiene que encontrar en el jugador el compromiso de que cuando venga la adversidad no sea traicionada la idea. Son las tres premisas que tiene un técnico. Napoleón no era un táctico, sino un estratega; si tenía que cambiar, cambiaba. Y eso también es válido para el fútbol".

Esa descripción realizada hace años por César Luis Menotti, seleccionador campeón del Mundo en 1978 con Argentina, parece viajar en el tiempo hasta la actualidad de la UD Las Palmas, el equipo que quita el sueño a una afición y a sus propios gestores, que están desconcertados con el inicio de temporada que ha firmado. No se recuerda una decisión como la adoptada esta semana por el debutante entrenador Sergio Lobera, alterando en tres ocasiones el plan de trabajo para enclaustrar a sus futbolistas en la búsqueda de un primer objetivo: ganar al Villarreal, quizá salvar una pelota de set.

Ha resultado llamativo que algunos jugadores hablen de huir de la presión (¡en la jornada sexta!) o de un aislamiento necesario para corregir defectos. Esa despresurización requerida en profesionales que actuarán siempre en un escaparate multitudinario no parece tener mucho sentido. Aunque ... todo cuanto ha sucedido en los últimos días después de la derrota extrema en Girona (5-0) obedece a un movimiento de cambio de escenario, que ha sido propiciado por el entrenador aragonés. Es una ruptura total de la dinámica de trabajo que se había desarrollado hasta el momento, preludio de otras modificaciones que afectan a la estructura de juego, que es al fin y al cabo lo que interesa. Lobera, además, ha debido borrar sus propias huellas, alterar la metodología de su labor y posiblemente también tendrá que cambiar su propio mensaje en el vestuario.

El fin no es otro que el introducirse de forma eficaz durante noventa minutos en la mente de sus profesionales, los que han de transformar en hechos la idea futbolística de la que tanto se ha hablado desde su contratación. Durante semanas hemos escuchado lo de la "asimilación de conceptos", pero se ha pasado finalmente a una imagen del equipo que fue irreconocible para su propio gestor. Lo de Girona pudo obedecer a una especie de "estrés de combate", ese momento en que la desorientación de los que están en trinchera les hace dudar, tomar decisiones erróneas o paralizarse ante el adversario. Es, sin embargo, el peor síntoma para los que llevan galones. La necesidad de cambiar el chip era innegociable ya.

Todo ello se trata de corregir en un equipo que históricamente sufrió también episodios parecidos como el actual, con diversos desenlaces también. El último caso con algunos lazos de parentesco al de Lobera es la etapa de Paco Jémez, ahora técnico exitoso en el Rayo, que no llegaba a comprender cómo sus jugadores (que incluso lloraron por él y viceversa) eran incapaces de reflejar en el terreno de juego lo que dibujaban a inicios de temporada o en las sesiones preparatorias. En las antípodas, Roque Olsen, quien apenas necesitaba una mirada para florecer en los jugadores la mayor producción posible, del minuto 1 al 90. Un hombre de fútbol ciento por ciento, doctorado en la vida, aplicando su particular psicología deportiva. Los resultados hablaron por él en momentos que había necesidad de un cambio brutal.

Se comprobará el sábado ante un poderoso Villarreal si el recurso extremo utilizado por Lobera tiene un reflejo en el campo de batalla. Nada de penalties cometidos a los 28 segundos, licencias defensivas sin control, pérdidas abundantes y descoordinaciones de líneas. Da igual si actúa con uno o dos puntas, si lo hace con diez futbolistas o si emplea el 'catenaccio' para hundir a un submarino. Le vale aquello de que "el espectáculo es ganar".

PD: El partido se programa en la cabeza del entrenador y se ejecuta en las de los jugadores.

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