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Orlando Suárez: "Nunca me sentí un goleador"

El hombre del tanto más joven en la historia de la UD Las Palmas no comprende por qué "se desarmó el equipo de 1996; con él pudimos subir a Primera"

  • AMARILLOS DE SIEMPRE
  • 24/08/2012 - 21:49

Manuel Borrego

Apenas llevaba un minuto en el terreno de juego después de la lesión del húngaro Lazlo Dajka, con una luxación de hombro, cuando Orlando Suárez acabó por encontrar su propio hueco en el baúl de los recuerdos del Estadio Insular. En su debut en casa como futbolista amarillo (cuatro meses antes había participado en Figueras unos minutos) firmó su primera genialidad, el inicio de la goleada 4-1 sobre un Castilla dirigido aquel 24 de febrero de 1990 por Vicente Del Bosque. Orlando marcó convirtiéndose en ese instante en el goleador más joven en la historia de la UD Las Palmas, al firmar su tanto con 17 años y 95 días. Un récord intacto y un recuerdo que quedó grabado en su cerebro, "como si lo viviera ahora mismo. La jugada partió en la defensa nuestra", apunta. "El Castilla sacaba un córner y tenía las líneas muy adelantadas. Cortamos el balón y Curic (el centrocampista bosnio) metió un pase perfecto en profundidad por detrás de la línea defensiva. Cañizares empezaba la salida y me percaté de que lo hizo con demasiada prontitud. Le envié el balón por encima y no le dio tiempo a alcanzarlo. Eso ocurrió en la Grada de Naciente", puntualiza.

Orlando (21 de noviembre de 1972) está ágil y rápido en las respuestas. Cuando el pasado fin de semana el malaguista Fabrice hizo historia en la Liga española al marcar el tanto más joven en Primera, el dato del jugador grancanario sale a la luz porque tras él existe una trayectoria impregnada por su talento. 391 partidos (57 en Primera), firmante de goles en las tres categorías en las que militó con la elástica amarilla desde 1989 a 2003, 97 dianas (10 en Primera), capitán, partícipe de dos ascensos (1996 a Segunda A y 2000 a Primera) y "también, no lo olviden, el último goleador en partido oficial en el Estadio Insular", dicho queda.

"Jugué con todos los entrenadores que dirigieron al equipo"

"Paquito García le preguntó a Ernesto Aparicio si yo estaba preparado para jugar con el primer equipo", rememora hoy desde la relajación de un retiro profesional en el mundo del deportes y a unos días de iniciar su nueva función como entrenador infantil del Lomo Blanco. "El Capi no se cortó: le dijo al entrenador que yo era fuerte y valiente, que apostara por mi debut. Y así lo hizo".

Por aquellos días, Orlandito recibía un montón de consejos de todo el mundo aunque "en realidad vivía en una nube. Todos mis compañeros me decían que disfrutara del momento, pero que tuviera tranquilidad porque la caída, en caso de producirse, podría ser peor. Tenía en el vestuario a gente tan curtida como Julio Durán, Gerardo, Güerri, Alexis, ... que me apoyaron y me pedían que fuera yo mismo en el terreno de juego. Hoy agradezco todos aquellos gestos porque era un niño, algo atrevido. Y los defensas de la época", continúa, "eran de otro tipo distintos a los actuales. Salían al campo a amedrentar a los delanteros, a insultarles incluso. Parecían que los escogían para esas funciones; eran los más feos de los equipos y en el campo también se expresaban con extrema dureza. Recuerdo mucho al del Recre, Maraver, ... Tuve que crecer en esa etapa". Tenía casi 17 años cuando zarpó en el balompié profesional.

Muchas cosas en la vida profesional de Orlando sucedieron pronto. Apenas unos meses después del debut llegó su primera lesión de rodilla, rotura completa de ligamentos y una posterior recaída. Pero se recuperó y pudo actuar durante catorce temporadas como jugador amarillo. Las piernas arqueadas delataban a un excelente futbolista que se caracterizó por la habilidad, la visión de juego y el remate. "Mi constitución física me ayudó mucho como jugador. El centro de gravedad bajo es una ventaja, como la pudieron aprovechar también jugadores como Turu Flores o Munitis. Yo iba bien en todas las facetas del remate, incluso los de cabeza, aunque realmente nunca me sentí un ariete sino un jugador de segunda línea. Incluso un centrocampista porque era mejor en los pases" comenta convencido. "Considero que mi virtud era la velocidad en la toma de decisiones. Antes de que el balón llegara a mí ya sabía lo que iba a hacer con él".

Le pedimos a Orlando un ejercicio de sinceridad y que localizara sus tres mejores goles de amarillo. Apenas tiene que meditarlo: "Sin duda el primero de mi carrera, contra el Castilla. Por supuesto el del Nou Camp al Barcelona. Y el que marqué en Mestalla al Valencia, en la Copa. Aquel tenía un significado especial porque igualaba el 0-2 de la eliminatoria y más tarde nos iríamos a los penalties. Cáceres (a quien Orlando le hizo un caño en carrera) y Zubizarreta (batido en la salida con un disparo cruzado) se quedaron mirándome y murmurando ... Cáceres me felicitó al final. Pero marqué otros goles muy bonitos y uno de los mejores fue ya en mi etapa final, en el Muelle Grande". Orlando lo narra como si lo acabase de contemplar en Estudio Estadio, con la misma pasión que el primero de su centena.

