“Las cosas ocurren por alguna razón”, considera el nuevo jugador del Gran Canaria, obligado a jugar de por vida con unas aparatosas gafas
Jon Scheyer llevaba una carrera meteórica que parecía llevarle con destino a la NBA. El escolta de la Universidad de Duke recibía lecciones magistrales de Mike Krzyzewski, seleccionador de Estados Unidos, y ofrecía a su vez la mejor versión de un jugador regular que siempre ha querido estar al lado de sus compañeros en todo momento. Pero al mejor jugador judío de su generación, el destino le tendría reservada una dura prueba que le iba a separar de su anunciada trayectoria hacia el baloncesto profesional norteamericano. La desgracia se cebó en él primero con una enfermedad vírica y luego, en un campus veraniego, en el que el jugador del Barcelona, Joe Ingles, le metió el dedo en el ojo, ocasionándole daños importantes y que le han obligado a jugar con unas gafas para el resto de su vida.
La historia la narra el periodista Dan Mcgrath, en un reportaje publicado en ‘The New York Times' y ‘Chicago News'. En ella se dice lo siguiente:
Scheyer ganó el título con Duke, y cuando tenía la posibilidad de entrar en el Draft NBA, una mononucleosis le apartó de la posibilidad de participar en los campus previos. Antes de eso, el propio Scheyer reconoce que no se había perdido ningún partido y ningún entrenamiento en su etapa universitaria. Los Miami Heat le dieron una nueva oportunidad en su campus de Las Vegas (al cual acuden muy habitualmente los directores deportivos del Gran Canaria). Pero su oportunidad se vio truncada a, ya que en una desafortunada jugada, el jugador del Barcelona, Joe Ingles, le introdujo un dedo en el ojo derecho. "Yo no podía ver. Sabía que esto era algo malo", comentó.
Scheyer tenía el párpado lacerado, desprendimiento de retina, el nervio óptico dañado e inflamación dentro del ojo. Necesitó entonces cirugía de reparación de la retina, y los esteroides ayudaron a reducir la hinchazón. Pero lo del nervio óptico es más grave. Descanso y una semana de inmovilización casi completa fueron el remedio prescrito que volvieron a dejar a Scheyer fuera del escenario de la NBA, y la obligación de jugar con unas aparatosas gafas de protección.
Los Ángeles Clippers le dieron la oportunidad de participar en un campus de entrenamiento en octubre, pero su nivel de juego no era el adecuado después de haber estado inactivo.
Artículo originalThe New york TimesLa llegada de Scheyer a Gran Canaria, este lunes