"Con Eloy y Chili formamos un trío perfecto"

"Para mí los jugadores con los que mejor me complementé en toda la trayectoria en la Unión Deportiva fueron Eloy y Chili", argumenta luego de que le hiciéramos ver que tuvo a su lado otros futbolistas con rango internacional. "Los tres éramos diferentes y complementarios (imagen de la derecha). Teníamos la velocidad de Eloy, que era un buen rematador y realizaba un trabajo sacrificado para el resto de compañeros. Chili, en cambio, era explosivo y un hombre exclusivamente de área. Si le llegaba un balón a esa zona, en el ochenta y cinco por ciento de las ocasiones podría acabar en gol. Porque tenía una velocidad de ejecución perfecta. Yo, en cambio, fui la pieza de encaje entre los dos. Porque en realidad era un futbolista de segunda línea, no un delantero. Marcamos aquella temporada más de cincuenta goles (62 en total)".

"Podríamos haber jugado con los ojos vendados"

Pasados los años, Orlando Suárez no comprende por qué el consejo de administración de la UD Las Palmas desarmó aquel plantel del ascenso de 1996, con Pacuco Rosales. "Si acaso debieron mantener la práctica totalidad de la plantilla y traer un par de fichajes para mejorar algunos puestos. Pero no se comprendió la desunión del grupo. Podríamos jugar al fútbol en Segunda con los ojos vendados. Nos entendíamos sin mirarnos; cada uno sabía lo que debía hacer en el terreno de juego y lo que le tocaba realizar a sus compañeros. Sin embargo llegó una oleada de fichajes y todo se perdió. De haber mantenido la misma plantilla Las Palmas podría haber subido incluso a Primera en un plazo de dos temporadas".

Localiza también en ese mismo periodo a los que considera los mejores futbolistas que ha tenido a su lado como profesionales. "Víctor Afonso, Paquito, Socorro y Toni Robaina. Nunca se les ha dado el verdadero valor que tuvieron como jugadores. En el caso de Paquito, por ejemplo, era un ejemplo dentro del campo y en el vestuario. El momento de Toni Robaina, en su aparición en el equipo, fue impresionante; hacía cosas con el balón que dejaba al resto de los compañeros con la boca abierta. Añado a Miguel Ángel Valerón, porque pocas veces hemos tenido un jugador con tanto criterio cuando actuaba en velocidad".

"Kresic nos enseñó los frutos del sacrifico"

De todos los conjuntos que conoció en esa docena de años considera que el más completo pudo ser el del ascenso a Primera con Sergio Kresic. "Ese entrenador captó algo que nos faltaba; rescató el valor humano de los futbolistas para conseguir los objetivos. Nos inculcó el sacrificio por encima de otros conceptos; nos enseñó que en los partidos teníamos que sufrir durante minutos pero que ese esfuerzo, realizado de forma conjunta, podría dar luego sus frutos. Que los encuentros no se ganaban en cinco minutos. Acertó a encontrar algo que necesitábamos, convenció a toda la plantilla y la llevó a Primera División".

18 entrenadores, con sus respectivas distintas etapas, dirigieron a la UD Las Palmas en esa fase de catorce años. "Y con todos jugué", añade Orlando. "Y nadie me tenía que explicar nada; si no actuaba era por mi propia culpa, porque podría haber perdido la forma o no estaba bien. Los atacantes vivimos de rachas, por supuesto".

"¿Nuestro triunfo más emotivo?. Pues aunque luego pudimos lograr cotas mayores, para mí la victoria de Elche en la liguilla de ascenso fue la mayor alegría de todas. Porque veníamos de tres años de fracasos en las fases de ascenso", comenta convencido Orlando. "Y antes de aquella última liguilla con Pacuco la plantilla pudo sentir en algún momento la duda y el miedo de volver a fallar ante nuestros aficionados. Pero todo nos salió redondo, desde el 0-2 con el Nastic. Y cuando por fin logramos el ascenso en Elche se produjo una especie de liberación de todos los futbolistas que habíamos participado en año anteriores. Ese partido fue el más importante de todos los que disputé. Y el instante más duro de mi carrera", complementa, "fue sin duda cuando volví a recaer en la lesión después de ocho meses de recuperación. Todo se puso muy cuesta arriba, pero ..." enseña en ese momento las cicatrices, sus trofeos de guerra balompédica.

"Viera va a aprender muchísimo en Valencia"

"No tiene nada que ver la Segunda División con la Primera" señala Orlando cuando le mencionamos el nombre de Jonathan Viera, del que algunos de sus ex compañeros "me han dicho que es el jugador de nuestra cantera que más se parece a mi estilo. No soy capaz de compararlo, sin embargo, y no reconozco a ninguno de los que han salido en esta comparación. Pero es verdad que Viera es el futbolista más creativo de los últimos años porque cuando sale al campo todo el mundo está esperando qué es capaz de inventar. Ahora bien, en Primera todo es diferente. Va a aprender muchísimo este año".

Orlando jugó en las tres principales divisiones españolas con el escudo de la UD Las Palmas. "Y fue en Primera donde me sentí más cómodo, a pesar de que allí la velocidad es mayor; es lo que marca la diferencia. Pero con mi velocidad mental era capaz de sorprender a los defensas adversarios. La gente en general se confunde porque piensa que soy un goleador cuando realmente no es así, nunca me sentí así".

Un defensor tan convencido de lo insular como es su caso no duda en valorar que "la política de cantera actual en la Unión Deportiva llega tarde, pero nunca es tarde también. Todo ese gran trabajo que durante décadas se ha realizado debe tener una salida en el primer equipo, porque de lo contrario nada tiene sentido. Durante muchos años no se ha confiado en la cantera porque había una presión añadida por lograr el ascenso. Apenas unos pocos jugadores llegaban al primer equipo. Aplaudo todo este tipo de iniciativas porque el club puede sanearse, dar una oportunidad a jugadores jóvenes y, quizá, algún día pueda también volver a estar arriba. Espero verlo".

 



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